El hotel ubicado en Golfo Dulce estaba cerrado y quedaba tan lejos que parecía imposible que se convirtiera en un atractivo turístico. Incluso para llegar hasta él se debe tomar una lancha.
Mark Dobson Betts vio que sí era posible reabrirlo, emprender, generar empleo y atraer visitantes que huyen de las aglomeraciones y buscan un refugio en la naturaleza.
Y lo hizo convirtiéndolo en Playa Cativo Lodge.
“Había estado cerrado durante muchos años antes de nuestra compra y en ese momento comenzamos un largo y costoso proceso de renovación y mejora. Necesitaba mucho trabajo”, dice Mark.
Él es un abogado que ha vivido las últimas cuatro décadas en McLean, Virginia, y en el área de Washington D.C. Sin embargo, él ha estado vinculado a la industria hotelera y tiene una conexión especial con Costa Rica.
Sus padres estuvieron dedicados al servicio exterior estadounidense, lo que lo llevó a vivir en diferentes partes del mundo desde una edad temprana.
Mark vivió en Costa Rica de muy niño, lo que quedó grabado en los recuerdos y en el corazón familiar.
Tiene una impresionante carrera profesional y académica, además, que incluye un doctorado en derecho de la Albany Law School, una maestría en economía de la Universidad McGill en Montreal, Canadá, y una licenciatura en economía de la Universidad Estatal de Nueva York en Albany.
Y desde que era un joven estudiante se vinculó a la industria hotelera durante nueve años y en los últimos veinticinco años ha sido propietario de un hotel boutique en Middleburg, Virginia, llamado el Goodstone Inn & Restaurant, calificado entre los ocho hoteles más romáticos de esa población.
Su pasión lo llevó hasta el Golfo Dulce.
“Siempre he disfrutado de la diversidad de culturas y Costa Rica es un gran país para hacer negocios”, dice Mark.
En 2008, dio un paso audaz y compró el hotel, que había sido construido en la década de 1970 por un creativo estadounidense llamado Michael Medill.
El hotel está situado en el Golfo Dulce, en el Pacífico Sur de Costa Rica, una región que destaca por su biodiversidad y belleza natural incomparables.
Uno de los atractivos principales es que está en la misma zona de uno de los cuatro fiordos tropicales del mundo.
Los fiordos son depresiones del continente invadidas por el mar, generalmente alargadas, estrechas y limitadas por laderas altas y abruptas.
Cuando se habla de fiordos, normalmente se piensa en Noruega o Chile, con sus aguas heladas y sus imponentes cerros nevados al lado. No son los únicos.
Hay cuatro fiordos tropicales: el golfo de Cariaco en Venezuela, la bahía Darwin en Galápagos, la bahía de Kaoe en Indonesia y el Golfo Dulce en Costa Rica donde el lecho marino mide 60 metros de profundidad cerca de la orilla y luego cae abruptamente hasta los 200 metros y forma una fosa.
Se formó, de acuerdo con investigaciones de la Universidad de Costa Rica, como consecuencia de la fuerza de las placas tectónicas.
Junto a la riqueza de la flora y la fauna de la región, “el golfo Dulce es un lugar único” con aguas cristalinas de tonos verdes y azules, que en algunos momentos dan la impresión de ser un enorme espejo del cielo, en cuyo fondo hay delfines, ballenas con sus crías, el tiburón ballena y una gigantesca diversidad de peces.
El imán natural estaba ahí. Lo que había que hacer era reabrir el hotel. Iniciar casi de cero.
A Mark le atraía la belleza natural del lugar. También, que podía hacer algo por un lugar alejado y ubicado más allá de la periferia de desarrollos del país.
“El lugar está bendecido con una extraordinaria belleza natural y gente buena y amable”, resalta Mark.
El estadounidense también destaca la “combinación única” de Costa Rica para la inversión extranjera: su belleza natural, una población amigable y muy bien educada, una democracia segura y bien administrada.
Reabrir el hotel exigía una extensa renovación e innumerables mejoras. Mark estaba decidido a hacerlo funcionar a partir de su compromiso con la sostenibilidad y la sustentabilidad, un esfuerzo en el cual también se enfoca el gerente general Keneth Hidalgo.
“Compré el hotel en 2008, sin bancos ni socios”, dice Mark.
Mark no solo quería que el hotel fuera un destino de ensueño para parejas en busca de una luna de miel en medio de la naturaleza.
Quería también que fuera un lugar para el turismo de aventura, atractivo para los más jóvenes y un refugio de bienestar para aquellos que buscan desconectarse de todo y recargar sus baterías.
Las cifras del Instituto Costarricense de Turismo (ICT) muestran que tres cuartas partes de los visitantes a Costa Rica viaja por motivos de vacaciones, placer y ocio y disfrutar del sol y las playas. Pero no se limitan.
También realizan actividades como caminatas por senderos, observación de la flora y la fauna, aves y de delfines y ballenas, y también para luna de miel, entre otras.
El enfoque ambiental implica una serie de esfuerzos particulares. Y así lo realiza este hotel.
Playa Cativo Lodge opera completamente fuera de la red eléctrica y depende de energía renovable, incluida la energía hidroeléctrica y solar, respaldada por baterías y energía solar pasiva para calentar agua.
El agua proviene de manantiales limpios de montaña y gran parte de los productos utilizados en el restaurante del hotel son cultivados en la propia granja o adquiridos localmente, especialmente pescado fresco.
El equipo del hotel está compuesto por más de cincuenta empleados, en su mayoría locales, quienes cuentan con alojamiento, alimentación y capacitación, y de quienes Mark destaca su compromiso con los visitantes.
El enfoque ambiental —”Somos intensamente sensibles al medio ambiente”— y la pasión del personal son complementarios.
“Nuestros huéspedes los aman. Las reseñas lo demuestran. Esa, en nuestra opinión, es la esencia de una gran hospitalidad”, dice Mark.