A pesar de que los estudios de mercado auguran un dinamismo creciente para las carreras de ingeniería y computación, solo tres de cada 20 títulos universitarios de grado que se otorgan en Costa Rica van a profesionales en esas dos áreas de conocimiento.
La proporción de estudiantes que se gradúan en carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) es del doble. Hasta seis de cada 20 títulos de grado que se otorgaron en 2021 correspondieron a estudiantes de carreras STEM; sin embargo, ese recuento incluye a profesionales en campos como salud, recursos naturales y ciencias básicas, cuyas condiciones laborales son menos favorables que en las otras dos ramas.
El reto de graduar profesionales en las áreas de computación e ingeniería es mayúsculo. Además de los rezagos educativos básicos de la educación primaria y secundaria, que luego pueden incidir en que estudiantes prefieran decantarse por otras carreras; la oferta de materias tecnológicas requiere de mayor inversión por parte de las universidades y ello es más complejo en momentos financieramente complicados para las casas de enseñanza.
Además, existe una brecha muy profunda en cuestión de género. Hasta uno de cada cuatro títulos de grado que otorgaron universidades públicas y privadas a hombres fueron en materias de computación e ingeniería. En mujeres, la proporción baja a menos de uno por cada decena.
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Pocos graduados
De los 41.199 títulos de grado que entregaron las universidades en 2021 –el último registro recién publicado por el Consejo Nacional de Rectores (Conare) este año–, solo 6.028 correspondieron a estudiantes de ingenierías y de computación.
Las áreas de ingeniería y computación incluyen carreras como electrónica, arquitectura, ciberseguridad, informática, ciencias de datos, tecnologías de la información y mecatrónica, entre otras similares.
De esos 6.028 títulos, las cinco universidades públicas otorgaron 2.671 diplomas (un 19,5% de los títulos que dieron ellas en total); mientras que las 47 privadas dieron 3.357 (un 12,2% de su graduación).
Los números son bajos, a pesar de que las carreras de ingeniería y computación son las que muestran un mejor desempeño para nuevos estudiantes en el mercado laboral.
El Observatorio Laboral de Profesiones (OLaP) del Consejo Nacional de Rectores (Conare) determinó en 2019 que solo un 3,4% de los graduados recientes (de 2014 a 2016) de computación estaban desempleados y que el número apenas subía a 4,1% entre los graduados recientes de ingeniería. Ambos casos, junto con educación, tenían las cifras más bajas de todo el estudio.
En materia de subempleo (trabajar menos de jornada completa y querer jornadas más amplias), los índices registrados en las carreras de computación e ingenierías ni siquiera llegaban al 1%.
Ambos indicadores hablan de un mercado pujante por trabajadores. No representan un “pleno empleo”, pero sí son mucho mejores que los indicadores de otras áreas. En el mismo estudio, por ejemplo, el desempleo para graduados recientes de derecho era de 9,7% y en ciencias sociales alcanzaba hasta el 9,5%.
No invertir y planificar en la promoción de carreras tecnológicas, explicó la investigadora del Programa Estado de la Educación, Valeria Lentini, podría no solo generar un rezago en materia de mercado laboral. Según dijo, un riesgo es perder terreno en investigación científica, con todo lo que ello implica para el desarrollo de un país.
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Oferta y demanda complejas
A pesar de todos esos registros de mercado y de que los estudios de demanda laboral futura apuntan a un mejor escenario para carreras tecnológicas, ofertar estas asignaturas es un negocio difícil para las universidades y tampoco existe evidencia sobre una demanda insatisfecha de estudiantes interesados en ellas.
Por el lado de la oferta, es usual que las carreras de ingeniería y computación requieran mayores inversiones de los centros educativos, lo cual reduce las posibilidades de impartir o aumentar el número de clases relacionadas.
Es sabido que las carreras de ingenierías y computación requieren de más equipos, pero, además, es necesario contratar a profesionales que impartan las clases y ello implica para las universidades competir con un mercado laboral pujante y que ofrece mayores salarios. “Por eso el precio de las carreras STEM, en otros países, es mucho más alto que el de cualquier otra carrera”, comentó Lentini.
A esa complejidad inicial se suman factores coyunturales que inciden actualmente sobre el financiamiento de las universidades. Los centros públicos se enfrentan a presupuestos que decrecen en términos reales (por inflación) y los privados reconocen que la situación económica del país no es la más favorable para su negocio.
“Nuestros estudiantes son es su mayoría personas de un nivel socioeconómico medio amplio, y más del 70% laboran para pagar sus estudios”, recordó la rectora de la Universidad Latina y directora de la Unidad de Rectores de las Universidades Privadas de Costa Rica (Unire), Rosa Monge, para una reciente publicación de este medio.
Además, está el factor de la demanda por parte de los estudiantes. Las carreras de ingenierías y computación no son precisamente las más solicitadas, según las universidades, y eso puede deberse a falta de estímulos tempranos o deficiencias en el sistema educativo de primaria y secundaria, entre otros factores, que hacen alejarse a los estudiantes.
“Un punto esencial es que el estudiante quiera estudiar esas carreras”, opinó Olman Madrigal, director de la División de Planificación Interuniversitaria del Conare, para un trabajo publicado por este medio en diciembre anterior, sobre titulación general en carreras STEM. “Los esfuerzos y las ganas de las universidades están en esto, y también hay un esfuerzo particular para motivar la integración de mujeres en estas carreras. Pero si no se motiva y se incentiva a los estudiantes desde su formación escolar, luego es más difícil que se integren en el momento de elegir sus carreras”, añadió.
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Diferencia de género
El rezago en ingenierías y computación, además, se ensancha entre las mujeres.
A pesar de que en 2021 se emitieron 25.789 títulos de grado a mujeres y solo 15.399 a hombres, la tendencia se revierte completamente en ingenierías y carreras computacionales. En ingenierías se titularon 2.468 hombres y solo 1.518 mujeres; en carreras de computación, 1.601 hombres por solo 423 mujeres. La diferencia es particularmente alta.
El carreras STEM, en general, se graduaron 5.487 hombres y 5.373 mujeres: dos cifras muy similares; sin embargo, la diferencia radica en que más mujeres que hombres se gradúan de carreras relacionadas con la salud y la situación es similar entre unas y otros en carreras de ciencias básicas y recursos naturales.
Estas últimas tres ramas, sin embargo, enfrentan panoramas menos atractivos laboralmente.
El desempleo entre graduados recientes, según los datos de OLaP de 2019, era de hasta un 7,1% entre graduados recientes de carreras de salud, un 7,7% en recursos naturales y un 8,3% en ciencias básicas.; lo cual evidencia mercados algo sofocados.
Según la investigadora Lentini, el saco de las STEM es demasiado grande y, por eso, se pueden ver estas diferencias.
“En algunos de estos campos no hay una oferta grande de profesionales, pero si uno va a la OLaP ve que no hay una demanda insatisfecha en el mercado. En las ingenierías es donde siempre hay una demanda pujante, donde hay mayor colocación laboral y se tiende a ver salarios más altos”, concluyó.
Un estudio reciente hecho por el Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica (IICE-UCR) para la Comisión Nacional de Préstamos para Educación (Conape) determinó que la promoción de carreras tecnológicas y de cuido será esencial en los próximos años. Según el informe, el envejecimiento de la población y la promoción de soluciones tecnológicas apuntan a un horizonte de auge para estas carreras, en detrimento de otras.
¿Podría estarse abriendo un agujero en el mercado laboral si no se invierte más en estas áreas?, Lentini opinó que es muy posible. Son carreras que requieren mayores costos para las universidades, pero en pleno auge. Ya de por sí Costa Rica tiene una población con menor tasa de educación superior que los países desarrollados en términos generales, recordó.