Iván Esquivel y Tatiana Marín vendieron galletas y bancos de madera al inicio de la pandemia. La familia les ofreció un edificio que también quedó vacío. Lo aprovecharon de inmediato.
Lo convirtieron en un coworking, que ahora lleva la marca Cluster, dirigido a profesionales independientes, emprendedores, pequeñas empresas y firmas que requieren espacios para sus colaboradores.
Ofrecen además un modelo para crear más coworking a propietarios de inmuebles que no pueden alquilar en oficinas. La opción se convirtió en el tobogán para su crecimiento.
La clave: brindar oportunidades de networking y de trabajar en lo propio junto con otras personas, con las que pueden compartir y hasta celebrar cumpleaños. “El ambiente es uno de los temas principales para todas las personas”, dice Iván.
Iván es oriundo de Cartago. De niño vivió en Pérez Zeledón. Su padre, Oscar, se trasladó a la zona sur a trabajar como ingeniero mecánico en Pindeco, una compañía dedicada al cultivo y exportación de piña.
Cuando tenía cuatro años, Iván, su padre, su madre Marina Peña y sus dos hermanos regresaron al Valle Central.
Viviendo en Lomas de Ayarco, Iván y sus hermanos estudiaron en el Colegio Angloamericano. Su padre y su madre realizaron un esfuerzo para que estuvieran en un centro donde aprendieran inglés.
Óscar trabajaba en Mudanzas Mundiales. Luego en la gasolinera de la familia en Cartago. Estuvo también en el banco Interfin. Actualmente está pensionado
Marina es psicóloga. Iván la recuerda siempre como muy emprendedora. Fabricaba y vendía canastas para empresas.
Ella estudió psicología cuando se dio cuenta que muchas familias necesitaban ayuda en atención, conducta y aprendizaje de sus hijos.
Sus servicios empezaron a aumentar. Se unió con otras profesionales en campos asociados, como psicopedagogía, nutrición, terapia de lenguaje y psiquiatría, entre otros.
En 2002 construyó un edificio en Pinares para consultorios de profesionales asociados.
Ahí llegó Iván más tarde. Él había estudiado ingeniería electrónica en el Instituto Tecnológico de Costa Rica, en la sede central de Cartago. Al graduarse ingresó inmediatamente a trabajar en Intel. Estuvo ahí dos años.
Renunció a Intel y empezó a ayudar en la administración del complejo de salud integral de su madre. Entonces estudió administración en la Universidad Latina. Cuando terminó esta otra carrera le salió una oportunidad.
Era una beca para estudiar gestión de pequeñas empresas en la EAE Business School en Barcelona, España. Era un medio tiempo. Iván calculó que sus ahorros le alcanzarían para unos meses. Estando allá, empezó a buscar empleo. Repartía más de cien curriculums por día. Iba en patines.
Lo llamaron de varios sitios. Pero había un problema. La visa de estudiante no se lo permitía. Apareció una empresa que contrataba personal sin papeles. Brindaba servicios de outsourcing para eventos en hoteles y centros de convenciones. Concluyó el máster y regresó a Costa Rica.
Se incorpora de nuevo al negocio de su madre. Implementaron algunos cambios. Al mismo tiempo, Iván se replantea lo que quería hacer. Le vuelve a salir otra oportunidad con la misma EAE: un máster en administración de negocios.
Esta vez era en Madrid y a tiempo completo. Gestionó un financiamiento con la Comisión Nacional de Préstamos para Educación (Conape) y vuelve a irse.
Allá conoce a Tatiana, una costarricense oriunda de Escazú.
LEA MÁS: Gracias. es el ‘cowork’ para emprendedores y profesionales que amplía servicios a empresas
Tatiana había estudiado relaciones públicas y fotografía en las universidades Latina y Veritas, respectivamente. En Madrid también estaba en un máster de fotografía comercial y de moda.
Ambos regresaron en 2011 a Costa Rica. Al año siguiente empezaron el noviazgo y en 2013 se casaron. Actualmente tienen tres hijos: Julián, Mariano y Belén de seis, cuatro y dos años, respectivamente.
Iván empezó a orientar a las familias que llegaban al centro integral de su madre.
En Madrid se había certificado de coaching en una escuela especializada llamada Tisoc. Ahora, atraído por sus nuevas funciones, se dio cuenta que en el mercado local no había servicios de ese tipo.
Tampoco había cultura en las empresas para contratar servicios de coaching. Le cerraban las puertas. Lo veían “muy hippie”.
No se dio por vencido.
Llamó a Tisoc, que tenía sedes en Colombia y Perú, entre otros países.
—¿Por qué no vienen a Costa Rica?— les planteó.
—¿Y cómo lo harías? ¿Cuál sería el primer paso?— le empiezan a preguntar, como buenos coaches.— ¿Y cómo está el mercado?
El socio fundador de Tisoc vino a San José. Abrieron la sede. Empezaron a brindar cursos y a certificar coaches. Incluso firman un convenio con varias entidades locales. Y se expanden desde aquí a República Dominicana, Guatemala y Panamá. Hasta que falleció el socio de Tisoc.
Cambió la administración en España y se implementaron otras modificaciones en la operación.
Iván ya tenía varias empresas clientes. Decidió, entonces, enfocarse en brindar directamente los servicios de coaching. Ya había mercado. Era 2017, cuando nació su primer hijo, Julián.
Tatiana también estaba enfocada en sus servicios de fotografía comercial. La contrataban las agencias de publicidad y las empresas directamente.
Realizaba trabajos para reconocidas marcas. También para profesionales independientes. Y muchos retratos.
A ambos les iba muy bien. Hasta el año 2020.
Con la pandemia las empresas empezaron a cancelar todos los contratos firmados. Tatiana tenía un contrato para tomar los retratos de cien empleados.
Las cancelaciones llegaron en avalancha. A nadie le interesaba ni las fotografías ni el coaching, aunque el momento ameritaba más acompañamiento personal y profesional y más mercadeo de productos y servicios.
Tatiana empeó a vender galletas si alérgenos. Ya las hacía, pues sus tres hijos eran alérgicos a los lácteos.
Iván hizo una banca para sentarse a amarrarse los zapatos. Un vecino vio la zapatera y le pidió una. Los pedidos aumentaron.
Entregaba los pedidos de galletas, brindaba servicios de transportes mediante la aplicación de Uber y cada noche hacía cinco o seis bancas.
A los seis meses su madre le hizo una propuesta.
LEA MÁS: El trabajo híbrido: cómo lo adoptan BAC, Gensler, Globant y otras firmas en Costa Rica
En el edificio quedaban pocos inquilinos. Les ofreció la sala, un espacio de ochenta metros cuadrados que se usaba para capacitaciones.
Invirtieron unos ahorros, la familia aportó y abrieron un coworking. Fue en octubre de 2020.
Muchas empresas intentaban normalizar las operaciones basándose en el trabajo remoto. No tenían las condiciones para realizar el regreso completo. Además, sus empleados querían mantenerse cerca de sus casas. Entonces solicitaban espacios para sus colaboradores en la zona.
Había profesionales independientes y emprendedores, también, que no podían costear un alquiler fijo de una oficina. Tampoco, los gastos de Internet, agua, electricidad, mantenimiento, recepcionistas y limpieza, entre otros.
El coworking empezó a funcionar con la marca The Workspace. El salón tenía sus puertas abiertas al patio. Era muy ventilado, abierto y muy amplio.
“A la gente le gustó”, dice Iván.
Varios antiguos inquilinos regresaron. Pero solo requerían espacios por unas horas.
Y surgieron otros clientes.
Profesionales que podían trabajar en sus casas, pero no tenían las condiciones ergonómicas o de concentración.
Acudían al nuevo coworking para atender una videollamada o una reunión virtual. Para trabajar con comodidad. Al mismo tiempo, mantenían cierto equilibrio entre su vida laboral y familiar, al estar cerca de sus casas.
Pasaron de ocupar la sala a todo el edificio y sus diecisiete oficinas. Y surgió otra posibilidad.
En mayo de 2022 el padre de Tatiana, Luis, les plantea hacer lo mismo en Sabana Oeste. Tiene un edificio residencial y, en la primera planta, locales comerciales y oficinas.
Una de ellas, de unos seiscientos metros cuadrados, la desocupó un bufete de abogados. La oficina vacía solo generaba gastos.
Llegaron a un acuerdo de inversión conjunta y un modelo de alquiler flexible. Él recibiría ingresos de acuerdo a los ingresos del coworking. Es más rentable que un alquiler fijo. Al año don Luis recibe más del 120%.
LEA MÁS: Se publicaron los datos de empleo: ¿cómo va el teletrabajo: aumenta o disminuye?
Iván y Tatiana ven la oportunidad. El mercado de oficinas no se recupara. Le dieron forma a la idea y estaban listos para explorar posibilidades. Pero surgió un problema.
En octubre de 2022 les llegó una advertencia legal. Un competidor les comunicó que no podían usar la marca The Workspace.
“Ya nosotros habíamos pasado por el proceso de registro de marca”, explica Iván.
Volvieron a consultar. En todo caso, se dieron cuenta del riesgo de pérdida de valor de la marca inicial. Había que cambiarla. Eso dio chance para dar otro paso.
Hasta ese momento las reservaciones de espacios se recibían por medio de WhatsApp y se manejaban en Google Calendar.
Con la demanda en aumento, más de mil reservas al mes, y dos coworking, esa herramienta era insuficiente.
Había que crear una plataforma automática y en línea. Se instalan softwares gerenciales tipo ERP y uno de relacionamiento con clientes tipo CRM, llamado Odoo con apoyo de la desarrolladora Bodytech.
En febrero de 2023 se lanzó el servicio como Cluster, bajo el concepto de un espacio para compartir. Además, la plataforma les da más fuerza para presentarse ante propietarios de oficinas y ante firmas que necesitan espacios para sus empleados.
Actualmente Cluster ofrece espacios de oficina para alquiler, así como áreas de trabajo compartidas y de trabajo flexibles.
Los pueden utilizar psicólogos, abogados, coaches, fisioterapeutas, nutricionistas, ingenieros y arquitectos, encargados de comunicación digital y otras personas profesionales independientes.
Se cuenta con opciones de alquiler por horas y también planes mensuales multisedes de hasta cien horas, incluyendo servicios de recepción, Internet, electricidad, agua, teléfono, áreas comunes y amenidades (café, té, cocina, comedor, limpieza y bodega).
La sala de reuniones se incluye según el plan adquirido.
En el servicio de desarrollar sedes de coworking se ofrece el diseño (a cargo de Tatiana) y la gestión de la construcción, la operación, la plataforma y la comercialización con la marca de Cluster.
Los planes son incrementar las sedes con este modelo, dada la demanda existente especialmente en firmas multinacionales y de zona franca.
En cada caso, se realiza un análisis de factibilidad operativa (si el espacio es adecuado) y financiera (rentabilidad y recuperación de la inversión).
“Hay edificios que llevan tiempo pagando impuestos municipales y cubriendo otros gastos”, dice Iván. “Se pueden aprovechar”
El 2 de octubre próximo abrirán una nueva sede en el complejo de oficinas Trilogía, en Escazú, en alianza con Mercado de Valores. Esta tercera sede surgió de manera casi casual.
Iván almorzaba con uno de los clientes de coaching. El cliente le dijo que conocía a alguien que podría necesitar sus servicios.
Lo contactaron casi inmediatamente. En Trilogía revisaron opciones. Los números daban.
Cuando presentaron la primera propuesta, el espacio fue alquilando. Pasó lo mismo con el siguiente. Y con uno más. Hasta que, por fin, se logró iniciar la remodelación para el coworking.
No es el único en la lista.
Hay opciones para aperturas en Tibás, Cartago, Guanacaste y Pacífico Central. El crecimiento de los sectores industriales, residenciales y de turismo en esas zonas generan una alta demanda. Lo piden nómadas digitales, firmas de abogados, empresas de ingeniería y de construcción.
“Son profesionales que están necesitando un lugar de trabajo, pero no necesariamente un lugar fijo”, explica Iván.
Mientras todo eso fue ocurriendo, se reactivaron los contratos de fotografía de Tatiana. Los de Iván en coaching por ahora tendrá que esperar.