Un día Ligia Álvarez iba por los pasillos del supermercado y le confesó a su esposo, Eduardo Zúñiga, que quería tener los productos de su empresa Manos Creativas en Más X Menos y Walmart.
Ella inició su empresa después de una extensa incapacidad laboral, sorprendida por la cantidad de bolsas de plástico que se usan en los hogares. “La gente debe ver que sí hay sustitutos para plásticos de un solo uso”, dijo Ligia.
Su emprendimiento Manos Creativas produce Enceraditas, unos envoltorios confeccionados con algodón, cera de abeja, resina de árbol, aceite de semilla e impermeabilizables para guardar alimentos en el refrigerador, mantenerlos frescos y que duren más.
Asimismo, produce Paneras, unas bolsas de algodón orgánico para sandwich, snacks y pan fresco baguette; y las Meshies, unas bolsas de tela 100% poliéster de malla delgada para guardar perecederos en la refrigeradora, que permiten al producto respirar sin mantener la humedad y alargando la vida útil de los alimentos.
El catálogo se complementa con un lavaplatos natural y biodegradable, almohadillas de algodón para quitar el maquillaje y salsas de chile certificadas keto y naturales.
La preocupación por el ambiente y la salud se consolida como demanda del mercado. Un estudio de Deloitte indica que el 42% de los altos ejecutivos corporativos ve el cambio climático como uno de los “tres principales problemas”. El 61% espera que impacte sus estrategias y operaciones en los próximos tres años.
Otro estudio de la misma Deloitte advierte sobre las demandas de las nuevas generaciones en la sustentabilidad y el bienestar.
Desde San Ramón
Ligia es oriunda de San Ramón de Alajuela. Al graduarse de secundaria en 1996 estudió para asistente dental en la Universidad de Costa Rica y trabajó en este oficio durante algún tiempo.
Después se casó, en 2002, con Eduardo, quien es administrador y propietario de una empresa de construcción. Tienen dos hijas, Pilar y Lucía.
Ligia pronto pasó a una empresa de transporte de carga internacional, donde fue gerente de ventas, y sacó una maestría en el INCAE en 2015. Los extensos horarios (hasta las 8:00 p.m.) le pasaron la factura.
La incapacidad, por una enfermedad autoinmune que la tuvo incluso internada, se extendió cuatro años. Fue cuando se dio cuenta de los malos hábitos de consumo y de vida que tenemos en la sociedad. Entonces pensó en tener su negocio.
Ella viene de una familia emprendedora. Su padre Javier Álvarez es comerciante en San Ramón y su madre Ana María Paniagua tuvo una empresa de ropa, que cerró debido a las tiendas de ropa de segunda mano. Sus tres hermanas también tienen sus propias iniciativas.
La hermana mayor, Gabriela, trabaja en una empresa y también vende ropa. Al igual que la hermana menor, María Luisa. Y Mariana tiene la fábrica de salsas Santa Chilera que comercializa Ligia.
“Siempre hemos tenido esa vena emprendedora”, recalcó Ligia, quien tuvo una tienda de manualidades. La idea del nuevo negocio surgió mientras se recuperaba.
Ligia confiesa que antes le caía mal la gente que reciclaba y que pregona sobre el medio ambiente. Como trabajaba de 7:00 a.m. a 8:00 p.m. en la empresa de carga, Ligia pasaba al supermercado, compraba y dejaba todo a cargo de la trabajadora doméstica.
Estando incapacitada, y por la misma enfermedad, se dio cuenta de los malos hábitos de consumo y de vida, de la gran cantidad de bolsas de plástico que se usa y de los residuos que consumimos las personas.
“Nos comemos al mes el equivalente a una tarjeta de crédito en micropartículas que vienen de todos los productos con plásticos”, afirmó Ligia. Dió un cambio en su vida. “Me bio-inventé”, dijo. También reinventó la rutina.
¿Por qué no utilizar bolsas de tela para las meriendas? ¿Dónde conseguirlas? ¿Y si las hace para vender? Investigó el mercado. En Nueva Zelanda encontró las enceraditas, que son una bolsas fabricadas con insumos naturales y sustituyen el plástico. Se decidió.
El 31 de mayo del 2019 se acababa la incapacidad. La doctora le aceptó, ya recuperada, no incapacitarla más. Ligia tenía un proyecto.
Datos vitales |
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Empresa: Manos Creativas |
Fundadora: Ligia Álvarez Paniagua |
Fundación: junio de 2019. |
Ubicación: Getsemaní, Heredia. |
Colaboradores: 4 actualmente y en época de mayor demanda hasta 10 personas. |
Tercerización: contrata de 2 a 3 microempresas para maquila de productos. |
Productos: volturas de tela de algodón y poliéster para sandwich y pan, bolsas reutilizables para llevar frutas o verduras y objetos personales, envoltorios de cera de abeja para refrigerar, salsas de chile keto y 100% naturales sin químicos, y almohadillas de algodón para limpieza de maquillaje. |
Precios: varían según el producto; desde ¢2.500 a ¢9.000. |
Comercialización: en Walmart, Más X Menos, Peri, Yamuni y mercaditos a granel, así como en redes sociales y sitio web. |
Recomendación de emprendedora: “Uno se enamora del proyecto y se ciega. Hay que tener alianzas con otras personas y emprendedores, compartir, y buscar ayuda en instituciones que tienen programas para pymes y en empresas grandes”. |
Otras actividades: Ligia da clases de inglés en secundaria. Actualmente en el Colegio Laboratorio en San Rafael de Heredia. |
Inicio
Seis días después realizó los trámites del negocio ante el Ministerio de Hacienda y la Caja Costarricense del Seguro Social. Ligia inició la producción de las enceraditas en la casa. “Jamás creí que fuera a crecer tanto”, dijo Ligia. Ni que todo se diera tan rápido.
En noviembre participó en la ExpoPyme, organizada por el Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC) en el Centro de Convenciones, pues una señora inscribió dos stands y le cedió uno. Además, Ligia se inscribió en el concurso Startup Weekend, organizado por el Programa Semilla y compitió contra otros 300 proyectos.
La seleccionaron entre 50 semifinalistas, primero. Después, entre las 10 finalistas. Y ganó. Tenía barra. El esposo de Ligia, las hijas y las hermanas llegaron para ayudar en el stand y estaban presentes cuando la anunciaron como la elegida.
“Fue como renacer”, confesó. “La gente no entendía por qué tanta bulla, que yo venía de estar cuatro años de la enfermedad”. Se abrieron varias puertas.
En el Observatorio de Mipymes de la Universidad Nacional Estatal a Distancia (UNED), el laboratorio de innovación de la misma UNED, ProLab (para la fórmula de los productos), el concurso Yo Emprendedor (donde obtuvo un reconocimiento como BioEmpaques) y en el Programa Crecimiento Verde, donde obtuvo financiamiento no reembolsable para una máquina.
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Este último, que contabiliza 270 emprendimientos apoyados hasta 2023, es impulsado por la Promotora del Comercio Exterior de Costa Rica (Procomer), con el respaldo de la Fundación CRUSA, el Sistema de Banca para el Desarrollo y el Instituto Nacional de Aprendizaje. No se quedó ahí.
En el mismo 2019 obtuvo los sellos Esencial Costa Rica de Procomer y Pymes del MEIC. Tenía todo eso cuando empezó la pandemia. Entonces surgieron otros negocios, aunque temporales.
Cuando el ministro de Salud en ese momento, Daniel Salas, explicó las condiciones de las mascarillas para ser seguras, Ligia se dio cuenta que podía hacerlas y empezó a pelotear con su familia unas mascarillas biodegradables. Lo hicieron.
Las ventas se dispararon. Contrató a ocho señoras vecinas que estaban sin empleo y exportó a Bélgica y Perú. Hasta una universidad privada le hizo un pedido para una graduación. Entonces Ligia se dio cuenta que tenía un problema de espacio.
En pocos días sería peor, porque la máquina venía en camino. Recurrió al Fondo de Desarrollo para la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (Fodemipyme), obtuvo financiamiento y acondicionó un contenedor para taller.
Cuando la actividad volvió a la normalidad, ella ya vendía las Enceraditas en tiendas como Yamuni, en otros comercios pequeños y en mercaditos. A Walmart ingresó a finales del 2022.
En supermercados
Un día Ligia y Eduardo hacían las compras en un supermercado. Ella veía las góndolas. “Qué chiva. ¿Cómo será tener mis productos aquí?”, comentó. No se quedó con la idea. Escribió un correo a Walmart y le respondieron.
“La gente me dice: ¿vernderle a Walmart? Jamás, es como venderle al diablo’”, dijo Ligia. “Da miedo, sí. Pero hay alguien detrás de una computadora”.
La invitaron a participar en Una Mano para Crecer, un programa para convertir pequeñas empresas en proveedores de los supermercados. Actualmente hay 184 negocios en ese programa y con productos en las tiendas de los diferentes formatos de Walmart. Hay apoyo también en diferentes áreas.
Ligia recibió cursos y visitas de mentores de Walmart, a partir de los cuales implementó mejoras en contabilidad, mercadeo digital e imagen y producción. Entrega los productos en el centro de distribución en Alajuela, desde donde se llevan a los puntos de venta. Ligia lleva ya dos años en el programa.
Ingresó con los sustitutos de plástico (las Enceraditas, las Paneras, las Meshis) y en este año 2024 está con las salsas, el lavaplatos biodegradable y espera pronto ingresar las almohadillas. Cada uno tiene un significado especial para ella.
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Las salsas son fabricadas por Mariana, su hermana. Mariana estaba perdiendo el entusiasmo en emprender, por las dificultades que enfrentaba en la venta de las salsas.
Las almohadillas son un invento de su hija Pilar, que inició el proyecto cuando todavía estaba en el colegio (actualmente está en Irlanda para perfeccionar el inglés).
A Pilar se le ocurrió porque todas las noches se lava la cara y le incomodaba el derrame del líquido por los brazos y el pelo. Creó una vincha y una muñequera. Ya lo vendieron en varios lugares. El siguiente paso es empacarlos y venderlas en supermercados.
El empaque es una caja fabricada por otra pequeña empresa de Ciudad Colón. “De China se pueden traer más baratas, pero yo creo en las alianzas”, dice Ligia.
Y el lavaplatos es creado por una empresa de jóvenes ubicada en Barva, está certificado y se comercializa con la marca de Manos Creativas.
Ligia presentó los tres nuevos productos en la Expo Walmart, realizada a principios de año en Parque Viva. Ella piensa que puede ir más allá.
Con Walmart tiene la oportunidad de comercializar los productos en la región. No solo eso.
Ligia quiere que, al igual que muchos otros productos de grandes compañías, los suyos también estén en las pulperías y que sean una necesidad por la mayor conciencia de las personas con el ambiente.
“Un día pasé y miré los productos en el supermercado”, dijo Ligia. “Aquí están. Ya estamos más cerca de la gente”.
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