Los martes son los días de olla de carne. Para preparar los pedidos que le hacen, Marianela Villegas, fundadora de Delicias y Más, se levanta muy temprano.
Después de salir a caminar y regresar a su casa en Cartago, empieza la preparación: papa, yuca, camote, elote, chayote, plátano verde, carne y arroz blanco. ¿El precio por plato? Sólo ¢3.500.
A partir de las 11:00 a.m. empieza a hacer los recorridos para las entregas, pues casi todas son a clientes que están ubicados muy cerca.
Lo mismo ocurre el resto de días con el menú que ofrece. Los sábados y los domingos se dedica también a preparar los pedidos de clientes que requieren los almuerzos y hasta las cenas de toda la semana siguiente.
“Me encantaría llegar a los parques industriales”, dice Marianela.
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En una era de redes sociales, el mayor empujón para su negocio lo recibió a través de las recomendaciones de las amistades y, a partir de ahí, de los clientes, que fue conquistando con sus servicios de almuerzos.
El apoyo la lleva a proponerse desarrollar su negocio con más servicios para eventos sociales y de empresas. Actualmente también atiende a personas con una necesidad específica de alimentación. Por ejemplo a quienes requieren llevar almuerzo a su trabajo o que necesitan cuando están en teletrabajo. Y tiene una nueva línea dirigida a restaurantes.
La decisión de dedicarse sola a su propio negocio la tomó luego de algunas experiencias laborales y de negocios que le dejaron grandes enseñanzas.
Marianela es oriunda de Turrialba. Allá hizo la primaria y la secundaria. Se graduó en el Colegio Enrique Menzel, aunque confiesa que le costó mucho. Su decisión fue seguir estudiando repostería. Ahí empezó a descubrir y desarrollar su pasión y su vocación.
Le daba continuidad, además, a una larga costumbre familiar. Constantemente preparaban todo tipo de platillos caseros, especialmente para las celebraciones tradicionales. “A mí familia le gusta mucho cocinar”, asegura.
Para prepararse Marianela estudió primero repostería en una escuela ubicada en La Sabana, en San José. El curso duraba un año. Fue el primero. No ha parado de estudiar y actualizarse.
Luego ingresó al Instituto Nacional de Aprendizaje para capacitarse en panadería, repostería y como cocinera A.
Se capacitó también en la asociación de chefs y luego como barista con el Instituto del Café de Costa Rica (Icafe). Pero su sueño era tener un negocio propio.
Empezó en su natal Turrialba, vendiendo pan y repostería de tienda en tienda en el centro de la ciudad.
Se hizo una clientela que la esperaba a diario para comprarle. Después empezaron a encargarle queques para cumpleaños y para diferentes celebraciones. Llegó el momento en que ya no tenía que salir a vender en la calle.
Incluso dió clases de pastelería en la sede local en la Universidad de San Marcos, que tenía una carrera técnica. Se mantuvo así durante dos años, pero se retiró por dos embarazos seguidos: su hijo y su hija menores, de cinco que tiene.
Marianela aprovechó ese tiempo y convirtió la sala de la casa en un aula. Le llegaban hasta 60 personas para aprender también pastelería y repostería.
Hasta la pandemia...
“Todo se paralizó”, recuerda.
Todo se paralizó, menos ella. Durante los primeros meses de la pandemia en 2020 vendía empanadas arregladas y hamburguesas. Además del sabor casero, le agrega ingredientes de su propia confección, como una mayonesa especial o el pan artesanal.
Los ingredientes eran el principal diferenciador y se convirtieron en su más importante atractivo, por el sabor que le daban.
Aunque las restricciones de la época del confinamiento limitaban las ventas, ella se las agenció.
Como siempre se propuso capacitarse en negocios, ella había realizado cursos de gestión o administración de pequeñas empresas, de recursos, en sostenibilidad, publicidad en redes sociales, presupuesto y planificación. Nada de eso fue en vano.
Empezó a aprovechar más las redes sociales para mercadear los productos e incluso siguió dando clases, ahora en la modalidad virtual.
En 2021 le ofrecieron una oportunidad en Cartago.
Marianela conversó con su familia y con el papá de sus hijas e hijos, del cual estaba separada. La decisión colectiva fue que se viniera a Cartago a aprovechar esa oportunidad y que todos se quedaban en Turrialba, donde estaba el resto de la familia y podrían mantener mejor calidad de vida.
(Con el tiempo la hija mayor se vino a estudiar a la Universidad de Costa Rica y vive en San Pedro de Mondes de Oca.)
La propuesta era ideal. Una amistad le propuso hacerse socias en una cafetería. Ella aportaba el capital y Marianela su conocimiento y preparación en el área de alimentos, repostería y pastelería. La preparación como barista también contaba. No resultó.
Una segunda oportunidade surgió.
La contrataron como asesora en otra cafetería. Ahí se mantuvo cuatro meses, pues también se presentaron diferencias que les hacía imposible seguir. Aunque surgieron otras propuestas en las que entraba como chef, Marianela tomó una decisión. Esas dos experiencias tampoco fueron en vano.
Empezó entonces a ofrecer servicios de alimentos desde su casa en Cartago, preparando almuerzos y otras comidas para clientes particulares con necesidades específicas de nutrición. A la tercera la vencida.
Se unió, de esa forma, a la legión de las personas dedicadas a actividades por cuenta propia. Actualmente, son unas 428.910; el 20% de la población ocupada, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.
En febrero pasado, como cada cierto tiempo lo hace, acudió al salón de belleza donde es cliente habitual y la estilista empezó a recomendarla.
En ese momento apenas vendía dos almuerzos por día. “Invertía ¢10.000 y apenas obtenía ¢7.000″, cuenta.
A las personas que iba conociendo como nuevos clientes los fue integrando en grupos de WhatsApp. Ahí les comunica los platos de día y generaba pedidos inmediatos.
Son clientes que hacen teletrabajo, otros de los parques industriales cercanos, varios que deben trasladarse hasta sus empleos en San José o Heredia.
Varios de ellos practican deportes (algunos son triatlonistas y otros maratonistas) y tienen requerimientos de alimentación específicos con instrucciones de sus nutricionistas.
Para los almuerzos diarios ella misma va a entregarlos a partir de las 11:00 a.m.
Los clientes que les piden los almuerzos y las cenas para toda la semana pasan el domingo para recoger sus pedidos.
Actualmente tiene 120 clientes y vende 25 almuerzos en promedio por día.
Marianela explica que cuida los ingredientes y los insumos, sustituye las grasas por aceites saludables y se ajusta a los requerimientos y gustos de cada persona. Eso sí, los 28 años haciendo repostería y pastelería no quedan de lado.
Ella quiere ofrecer servicios bufete, repostería y pastelería para celebraciones de cumpleaños, reuniones y otras actividades empresariales. Ya lo hace, pero su meta es ampliar esta línea de negocios con más clientes corporativos y atendiendo más eventos.
Y hay otro mercado que también empieza a explorar: los restaurantes.
A ellos les ofrece pan artesanal para sus líneas gourmet en paninis o hamburguesas. “Depende de la creatividad y versatilidad de los restaurantes”, dice Marianela.
El pan artesanal también se lo piden algunos de los clientes de almuerzos.
Marianela reconoce el impulso que le dan las recomendaciones de sus clientes, al punto que son prácticamente el motor que reactivó su negocio después de las dos experiencias fallidas. Y también apuesta a las redes sociales, especialmente en Instagram.
“Me encanta Instagram”, afirma. Y me pregunta al final de la entrevista: “¿La publicación la van a tener en Instagram también?”