El presidente Rodrigo Chaves Robles llegó este 8 de mayo a la mitad de su mandato con un respaldo popular que otros políticos seguramente soñaron. Un 55% de la población valora positivamente su gestión como mandatario, un 50% ve bien o muy bien el trabajo de su gobierno, y la caída que registraban ambos porcentajes hasta noviembre pasado se detuvo desde entonces.
Las cifras son evidencia de una base de apoyo sólida para el presidente, a pesar del desgaste de dos años. Son datos muy diferentes de los que tuvieron otros gobiernos y mandatarios, y no se desmoronan a pesar de eventos críticos como las constantes renuncias de ministros y viceministros, los escándalos por presuntos casos de corrupción, la crisis de abastecimiento de agua en algunas de las comunidades más habitadas del país, los fenómenos inflacionarios que golpearon al país al inicios de su gestión o el elevado clima de inseguridad ciudadana de los últimos meses.
El ‘chavismo’ es un fenómeno real y respalda a su mandatario. De hecho, hasta un 55% de la población asegura que prefiere apoyar al presidente antes que a un partido político; y hasta un 37% de la población evalúa positivamente su gestión personal, a pesar de que tiene una percepción negativa sobre la evolución educativa y de seguridad del país en los 12 últimos meses.
Todos estos datos se desprenden de la más reciente encuesta de opinión política del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica (CIEP-UCR), para la cual entrevistó a 1.000 personas de todo el país y cuyo margen de error es de 3 puntos porcentuales.
La principal conclusión del estudio es que Chaves supera los primeros dos años de su gobierno con un elevado respaldo y que ese respaldo, lefectivamente, “es diferente al de sus predecesores”.
El chavismo existe
Las elevadas cifras de popularidad para el presidente Chaves al alcanzar la mitad de su mandato son atípicas.
Para poner las cifras en contexto, mientras que las valoraciones positivas para el gobierno actual llegan al 50% después de medio cuatrienio; las opiniones positivas para el gobierno del expresidente Luis Guillermo Solís en el mismo período eran de un 17%. En el caso de Carlos Alvarado eran de un 76%. Sin embargo, ese último porcentaje respondió a la atención de los primeros meses de la pandemia de covid-19, y luego decayó abruptamente hasta un raquítico 15%.
Esos dos casos son similares a los de la expresidenta Laura Chinchilla, según mediciones de la empresa Unimer publicadas en marzo de 2014, las cuales apuntaban a un 17% de apoyo popular.
Esta situación llevó al CIEP a analizar con mayor detalle el respaldo a Chaves y su gobierno.
A partir de este proceso, según el centro universitario, se encontró una base alta de apoyo sobre la figura y el actuar del mandatario, el cual incluso va más allá de su impacto real sobre la situación del país.
Entre otras cuestiones, el CIEP determinó que el presidente tiene a su favor un 25% de “seguidores fieles” que respaldan su gestión personal y que además perciben positivamente la evolución del país en campos estratégicos. Pero también cuenta con otro 37% de personas que le apoya, a pesar de que no respaldan sus políticas y de que ven un deterioro en puntos como la educación o la seguridad ciudadana.
Esto podría explicarse porque un sector de la población es reacio a achacarle las culpas al presidente.
Según explicó el CIEP, “entre más alto sea el respaldo personalista” a un político, “es de esperar que el culto a su líder sea mucho mayor y, que a su vez, la culpa atribuida a dicho liderazgo sea menor”.
En esa dirección, hasta un 46,7% de la población costarricense dice estar de acuerdo con la afirmación de que “los errores del gobierno son de los ministros y no del presidente”; y hasta un 48,7% considera correcto decir que “el gobierno no tiene responsabilidad en la crisis de seguridad porque no lo dejan hacer cosas”.
El apoyo personalista al presidente es tal que persiste a pesar de las bajas expectativas sobre la capacidad de su gobierno para incidir en la vida pública de los costarricenses.
Si bien el 55% de la población respalda la labor del mandatario, hasta un 72,6% dice tener poca o nula confianza en su gobierno para resolver el principal problema del país.
En la actualidad, la inseguridad ciudadana está en el podio de esa lista; seguida de lejos por el costo de vida y la situación económica, y la corrupción.
El culto y la culpa
Pero no hay “culto” excluido de toda “culpa”, según el estudio político del CIEP.
Si bien el respaldo de la figura de Chaves es alto, un porcentaje de la población también le pone límites y una cuota de responsabilidad sobre sus acciones.
Por ejemplo, hasta un 73,3% de los encuestados aseguró reprobar la afirmación de que “el presidente tiene razón en que las leyes se pueden dejar de lado con tal de gobernar” y un 50,8% también reprobó la afirmación de que “el presidente a veces dice cosas que no son ciertas pero por buenas razones”.
Un 50,5%, además, dijo considerar que los errores del gobierno también son culpa del mandatario, más allá de su implicación en ellos.
Estos datos, según el CIEP, dan cuenta de dos elementos importantes. Por un lado, que una parte de la población ”no exime de toda la culpa al mandatario Chaves” y, por otro, que “la pretensión de expandir y consolidar el apoyo popular al mandatario en estas circunstancias no es una tarea sencilla”.
Los grupos en los cuales se observa un mayor “culto” al presidente, según el CIEP, son los hombres, las personas con nivel educativo de primaria y secundaria, los residentes de Limón y Puntarenas, y las personas con edades de entre 35 y 54 años. Por el contrario, se atribuye una mayor “culpa” entre las personas con educación universitaria, las mujeres, los habitantes de San José, Heredia y Cartago, y los jóvenes de entre 18 y 34 años.
Un poder centralizado
En su informe de resultados sobre la encuesta, el CIEP recordó que el apoyo personalista es usual en contextos de mayor polarización y división social, con diversas implicaciones en la política.
El Centro recordó que la elección de líderes con respaldo personalista suele asociarse con resultados negativos como “la expansión del populismo, la polarización política, la insatisfacción con la democracia y la decadencia democrática”.
En casos extremos y no comparables con Costa Rica por el momento, añadió que los mandatarios de este tipo pueden llegar a gobernar sin límites o sin controles, de manera que las políticas públicas terminan reflejando únicamente “los caprichos del líder”.
Sin embargo, este tipo de liderazgos también tienen problemas de continuidad, cuando no consiguen mantenerse en la misma persona que lo representa, “por su carácter intransferible”. “Dado que los personalismos son vehículos centrados en su líder, es más probable que se disuelvan tras la partida de éste”, se lee en el documento.