Monserrat Alvarez siempre escuchó sobre el negocio que había tenido su bisabuelo y cuando tuvo que elegir una especialidad en el colegio se decidió por negocios. El proyecto lo convirtió en su emprendimiento Cat & Dog. También empezó otra idea para una aplicación en salud.
Su ímpetu no decae, ni siquiera cuando alguien la ve muy joven para sus empresas. Dos son las razones que la mantienen con sus proyectos.
“Quisiera motivar a más personas. Que si tienen una idea de negocio, no se esperen a tener 30 o 40 años de edad”, recalca Monserrat.
Monserrat es de El Carmen de Guadalupe. Estudió en el Liceo Laboratorio Emma Gamboa, cuya gestión está a cargo de la Universidad de Costa Rica. Se graduó en 2020.
Ahí tenía que elegir un curso para desarrollar un proyecto. El curso de negocios y el proyecto de mascotas eran la elección natural.
Ella siempre había escuchado que su bisabuelo, Edgar Navarro (q.e.p.d), había tenido una empresa con la cual sacó adelante a la familia. Su esposa, Ofelia Hernández, realizaba sus propias ventas como costurera para obtener ingresos propios que le permitieran comprar lo que necesitaba e incluso viajar.
Con lo de las mascotas, la decisión también se caía por su propio peso. En la casa —que comparte con su madre, Sue Ellen Sequeira, y su padrastro, Gustavo Gutiérrez, ella trabajadora social y él informático que trabajan en el Hospital San Juan de Dios— actualmente tiene cuatro gatos. En algún momento llegó a tener diez.
Y un tercer factor que la impulsó es que a Monserrat le gustaba la química. El curso era la oportunidad para desarrollar un producto con apoyo de una persona asesora en los laboratorios de la UCR.
Para ella también fue muy significativo el apoyo de su profesora Cristina Aguinaga. “Es una de mis mayores inspiraciones”, dice Monserrat.
Junto con los compañeros que habían elegido el curso de diseño gráfico se trabajaba en las etiquetas de los productos. La iniciativa no se detuvo por la pandemia.
El proyecto continuó de forma virtual y, cuando se graduó, Monserrat decidió seguirlo. Pero necesitaba aliados. Ella reconoce que no tiene los conocimientos que se necesitan para el desarrollo de los productos.
Encontró el apoyo de varios veterinarios y una asociación de encargados de bañar mascotas.
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Al principio eran shampoos genéricos, antipulgas, y conforme fue avanzando la iniciativa aparecieron más necesidades que les planteaban los veterinarios, los bañadores de perros y otras personas, empezando porque se requería un producto para cada tipo de pelaje. El desarrollo de cada nuevo producto tardó hasta ocho meses.
Monserrat explica que los productos de Cat & Dog son naturales, fabricados con aceites esenciales y materia prima local, sin sales ni sulfatos, enfocados en el cuidado y limpieza de las mascotas.
Actualmente produce y comercializa cuatro tipos de shampoos enfocados en mantener sus colores, limpieza profunda y fortalecimiento del pelaje, todos con propiedades antipulgas.
Para gatos tiene perlas para reducir la humedad y el mal olor en el arenero, así como para solidificar el vómito o la orina. También ofrece un bálsamo para las patas, narices y codos. Los clientes pueden encontrarlos en la página web y las redes sociales del emprendimiento, la tienda para mascota TobiPets y actualmente en tres tiendas de veterinarios.
“Es una alternativa natural para darle una mejor calidad de vida a las mascotas”, dice Monserrat.
Le han escrito propietarios de mascotas que tienen algún padecimiento. En estos casos, los ve con el veterinario para crear un shampoo personalizado.
Las primeras ventas fueron en 2021 a compañeros de trabajo de la mamá en el Hospital. Poco a poco se difundió la información y en ese año publicó su perfil en redes sociales. El sitio web lo hizo ella misma al año siguiente, a partir de plantillas disponibles en las plataformas.
También ha participado en ferias de productos para mascotas e incluso promovió sus productos en restaurantes, aunque se dio cuenta pronto que ese no era el sitio para promoverlos.
El año pasado empezó la búsqueda de puntos de venta en veterinarias y guarderías de mascotas, que son sitios naturales para este tipo de productos pues ahí llegan los dueños con sus gatos y perros.
Convencer a los encargados de que le den una oportunidad no es fácil y la introducción de los productos implica un proceso más cuesta arriba de lo que pensó. Monserrat primero le entrega el producto para que lo prueben y luego ven las posibilidades de distribución.
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El proyecto empezó a caminar cuando Monserrat ingresó al Instituto Tecnológico de Costa Rica, en ingeniería industrial, donde lleva de seis a nueve cursos por cuatrimestre.
Se decidió por ingeniería industrial luego de analizar también química, pues —aunque le gustan las matemáticas y la química desde siempre— con industrial ve temas de desarrollo de los negocios: procesos, producción de productos, gerencia, contabilidad.
No es su única actividad personal. Empezó a trabajar en TobiPets, colaborando en mercadeo y análisis de datos.
La ventaja que tiene es que en TobiPets puede realizar sus tareas de manera remota y con el TEC recibe algunos cursos virtuales y solo tiene que ir a los laboratorios, que sí requieren presencialidad. Ahora también está con otra idea de negocios.
Con apoyo del programa Yo Emprendedor quiere desarrollar una aplicación con la cual la familia de una persona enferma pueda informarse de los cuidados, medicamentos, citas médicas y otros detalles de su cuido, de forma que puedan turnarse sin inconvenientes y sin conflictos.
La app tendrá también un blog en el cual una psicóloga brinda consejos para la aceptación de la enfermedad y para pasar el duelo, datos de servicios de emergencias cercanos. “Muchas veces la enfermedad de uno de los miembros suele separar a las familias”, dice Monserrat. “La idea es que la aplicación ayude a conectarlas”.
La juventud le ayuda a mantener el ritmo que exigen tantas actividades, aunque no es una ventaja del todo. “La gente no te toma en serio”, dice Monserrat. “Cuando comencé tenía 18 años y vi que las personas pensaban que para uno era un juego”.
Algunas personas no le responden después de una visita. Ni siquiera le dicen que no. Ella optó por no dar información personal en sus correos electrónicos (antes les escribía y les comentaba sobre su edad, pensando que sería una forma de que le dieran la oportunidad).
Cuando visita a veterinarios o encargados de hoteles y guarderías de mascotas, la ven con desconfianza y le preguntan quién es el dueño de la empresa.
Después de salir dos veces en programas de televisión, donde presentó los productos, no faltó quien la quisiera estafar (no lo lograron).
Entonces, ella cambió la táctica.
En algunas visitas ahora va acompañada por un tío, David. Se ponen de acuerdo qué hará y qué dirá cada uno.
En otros casos primero contacta a los clientes potenciales a través de correo electrónico, redes sociales o WhatsApp, les habla de los productos, concerta la cita y va con David o solamente va él.
Monserrat no desmaya en su empeño, a diferencia de otros compañeros del colegio que no lograron continuar.
Ella insiste que en secundaria se debería enseñar a las personas sobre cómo tener una empresa, los registros y trámites que se deben hacer, y así generar empleo. Tiene claro, sin embargo, que hace falta más: la motivación.
“La profesora, Cristina, siempre nos decía que antes de trabajar para alguien más, había que intentar crear la propia empresa. A mí me mueve el querer continuar el legado del abuelo. También me motiva mi hermana de cuatro años, Lucía: que ella no me vea rendida”.