Costa Rica vivió en 2023 el año con un mayor registro de homicidios desde la Guerra Civil de 1948. El número de personas que murieron de esta forma fue 906 en total; es decir, más de 17 homicidios por cada 100.000 habitantes, según los cálculos oficiales.
Según las autoridades, el incremento se debió principalmente a la actividad de grupos de crimen organizado, los cuales se disputan áreas de influencia en el territorio costarricense, en medio de balaceras y ajusticiamientos.
Sin embargo, no solo murieron personas relacionadas con actividades ilícitas.
EF revisó las cifras y le explica la profundidad del fenómeno de las víctimas colaterales desde que inició la escalada homicida en el país.
¿Cuántas víctimas colaterales hubo en 2023 y cuántas llevamos en 2024?
El Organismo de Investigación Judicial (OIJ) contabilizó 906 homicidios en 2023. De ellos, 52 correspondieron a víctimas colaterales.
Por víctimas colaterales se entiende el caso de aquellas personas que no eran el objetivo de sus atacantes; es decir, que recibieron un impacto de una bala o cualquier otro ataque mortal de forma indirecta.
Hasta el 8 de abril de este 2024, el país registraba 246 homicidios. De ellos, 11 correspondían a víctimas colaterales.
Si esta tendencia se mantiene durante el resto del año, la cifra general de homicidios podría ser similar a la del año pasado y la de víctimas indirectas un tanto menor. Sin embargo, esta es solo una proyección muy general, pues el comportamiento delictivo es impredecible y fluctúa entre meses.
¿Son muchas o pocas víctimas colaterales las del 2023?
Si lo vemos como proporción del total de homicidios, el número de víctimas colaterales representó casi un 6% en 2023.
¿Es esto mucho o poco? Depende de con cuáles datos se comparen.
Si se revisan los registros de años anteriores, este porcentaje aumentó significativamente.
En los cuatro años inmediatamente anteriores, el dato se mantuvo por debajo del 2,8%.
¿Qué crece más rápido: el número de víctimas colaterales o el de los demás homicidios?
Entre 2021 y 2022 las víctimas colaterales pasaron de siete a 18, y en el último año de 18 a 52.
Esto quiere decir que los números se multiplicaron por más de siete veces en los últimos dos años.
¿Es este crecimiento mayor que el del resto de homicidios? La respuesta es sí.
El resto de homicidios que se registraron en el país crecieron un 9,5% en 2022 y un 34,3% en 2023; es decir, su ritmo de crecimiento fue menos pronunciado, aunque igualmente relevante.
¿Cómo interpretar esos datos?
El profesor norteamericano de investigación en el Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos, Evan Ellis, explicó en entrevista con EF que las víctimas colaterales siempre existen en contextos de criminalidad organizada; sin embargo, lejos de normalizarse, deben interpretarse como una señal de alarma.
“En muchos países de la región existió la tendencia de decir ‘esto es entre las bandas, pero mientras nos quedemos en nuestros barrios seguros o no nos metamos en esto, podemos ignorar la violencia’. Pero este daño colateral obliga a tomar en serio las implicaciones de seguridad pública”, explicó.
¿Cuáles son esas implicaciones, según el experto? Van desde cuestiones locales hasta internacionales.
“Esto puede cambiar el tejido de la sociedad. Las personas están acostumbradas a pasar el tiempo en familia, en espacios públicos. Esto puede cambiar por la percepción de inseguridad. Quizás en ciertos barrios del sur de San José se han acostumbrado a esto, pero para muchas otras partes del país es algo nuevo”, anotó Ellis. “También podría tener un efecto negativo a largo plazo en la inversión, por ejemplo, en la intención de convertir a Costa Rica en fuente de industrias informáticas. Todo esto podría impactar la factibilidad de los sueños de país (en ese sentido) en el largo plazo”.
¿Cuáles son las principales causas del aumento de las víctimas colaterales?
El aumento de las disputas territoriales entre bandas de crimen organizado ha generado diversos fenómenos adicionales en Costa Rica; entre ellos, balaceras entre integrantes de estos grupos y casos de sicariato.
Sin embargo, muchos de los participantes en ambas actividades son poco experimentados en el uso de armas, según los análisis especializados del OIJ.
“La mayoría son muy torpes, inclusive se hieren entre ellos mismos”, declaró a la prensa el subdirector de la policía judicial y exministro de Seguridad, Michael Soto, en enero pasado.