José Andrés Castro González, fundador de Batú, pesaba 180 kilos. Los resultados de sus exámenes fueron contundentes. Era diabético.
—Cambie su vida o llegue hasta aquí— le advirtió el doctor.
José Andrés no se lo pensó dos veces. Dio un giro a su estilo de vida, alimentación, hizo ejercicio, transformó su negocio y se prepara para llevar sus productos naturales a los supermercados locales.
“Quise un cambio. Un poco más sano”, dice José Andrés, que también prepara los productos que comercializará en diciembre próximo.
Al inicio no tenía claro qué hacer. Hasta que salió la idea de Batú, dedicado a catering services y jaleas, mermeladas, salsas y café con ingredientes naturales.
Los emprendimientos dedicados a alimentos también están orientando sus ofertas hacia productos sanos, aprovechando las oportunidades generadas por las preocupaciones de los consumidores en salud y bienestar.
El café de la marca Batú incluye, por ejemplo, cardamomo, canela, nuez moscada, pimienta jamaica, cáscara de naranja, vainilla y almendras.
Una facilidad que tienen este tipo de negocios, a diferencia de las grandes firmas, es que la modificación de su línea de negocios y de sus productos es más rápida.
Desde el Pacífico Sur
José Andrés nació en Golfito. Cuando tenía cinco años se trasladó con su madre, Julia González, a vivir a San José.
Él sufría de un padecimiento en el fémur y tenía que viajar para el tratamiento en el Hospital de Niños.
Julia, que trabajaba en el hospital de Golfito, logró trasladarse a un centro de salud de la capital como jefa de microbiología.
Se mudaron al Alto de Guadalupe, en Goicoechea.
Cuando se graduó de bachillerato pensó en estudiar veterinaria. El día que iba a obtener información de la carrera se encontró con una amiga, Paola Villalobos, que iba para una escuela de cocina.
—Voy a hacer un curso de cocina navideña— le dijo Paola.
Datos vitales |
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Empresa: Batú. |
Fundador: José Andrés Castro González. |
Fundación: 2014. |
Ubicación: Moravia. |
Colaboradores: uno. |
Productos: jaleas, mermeladas (de tomate, albahaca, de piña, pimienta rosa), salsas de caramelos, salsa de chocolate, salsas picantes y café aromatizado sin preservantes y con ingredientes naturales. |
Precios: varían de entre los ¢3.500 a ¢4.500. |
Servicios: catering para eventos como cumpleaños, bodas y baby showers. |
Contacto para compras o contratación de servicios: mediante redes sociales Facebook e Instagram. |
El curso se realizaba en una academia llamada Arcam, fundada por el chef Henry Argüello, y ubicada en Moravia cerca de donde en la actualidad está el centro comercial Lincoln. José Andrés también se matriculó.
Desde niño le atraía la cocina. “Me salían bien las recetas”, confiesa. La práctica la hizo en el Hotel San José Palacio y ahí se quedó trabajando. Pronto surgió otra oportunidad.
En 2009 viajó a Argentina a sacar una carrera acelerada de chef en el Instituto Superior Mariano Moreno, localizado en Buenos Aires. Era por seis meses, pero se quedó más tiempo.
En el Mariano Moreno pasaba desde las 7:00 a.m. hasta las 9:00 p.m. todos los días. Cuando concluyó ingresó a un postgrado de alta cocina. Eran otros seis meses más.
Al regresar a Costa Rica siguió un curso de decoración de queques en Rebeca’s Cuisine, ubicado en Curridabat. Ahí también estudió administración y para brindar servicios de catering. De nuevo volvió a trabajar en un hotel.
Esta vez ingresó al Hotel Costa Rica. Los horarios también eran agotadores. Al mismo tiempo se dedicaba a hacer queques con su propio emprendimiento llamado Geeks Cakes & More . Los vendía a familiares y amistades. Y atendía eventos.
En uno de ellos, le pasó una situación que le hizo cambiar todo.
Desmayo
José Andrés se encontraba en el hotel atendiendo un servicio de catering en el desayuno. Pesaba 180 kilos. En media actividad se desmayó.
“Me dio un patatús”, dice. “Se me fueron las luces. Me desperté a los cinco minutos con olor a alcohol. Me hicieron exámenes y salí diabético”.
José Andrés empezó un giro en su vida. Pero no fue fácil. Empezó a caminar como ejercicio. Cambió su alimentación. Modificó los horarios. “Fue un año duro”, recalca.
Por ejemplo, en lugar de los dos litros de gaseosa que se tomaba a diario, siguió el consejo de la nutricionista: solo tomaba un vaso por semana y le mezclaba dos dedos de agua. Llegó a aborrecer la gaseosa. ¿Y seguiría trabajando en hoteles con los largos horarios?
En una fiesta con sus amigos confesó en voz alta que quería cambiar el nombre de su emprendimiento. Ya tenía claro que debía producir alimentos sanos. Alguien le sugirió buscar una palabra cabécar y bribri. Recurrieron a Google.
Entre los resultados salió Batú. Significa “negro”, “oscuro”. Y eso le hizo recordar como lo llamaba su abuela. Pero no dio el paso de manera inmediata.
A finales de 2019 creó el restaurante Trillos, en Barrio Escalante, junto con Danilo Oconitrillo, un empresario con experiencia en este sector y padre de una amiga de José Andrés, Ana Victoria. Pero a los cuatro meses se decretó el confinamiento por la pandemia. El restaurante cerró.
Del confinamiento a las ferias
José Andrés empezó a hacer panes artesanales pensando en llevarlo a los clientes que estaban en confinamiento también.
La coyuntura fue propicia para los emprendimientos y negocios que ofrecían productos para entrega a domicilio. Unos días pasaba cocinando y otros haciendo las entregas. Poco a poco amplió el menú.
Al salir del confinamiento empezó a asistir a diferentes eventos para emprendedores y pymes.
Recibió la invitación para participar en una feria y se llevó una creación propia de chile, que se podría utilizar para darle sabor a las comidas.
Pensó en un producto que no fuera invasivo y que tampoco le quitara el sabor a los platos. Así nació la salsa jalapeña. Luego la caribeña. También las mermeladas. Y el café.
El café lo compra a una familia productora de Dota, en la zona de Los Santos. Cuando ellos lo van a tostar le integran los ingredientes. Luego lo procesan.
José Andrés comercializa sus productos a través de redes sociales y en las ferias de emprendedores.
Para el Día del Padre, en junio, estuvo en la del centro comercial Expreso, en Colima de Tibás. Siguió en otra del Día de la Madre en el club El Castillo, en San Rafael de Heredia.
Todo eso le sirve para darse a conocer. Él piensa que ya está alcanzando ese objetivo.
Su nuevo propósito es obtener los permisos sanitarios y llevar sus productos a los supermercados.
Confía que los consumidores podrán distinguir entre otras salsas y las suyas que son naturales. Como su salsa caribeña, que lleva tomillo, orégano, ajo y vinagre de manzana.
Las ferias y la atención de eventos con su servicio de catering lo mantienen muy activo y muy ocupado. Para diciembre, por ejemplo, ya está pensando en crear un rompope y en un chiliguaro, siempre en la línea natural. Todo eso es lo que le encanta.
Muchas veces le preguntan y lo cuestionan por haber dejado los trabajos en el hotel donde ganaba bien. “No me hacía feliz”, afirma José Andrés.
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