Katherine Malavassi Guzmán, fundadora de la microempresa Sáas Papel Artesanal Fibras Naturales, quiere darse a conocer para obtener apoyo pues tiene retos en financiamiento, producción y comercialización de sus productos.
“Quiero tocar puertas”, dice Katherine.
Ella es de Tres Ríos como su familia. También heredó la vena comercial y emprendedora.
Sabino Guzmán, su abuelo materno, tuvo un edificio con locales comerciales y apartamentos en el centro de Tres Ríos. Víctor Malavassi, su abuelo paterno, una ferretería en San Francisco de Dos Ríos.
La mamá de Katherine, Elvia, se dedicó al trabajo en el hogar y su padre, Víctor, trabajó en un banco. Ambos le heredaron el ánimo para no bajar los brazos nunca y estar produciendo algo siempre.
Cuando Katherine terminó la secundaria, hace 42 años, se dedicó a trabajar en la casa. Desde secundaria había sido novia de José Montoya, quien estudió administración.
Con él vive desde entonces. Tienen un hijo, Nicolás, que está iniciando sus estudios de ingeniería mecánica en la Universidad de Costa Rica (UCR).
El emprender estuvo siempre latente.
Hacía manualidades, creando productos que le gustaban.
Cuando Katherine trabajó en una oficina de contabilidad se dio cuenta de la cantidad de papel que se desechaba diariamente. Se planteó hacer algo.
Llevo un curso de capacitación del Instituto Nacional de Aprendizaje. Su proyecto fue hacer papel artesanal a partir de las fibras de las hojas de la piña.
Conoció, además, a una señora de Sarapiquí que tiene una máquina para desfibrar las hojas de la piña.
La producción del papel estaba solucionada. El desafío es la comercialización. Decidió hacer un alto. Siguió haciendo manualidades. Pero a todo le llega su momento.
Hace dos años retomó el proyecto del papel artesanal. Quería, además, poner un grano de arena.
La generación de papel a partir de las fibras de las hojas es una forma de contribuir a disminuir el impacto de los desechos de la producción de piña.
Para este momento, después de la pandemia, se oía hablar más de la economía circular. ¿De qué se trata a ciencia cierta?
La economía circular es un modelo de producción y consumo que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido.
El ciclo de vida de los productos se extiende, además, según la Unión Europea, que impulsa esta alternativa.
Katherine había logrado producir papel de fibras naturales y de papel reciclado. Lo único que tenía que hacer era hacerlo de nuevo. “Vamos adelante”, se dijo.
Y le dio vida a su proyecto. Lo primero retomando el nombre de la iniciativa: Sáas viene de maya y significa ‘iluminar’ o ‘luz’.
Se registró como pequeña empresa en el Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC) y obtuvo el sello Costa Rica Artesanal que otorga el Instituto Costarricense de Turismo.
El Sello fue creado por el ICT para garantizar a consumidores locales y turistas extranjeros la adquisición de artesanías con identidad, calidad, diseño y adecuadas prácticas ambientales.
En junio de 2023 el Instituto realizó una convocatoria para artesanos interesados en tener el Sello.
Casi una veintena de colectivos artesanales cuentan con una certificación de identidad.
Katherine retomó los contactos. Se capacitó más. Buscó ayuda. Investigó y encontró algunos estudios de la UCR y del Instituto Tecnológico.
Se inspira también en la historia de éxito de Carmen Hijosa, que vendió la empresa que había fundado con su esposo, se graduó en diseño textil en Dublín, Irlanda, se especializó en fibras naturales y, tras ver el impacto ambiental y social de la producción del cuero, empezó a producir y comercializar creaciones a partir de las fibras de piña.
Katherine logró que una empresa de piña de la zona de Sarapiquí le regalara las hojas de la piña. Luego la empresa decidió venderle el material.
El proceso que realiza no es complejo.
Las hojas se desfibran y con la fibra se elaboran las láminas de papel. Después viene la neutralización (que consiste en la eliminación de desechos) y el cocimiento para obtener la pasta (donde utiliza agua de lluvia).
Finalmente, mediante un bastidor, se obtienen las láminas de papel, que se secan al sol. Por mes se pueden producir unas 500 láminas actualmente que sirven para elaborar sobres, tarjetas de presentación, menús de restaurantes y cafeterías, etiquetas, encuadernaciones y otros productos artesanales.
Incluso realizó pruebas de frío para etiquetas de productos de exportación, empezando por las mismas piñas.
Un desafío es el costo. El transporte de las hojas de piña desde la región norte le sube los costos de operación y, al final, el precio.
Katherine dice que la alternativa es llevar el taller de Tres Ríos a Sarapiquí, para disminuir el rubro de transporte de la materia prima.
Para el traslado y la instalación en esa región ella está en búsqueda de fondos, ojalá no reembolsables. El problema es que las entidades a las que recurre le piden estar ya instalada en la zona. Y sin fondos no lo puede hacer.
Eso no la detiene.
Katherine también recicla papel para elaborar papel artesanal de cebolla (se utiliza la cáscara), tomate, ajo y cannabis (se utiliza la raíz).
“El costo de este papel es más cómodo”, afirma.
El papel se obtiene de oficinas, imprentas y otros sitios. Pueden ser cuadernos, por ejemplo.
En este caso se tritura, se licua y se obtiene una pasta o pulpa al que se le integra el material obtenido de la cebolla o de alguno de los otros insumos.
Con el bastidor y una prensa mecánica para comprimir se obtiene la lámina.
La comercialización de los productos la realiza actualmente a través de un hotel ubicado en Guanacaste, que tiene una tienda para venta de artesanías a turistas.
Una pintora de San Carlos también le compra para utilizar el papel en sus acuarelas. Además, le compran para hacer manualidades.
Vende a través de redes sociales, también.
Pero ampliar los canales de comercialización y la venta es un reto para su iniciativa.
Ella tiene la meta de hacer crecer la empresa y brindar empleo a personas adultas mayores y mujeres que requieren trabajo.
Ese es otro objetivo que la mantiene activa en el taller que tiene ubicado en su casa en Tres Ríos.
Repite que ha recurrido a varias entidades. Además de obtener los recursos para instalar el taller y la bodega que necesita en la zona norte, requiere adquirir más maquinaria.
Pero acusa que no obtiene el apoyo para su caso.
“En Costa Rica parece que hay mucho apoyo a las pequeñas empresas”, dice Katherine. “Pero, a la vez, es muy poco. No hay lo que uno necesita. Cuesta mucho”.