La pandemia destruyó miles de empleos y empobreció a cientos de hogares que antes de la crisis no estaban en esa condición. Los indicadores y estadísticas oficiales reflejan los estragos de una situación inédita que ahoga a una economía vulnerable.
¿Qué pasa si una persona por familia pierde su empleo, tal y como ocurrió en miles de caso en los últimos meses en el país? Los resultados de una serie de simulaciones elaboradas por los investigadores del Programa Estado de la Nación (PEN), evidencian que 261.931 hogares caerían en pobreza.
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Este indicador, que se registró en 26,2% para este año, según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho 2020), podría crecer hasta 16 puntos porcentuales frente a ese escenario.
Los datos se desprenden de la mirada en profundidad del capítulo 6 del Informe Estado de la Nación 2020, publicado la tarde de este martes 17 de noviembre.
Uno de los elementos más novedosos de la investigación es el uso de la base de datos del Sistema Nacional de Información y Registro Único de Beneficiarios del Estado (Sinirube), que recoge cifras de 3,52 millones de personas y 1,14 millones de hogares, es decir, cerca del 70% del total nacional si se usa como parámetro la estimación de la Enaho.
Aumento de la pobreza
Tradicionalmente la pobreza se mide con base en la información del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), que cada año publica la Enaho. En la edición 2020 se presentó un incremento del indicador al 26,2% que representa 419.783 hogares en esa condición, 83.888 más con respecto al 2019.
Durante 25 años el Informe Estado de la Nación analizó y reportó con base en las estadísticas oficiales, pero este año exploraron una nueva fuente de datos con la aplicación de métodos de análisis estadístico y machine learning, para ofrecer otros hallazgos sobre la realidad del país frente a la pandemia.
Un acuerdo con el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), les permitió acceder a la base de datos anonimizada del Sinirube. Con la información disponible implementaron un análisis de clústers para segmentar a los hogares del país en siete grupos o conglomerados.
Mediante modelos predictivos calibrados que se ejecutaron bajo aprendizaje supervisado, la información permitió someter esos clusters a shocks negativos como los que ocurrieron en los hogares durante la pandemia. Por ejemplo, la pérdida de un empleo o la reducción del ingreso en un 50%.
La distribución de los conglomerados evidencia que antes de la crisis el 35,9% de los hogares estaban en pobreza, el 35,8% no eran pobres pero tenían una condición de vulnerabilidad, y el 28,3% se mantenían lejos del empobrecimiento.
Al aplicar el shock en el que una persona de la familia pierde su empleo, la porción de hogares pobres crece al 52% (un incremento de 16 puntos porcentuales). También aumenta una parte de los pobres y vulnerables (11,5 puntos porcentuales), mientras que una porción de los que no son pobres ni vulnerables (4,6 puntos porcentuales) cae debajo de la línea de ingreso mínimo.
Este es uno de los escenarios más comunes como efecto adverso de la crisis del coronavirus. La Encuesta Continua de Empleo (ECE) del tercer trimestre del 2020 reflejó una tasa de desempleo del 22% que se traduce en 242.129 personas en esa condición con respecto a un año atrás.
La cifra subió en términos absolutos de 278.108 a 520.237 desempleados en tan sólo un año. Aunque los datos del Informe Estado de la Nación se alimentan de Sinirube, vale la pena recordar los últimos indicadores oficiales disponibles.
Dentro del grupo de 261.931 hogares que caen en pobreza por la pérdida de un empleo, se efectuó una revisión más detallada de los clusters, el resultado muestra que casi la mitad de las familias vulnerables con jefatura adulta en edad laboral pasarían al grupo de pobres con esa misma característica.
Además, un tercio de los vulnerables con jefatura joven se moverían al conglomerado de pobres con jefatura femenina y joven. Una cuarta parta de los no vulnerables con jefatura en edad laboral caerían a grupos empobrecidos.
Impacto de las transferencias
La metodología de análisis de la base de datos de Sinirube aplicó shocks negativos para determinar cuánto aumentaría la pobreza en diferentes escenarios posibles durante la pandemia, pero también implementó shocks positivos para proyectar posibles cambios.
A los grupos de hogares se les enfrentó con escenarios como la recepción de subsidios económicos −similares a los del bono Proteger− o la opción de que una persona de la familia recuperara su empleo.
El objetivo era determinar si estos cambios en la situación del hogar le permitirían regresar a la misma condición en la que estaba antes de la crisis.
Se utilizaron tres shocks positivos: una transferencia de ¢60.000, un subsidio de ¢125.000 y un salario mínimo para una de las personas desocupadas.
La Enaho 2020 reveló que el incremento de los subsidios estatales y becas, que fue del 153% en la comparación interanual (una variación estadísticamente significativa), se tradujo en un mayor peso relativo de este rubro dentro del ingreso total de los hogares.
Pasó de ¢18.473 en 2019 a ¢46.733 este año, explicado principalmente por el bono Proteger cuyos montos eran de ¢62.500 y ¢125.000, esta ayuda pública representó el 56% del rubro de subsidios estatales y becas.
Mientras que la categoría “otras transferencias” creció significativamente de ¢126.790 el año pasado a ¢136.939 en 2020, en esta partida se consideran todas ayudas económicas y en especie que se distribuyeron entre los hogares afectados por parte de empresas, otras familias, iglesias, asociaciones, y cualquier tipo de iniciativa privada.
Este tipo de ayudas permitieron contener la incidencia de la pobreza que de otra forma se habría acrecentado entre 4 y 6 puntos porcentuales más con respecto a lo reportado.