Los lunes de cada semana —después se pasaron a los miércoles— un grupo de agricultores de productos libres de agroquímicos realizaba una feria en el salón comunal de La Fortuna, en San Carlos. Tenían un comité para elegir a los participantes y, además, para cobrar el costo que se pagaba a la Asociación de Desarrollo Comunal.
En cada feria, desde marzo de 2018 y hasta la pandemia, también se llevaba un músico de Fontunarte, que promueve actividades culturales en la localidad. A veces, incluso, un turista que sabía cantar y tocar algún instrumento musical. Se les pagaba con una canasta de productos. La idea era atraer consumidores.
La feria se llamaba Biomercado —actualmente y desde el 2020 se realiza en línea, con entregas a domicilio en la zona— y cada productor llevaba su mesa, un mantel y sus productos. Se vendían jabones naturales, especies, aceites, verduras y hortalizas, entre otros productos; todos libres de agroquímicos.
Annyi Segura y José Miranda, los fundadores de Dulú, también participaban y vendían ahí la bebida natural de kombucha. Empezaron a producirla para la casa y pronto la llevaron a la feria. Estaban contentos. Recibían buenos comentarios de los clientes, muchos de ellos turistas extranjeros.
Nada los hacía prever que en poco tiempo estarían vendiendo en una tienda de productos de macrobiótica ahí mismo en La Fortuna, primero, y luego en otras tiendas similares y restaurantes en San Ramón, Alajuela, Heredia y San José, así como en línea. Ahora sus planes son ir a supermercados y hasta exportar.
“Hay que ir poco a poco”, dijo Annyi. “Primero hay que consolidar el mercado aquí”.
La kombucha es una bebida probiótica, natural, gaseosa y refrescante. Se elabora con base en té negro y a partir del scoby, una mezcla de microorganismos, levaduras y bacterias. Es considerada como un superalimento en el mercado mundial, especialmente en Canadá, Estados Unidos y Europa. En Costa Rica apenas se van dando a conocer.
Localmente la producción y comercialización de bebidas de kombucha están a cargo de emprendimientos innovadores en el sector de alimentos como Bella Bucha, Mucha Bucha Kombucha y Kombucha Culture, entre otras. Estas empresas también diversifican sus catálogos en bebidas fermentadas naturales.
Dulú misma, que tiene 10 sabores de kombucha, ya produce y vende otra conocida como Ginger Beer y desarrolla otra de hidromiel, que espera tener en el mercado a finales de 2024.
De la casa a la feria
Annyi conoció a José debido a que su hermana mayor Kelly era compañera de él en los cursos de inglés en el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) en San Carlos.
Ellas son oriundas de Coopevega, cerca de Crucitas y de la frontera norte. Él viene de San José de la Montaña, cerca del Parque Nacional Juan Castro Blanco ubicado al este de Ciudad Quesada.
Annyi estudió inglés en la Universidad Católica y en la Universidad Estatal a Distancia en las sedes de Ciudad Quesada. Luego trabajó en un proyecto de prevención del VIH en la zona, que financió el Fondo de Población de las Naciones Unidas.
José estuvo en la Escuela Centroamericana de Ganadería, en Atenas, estudiando producción animal y luego fue administrador de una finca de producción orgánica en La Fortuna. Después estudió contabilidad y también inglés en el INA, donde conoció a Kelly y, a través de ella, a Annyi.
De familias dedicadas a la producción agropecuaria, ambos siguieron actividades relacionadas. Un día José llamó a Annyi para decirle que en la finca experimental donde él trabajaba en La Fortuna había una vacante para alguien que hablara inglés. Annyi fue y empezó a trabajar ahí. Era un trabajo de guía turística. Se casaron hace 17 años.
Aunque vivieron un tiempo en San José de la Montaña de Ciudad Quesada, regresaron a La Fortuna. José ingresó al The Springs Resort & Spa como salonero y compraron una casa en Sona Fluca, un asentamiento campesino ubicado a 10 minutos. Fue cuando uno de los hijos empezó a mostrar problemas estomacales.
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José y Annyi tienen tres hijos: Jeaustin, José Angel y Jake. Ella se hizo cargo del trabajo en la casa. En el asentamiento los campesinos producen libre de agroquímicos y organizan una feria en La Fortuna llamada Biomercado. Por los problemas estomacales del hijo menor probaron la kombucha. Un amigo les dio el scoby y otro, que es chef, les ayudó con la receta.
La idea inicial fue producir la bebida kombucha para consumo familiar. Empezaron con dos sabores (jengibre y jamaica). Luego la llevaron a la feria para ofrecerla con otros productos que cultivaban en Sona Fluca.
Al Biomercado, que se realizaba aparte de la feria tradicional de agricultores de La Fortuna, llegaban a comprar los vecinos de la zona. También los comerciantes, que requieren productos para sus restaurantes, hoteles y hospedajes. Y otro grupo son los turistas norteamericanos y europeos. Ahí les empezaron a comprar kombucha.
Ni Annyi ni José pensaban en ninguna marca, empaque o etiqueta para las botellas que llevaban de kombucha. Era todo muy artesanal y espontáneo. José también trabaja como educador en el Colegio Técnico y Profesional de La Fortuna, dando clases en el área agropecuaria. El ingreso obtenido era complementario. Y vendiendo ahí les dieron una sorpresa.
La propietaria de una macrobiótica de La Fortuna, Ángel Azul; que ahora se dedica a la comercialización de productos naturales, les dijo que le vendieran kombucha, pero con una condición.
La condición para venderle a la macrobiótica era que le pegaran unas etiquetas pequeñas a las botellas donde indicaran el sabor de la bebida de kombucha. Y así lo hicieron. No fue el único paso que debieron dar.
“Ese día fue para mí muy importante. Nos quedamos así, wow, es una gran oportunidad. Alguien nos abrió las puertas”, recuerda Annyi.
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José y Annyi empezaron a sacar los permisos de salud, municipales y para pequeñas empresas. Los trámites les obligaron a crear un espacio acondicionado y adquirir los equipos para la producción. En lugar de un bidón (de ocho litros) donde se fermentaba la bebida, se pasó a unos cilindros de acero inoxidable de 100 litros en total por semana. Además, instalaron unos paneles solares —con apoyo de Coopelesca— para el cuarto frío y la planta.
Los recursos para equiparse los obtuvieron de diferentes fuentes. Recurrieron a un programa de pequeñas empresas de Coocique, a través de la sucursal de La Fortuna, y a la iniciativa Crecimiento Verde, de la Promotora de Comercio Exterior (Procomer). Con todo eso, las ventas se limitaban a la zona de La Fortuna.
Cuando ya tenían todos los equipos y las condiciones para ampliar la venta de la kombucha, se vino la pandemia.
Datos vitales |
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Empresa: Dulú. |
Fundadores: Annyi Segura y José Miranda. |
Fundación: 2018. |
Ubicación: Sona Fluca en La Fortuna, San Carlos. |
Productos: kombucha (10 sabores) y ginger beer (2 sabores); hidromiel (en desarrollo). |
Precios sugeridos: entre ¢1.900 y ¢2.500. |
Instalación: plantas de procesos, lavado y desinfección y cuarto frío. |
Recomendación emprendedora: “No dejen de soñar. No dejen de crecer. A veces es difícil. Lo sé, es difícil. Es muy difícil tener que ocuparse de todo, pues la mayoría somos amas de casa y tenemos familia”. |
Obligados a ampliar el mercado
José y Annyi vendían los dos sabores de kombucha en la feria en La Fortuna. Con los permisos obtenidos, que garantizan la inocuidad, y la marca, ahora les era más viable vender por medio de otros canales.
Buscaron una marca que hiciera referencia a lo natural. Tanto José como Annyi, además de su formación y experiencia en actividades agrícolas, estaban acostumbrados a las medicinas y tratamientos naturales que heredaron sus familias de las abuelas.
La abuela de Annyi, Carmen Isabel Segura (q.d.e.p.), utilizaba plantas medicinales para remedios cuando alguién en la familia se sentía mal. Esa inclinación a los productos naturales, el desarrollo de la agricultura orgánica y las nuevas tendencias a la alimentación más saludable determinó cuál marca usar.
Y aunque en la zona la población indigena más numerosa son los guatusos o malekus y los bri bri son de la zona sur, Annyi explicó que les gustó mucho el significado de Dulú: “arcoiris” en bri bri.
Ya tenían clientes: hoteles y restaurantes les compraban kombucha. Además, ya estaban produciendo las bebidas Ginger Beer. Y se vino la pandemia. Todos los negocios cerraron.
“Estábamos con la inversión y terminando el cuarto frío”, dice Annyi. “La Fortuna era un pueblo fantasma”.
Los turistas salieron del país hacia sus lugares de origen. Las fronteras se cerraron en Costa Rica y en otros países. Y muchos hoteles y hospedajes se quedaron sin clientes. Lo mismo pasó con los restaurantes y otros negocios. Además, la población local estaba bajo confinamiento.
José tenía su empleo como docente, lo que aseguraba el ingreso necesario. Pero la empresa no podía quedarse paralizada en el punto de salida. Hacían entregas en casas en Ciudad Quesada y otros lugares de la zona norte, primero. Siguieron a otros lugares.
San Ramón fue otro destino cercano. También fueron a Alajuela, Heredia y Escazú. La aceptación fue inmediata. Los consumidores en Costa Rica también empezaron a conocer más la bebida de kombucha. Y, además, la consumían ya como parte de la búsqueda de alternativas naturales y saludables para su alimentación.
La tendencia a un estilo de vida y una alimentación más sana creció desde el año 2020. Fue un punto de quiebre. Buena parte de la población se dio cuenta de los riesgos del consumismo, de los productos químicos, de los plásticos y los desechos no orgánicos.
Y especialmente de la vulnerabilidad que tenemos ante acontecimientos que no se pueden controlar, como una epidemia. Para productos como los de Dulú era y es un buen momento.
Annyi y José diversificaron los sabores de la kombucha, crearon la Ginger Beer y ahora están con hidromiel.
De la kombucha, Annyi destacó tres sabores: zacate de limón con pitahaya, jengibre y de frutos rojos (fresa, mora y flor de jamaica), las cuales —unas más, otras menos— son muy digestivas, diuréticas, antioxidantes y fortalecen el sistema inmunológico. Los insumos se cultivan y se compran a proveedores de la zona.
El Ginger Beer no es cerveza ni contiene lúpulo, malta o cebada. Es una bebida gasificada que se genera a partir de la fermentación de jengibre, azúcar y agua, que puede usarse en coctelería. La ofrecen con sabor a jengibre y a jamaica.
Y el hidromiel, en desarrollo todavía, es una bebida fermentada de miel de abeja y agua con levaduras, antecesor del vino y utilizada por los vikingos. Esperan lanzarla antes que finalice el 2024.
A nivel de comercialización, los planes siguen.
En la actualidad están realizando las gestiones para obtener el código de barras y así tocar las puertas de las cadenas de supermercados. Y el sueño es exportar. Aunque Annyi sostiene que van paso a paso. Primero consolidar los actuales puntos de ventas, luego los supermercados y más tarde ir al exterior.
“No nos vamos a quedar en pequeño”, dijo Annyi. “La idea de nosotros es siempre crecer, seguir hacia adelante, mejorar en muchas cosas, porque tenemos muchas oportunidades”.
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