La grave crisis de inseguridad ciudadana y narcotráfico que vive Costa Rica alcanzó dimensiones imposibles de ignorar. Ya en suelo costarricense son múltiples los estudios de opinión que certifican este problema como la principal preocupación de la ciudadanía y, más allá de las fronteras nacionales, medios como el gigante estadounidense The New York Times se preguntan “¿cómo un paraíso turístico se convirtió en un imán para el narcotráfico?”.
Ese, precisamente, fue el titular de un extenso artículo publicado por el diario norteamericano este 15 de septiembre: día en que se conmemora la Independencia del país, amenazada por el incremento de la actividad criminal y por la sensación que comparten dos de cada tres costarricenses de que la situación de inseguridad no mejora y continúa deteriorándose.
En su artículo, el NYT describe a Costa Rica como “uno de los destinos más idílicos de la región”; sin embargo, expone la amenaza sobre esa ventaja histórica a través de múltiples datos. EF se los resume.
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El principal ‘hub’ de la cocaína
En su artículo, el New York Times resalta que Costa Rica se ha convertido, a la par de México, en el principal punto de trasbordo de cocaína con destino a Estados Unidos, Europa y otros países.
Esta información la ha acreditado el propio Departamento de Estado de los Estados Unidos desde 2020, luego de la inauguración de la Terminal de Contenedores de Moín. “Apenas un año después”, recordaron los reporteros del NYT en su texto sobre el país, “Costa Rica se convirtió en el mayor punto de transbordo de cocaína del mundo”.
La apertura de la TCM representó una ventana de oportunidad para los grupos criminales interesados en exportar droga desde Costa Rica, por la ubicación estratégica del puerto en Limón para diseñar nuevas rutas de cargamentos a Estados Unidos, Europa y el resto del mundo.
Esto se sumó a otras limitaciones de capacidad policial y a cuestiones de logística favorables para la actividad criminal en los puertos costarricenses. Por un lado, el equipo a mano de las autoridades es insuficiente. Por otro, el trasiego de drogas por medio de cargamentos de frutas frescas hace que sea difícil realizar inspecciones a fondo, por las implicaciones económicas de magullar los productos, y reduce el tiempo para las mismas, pues se trata de productos en proceso de maduración que pueden perderse si se demora su movilización.
Llegada del fentanilo
El problema costarricense, además, no radica únicamente en el trasiego de cocaína y eso también lo destacó el NYT.
El diario estadounidense recordó que el pasado mes de noviembre la policía judicial de Costa Rica desmanteló el primer laboratorio de drogas con fentanilo en colaboración con la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos. Esto implica una escalada en la actividad criminal dentro del país y sus alcances.
En ese sentido, el medio citó un comunicado calificado como “sensible” por parte de la embajada estadounidense en San José para las autoridades en Washington, según el cual “Costa Rica es un objetivo primordial para los cárteles en busca de nuevos mercados para el fentanilo”.
Nuevas modalidades
El NYT además señaló que los grupos criminales son creativos en sus estrategias de exportación de drogas y, por ende, logran burlar a las autoridades a partir de métodos novedosos.
Entre ellos, destacaron que la policía costarricense recientemente logró determinar que los grupos criminales estaban usando “buzos para soldar cascos submarinos a los fondos de los barcos que podían transportar hasta 1,5 toneladas de cocaína” y que algunos grupos criminales incluso exportaban droga a Europa y Medio Oriente a través de refrescos gaseosos, en estado líquido.
Baja contención policial
En contraposición al ingenio de los grupos criminales, el Times destacó que Costa Rica cuenta con un autoridades policiales insuficientes y desfinanciadas.
Costa Rica, recordó, es el único país de América Latina sin ejército y su fuerza policial apenas llega a unos 15.000 efectivos para la población de 5,2 millones de habitantes. Esto implica una cobertura de tres oficiales por cada 1.000 habitantes, menos de la mitad de la proporción en Panamá (país vecino).
Además, el diario destacó que los extensos bosques y manglares del país son territorio fértil para las actividades del crimen organizado, pues solo 300 guardas forestales son responsables de patrullar 1,2 millones de hectáreas de bosque protegido, y “portan armas más adecuadas para cazar animales pequeños que para contrarrestar las ametralladoras automáticas y granadas”.
Ola de violencia
Todos estos datos son parte de las condiciones que explican la escalada de violencia que vive Costa Rica, que en 2023 vivió su año con una mayor cantidad de homicidios desde la Guerra Civil de 1948. Tal como indicó el diario norteamericano, los homicidios en aumentaron un 53% entre 2020 y 2023, y las autoridades advierten de que la situación solo se ha estabilizado en los últimos meses, pero no ha mejorado significativamente.
El NYT además destacó que la violencia ha tomado la escena pública de modos que antes resultaban impensables; por ejemplo, en los recientes ajusticiamientos de personas en inmediaciones o las propias instalaciones de centros de primaria.
“Esto no se va a resolver de la noche a la mañana”
Randall Zúñiga, director del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), declaró en una reciente entrevista con EF que las autoridades policiales del país han logrado contener el incremento de la violencia en Costa Rica; sin embargo, subrayó que urge una mayor inversión en las fuerzas policiales y en el sector social, para poder revertir la tendencia. Según dijo, la debilidad de las autoridades, aunada a la desprotección estatal de la población más pobre del país, ha generado un caldo de cultivo perfecto para la crisis en ciernes.
"Esto no se va a resolver de la noche a la mañana”, comentó. “Se necesita la presencia policial para disminuir las acciones delictivas, pero también se requiere una reactivación económica, que permita a la gente trabajar sin preocupación y que se pueda mantener a los niños y a las niñas en la escuela”.
La situación de inseguridad y la crisis de homicidios en Costa Rica escaló gravemente en los últimos meses y eso se reflejó en el discurso del Poder Ejecutivo, que primero fue leve en su tono y luego cambió radicalmente, conforme empezaron a saltar las alarmas.
En sus primeras evaluaciones sobre el tema, el presidente Rodrigo Chaves puso en duda la magnitud del problema y llegó a calificarlo como un simple duelo de pandillas, en el que solo ellas se veían afectadas. Sin embargo, consultado por el artículo del NYT, este mismo 15 de septiembre, reconoció que “el narcotráfico se nos ha metido”.
Pese a ello, puntualizó que la respuesta de su administración ha sido “la más fuerte” y afirmó que ahora mismo se trabaja para implementar los prometidos escáneres en las principales aduanas del país (marítimas, aéreas y terrestres), con el fin de frenar el tráfico de drogas por medio de mercancías tanto como sea posible.