Corría el año 2015. Cientos de migrantes sirios se dirigían a Europa, y especialmente a Alemania, con la intención de escapar de la guerra y buscar una mejor vida. Desde el otro lado del mundo también llegaba a Alemania Ana María Álvarez, una costarricense originaria de Cartago que quiso probar suerte en el país europeo.
Tenía una cierta ventaja: un esposo alemán. Sin embargo, ambos se fueron sin planes. Si no funcionaba, la idea era regresar a Costa Rica. Pero eso no sucedió.
Álvarez tiene formación en comunicación y especialización en derechos humanos. Trabajó en el sector público y luego también en el sector privado. Su última experiencia laboral en Costa Rica, en el Colegio del Mundo Unido, una red de colegios internacionales con sede en 18 países, le abrió la inquietud de ver más allá de las fronteras costarricenses debido al trabajo con personas de diversas nacionalidades.
“Me salió la espinita de querer irme y probar esa internacionalidad que estaba viviendo (...). Era bastante joven, entonces todavía era el momento de prueba y error. Siempre se escucha que Alemania está buscando talento. Creo que eso me motivó”, cuenta Álvarez por videollamada, mientras en Costa Rica son las 10 a.m. y en Alemania las 6:00 p.m.
Sin embargo, todo cambió poco después de llegar a tierra alemana. Un día asistió a un encuentro de voluntarios que estaban ideando qué hacer para el recibimiento de migrantes y refugiados. Ese lugar dio vida a la primera organización fundada por Álvarez.
Ecosistema del migrante
Con cuatro meses en Alemania, Ana creó Migration Hub, un espacio de trabajo creativo donde se intentaba atajar la ebullición de innovación alrededor de la migración. El sitio se convirtió en un lugar de discusión sobre la migración, donde participaban desde gobiernos hasta organizaciones internacionales y fundaciones.
En dos años y medio, Migration Hub unió a más de 5.000 personas de diferentes procedencias y organizó un sinfín de eventos siempre alrededor de la migración.
“La gran diferencia de todo lo que estaba sucediendo en ese momento era que yo era migrante, entonces la perspectiva del migrante estaba ahí en el centro de todo”, cuenta la costarricense.
Entre 2019 y 2020, ese primer emprendimiento dio un giro. Luego de pasar un perioodo de crisis en la que dudó de continuar con el proyecto, Ana se alió con otra organización sin fines de lucro llamada Bureaucrazy para fundar Migrapreneur, un nombre que combina las palabras en inglés migrant (migrante) y entrepreneur (emprendedor). Desde entonces, esta empresa concentra los esfuerzos de la cartaginesa.
Migrapreneur ayuda a migrantes que quieren emprender en Alemania a través de diferentes programas y canales. No se trata de una incubadora, sino que se identifica como una comunidad de apoyo peer to peer que actualmente reúne a más de 3.000 miembros.
Por ejemplo, ofrece mentorías y asesorías en las que otros migrantes que ya pasaron por lo mismo y que tienen sus empresas ayudan a otros recién llegados. La comunidad apoya también a los que tienen problemas burocráticos en el proceso de la empresa o a evitar la bancarrota.
Otra forma de ayuda es la conexión con redes, por ejemplo comunidades de migrantes establecidas en Alemania. También se les provee de una red de especialistas alemanes en temas como impuestos, burocracia, abogados y otros.
Para aquellos migrantes que viven en Alemania y que están desempleados o que ganan por debajo de la media, Migrapreneur tiene un programa de educación conjunto con socios como Google, en el que participan más de 1.800 estudiantes que se capacitan en habilidades tecnológicas como gestión de proyectos, mercadeo digital, e-commerce, análisis de datos o ciberseguridad.
Todos estos programas son pagados en conjunto con otros socios, entre ellos Google Academy y organizaciones internacionales.
Para los migrantes, estos programas no representan ningún costo.
“Nuestro modelo de negocio está en el manejo de los expertos, todos alemanes, e inversión privada por el tema de tecnología, más que todo enfocado en gobierno. Mi objetivo mientras siga siendo CEO de la empresa es nunca cobrarle a un migrante”, asegura la emprendedora.
Solo el año pasado, Ana relata que vio pasar 258 empresas nuevas por Migrapreneur.
Muchos de los que acuden a la organización en busca de apoyo son latinos, pero casi ninguno costarricense. Ana solo recuerda el caso de una compatriota que recibió apoyo mientras estaba en Alemania, pero luego se mudó a Estados Unidos.
“Queremos evitar que los migrantes hagan empresas donde los terminen afectando más a ellos”.
— Ana Álvarez, costarricense CEO de Migrapreneur.
Un frente más en el que trabaja Migrapreneur es en la formulación de política pública. Tras la labor de estos años, la organización ahora es tomada en cuenta para proyectos de ley relacionados con migración, en busca de un ecosistema empresarial más abierto e inclusivo, lo que la ha llevado a reuniones hasta en la Cancillería alemana (comparable a la oficina del primer ministro en otros países). Parte del trabajo es hacer conciencia de que los migrantes también aportan a la sociedad.
Aspiración
Ana reconoce que convertirse en emprendedor es una aspiración de mucha gente, pero no cualquiera puede hacerlo.
Una propuesta común entre los migrantes son los emprendimientos gastronómicos. Esto tiene que ver con el auge de la comida internacional, especialmente en ciudades grandes y multiculturales, pero también porque lleva a los migrantes a conectar con sus raíces y con la diáspora.
No obstante, en otros países como Estados Unidos, Reino Unido o la misma Alemania se está viendo a migrantes innovar en temas de tecnología. Esto puede deberse a que son países receptores de estudiantes universitarios extranjeros, pero también porque hay mucha inversión dedicada a startups tecnológicas.
En su historial, Migrapreneur se ha anotado muchos casos de éxito. Uno de ellos es el de un refugiado sirio que se acercó a la empresa entre 2017 y 2018, cuando todavía vivía en un campo de refugiados.
“Me dijo ‘Ana, hice un teléfono con un material nuevo que es sostenible y que puede ir al espacio’. Me quedé sorprendida, pero al saber lo difícil que es esto jamás imaginé que lo iba a hacer”, relata Ana.
No solamente lo hizo, sino que ahora se está preparando para desarrollar la empresa en Silicon Valley el próximo año. Además, ya ha recaudado casi 11 millones de euros para su startup.
A pesar de su trabajo por ocho años en Europa, la costarricense vuelve su mirada a América Latina, pues espera invertir en la región en los próximos tres años en una apuesta por el talento que, dice, tienen los latinos y que está subvalorado.
Mientras tanto, en el corto plazo, Migrapreneur prepara para inicios del próximo el lanzamiento de una plataforma tecnológica en la que digitalizará los procesos que están haciendo, con el fin de optimizarlos pero también para escalar a otros países europeos.
“Migrar para emprender no es la solución”
Usted dice que los migrantes están creando empresas, ¿qué peso puede tener este nicho en una economía como la alemana?
—Grandísima. De cada cinco empresas una es creada por un migrante. De hecho la vacuna de Pfizer (contra el covid-19) fue creada por dos migrantes en Alemania, que nadie se lo imaginó. ¿Y quiénes fueron? La población más discriminada en Alemania: los turcos.
¿En qué sectores hay más oportunidades en este momento para un migrante en Alemania?
—Alemania necesita doctores, enfermeros, ingenieros en software. También profesores o educadores, pero es un poco más complicado por el idioma y eso tarda muchísimos años más, a no ser que hayas estudiado en un colegio alemán. Al estar envejeciendo tan rápido, en Alemania hay nuevas leyes para atraer a más extranjeros de ciertos sectores. Hay una proyección a los próximos años de que si Alemania no logra atraer una cantidad grande, estamos hablando de millones de migrantes, muy probablemente la economía de Alemania se vaya reduciendo.
Menciona mucho el tema de la burocracia. ¿Alemania es más burocrático de lo que creemos?
—Sí, muchísimo más. Eso fue parte del shock al llegar, darse cuenta de que en Costa Rica tenemos muchas cosas que no hay aquí. La burocracia alemana funciona y es muy buena porque nos hace a todos pagar impuestos y no evadir absolutamente nada, pero está diseñada a un estilo muy antiguo. Aquí todo se maneja con cartas, no hay nada digital. Es terrible agendar una cita para algo, se pueden durar meses porque no hay sistemas digitalizados para eso; un EDUS sería una maravilla en Alemania.
En Alemania se redujo la innovación en un 40% en la última década, mientras países de Europa del este, como Estonia o Lituania, van a la vanguardia digital. Los ucranianos, cuando llegaron el año pasado, no podían creer, porque Ucrania también estaba volando en el tema de tecnología, que todo el proceso de ellos tenía que ser en papel. Empresas como nosotros estamos tratando de innovar en esa parte.
Eso lo plantea como un obstáculo, ¿pero qué cosas sí están a la mano para empezar?
—Lo que sí está a la mano es que hay muchas comunidades de migrantes desde hace más de 30 años, que están en grupos de WhatsApp o Facebook. Existe un grupo muy grande de migrantes tratando, sin ningún interés económico, de hacer que la gente pueda preguntar y entre ellos mismos puedan evacuar dudas.
Otra cosa es que Alemania está dispuesta a escuchar. Nunca en mi vida he sido llamada por ningún presidente de Costa Rica, incluso cuando trabajaba en el Ministerio de Hacienda, y aquí he llegado a reuniones hasta en la Cancillería. Si estás haciendo bien las cosas, te llaman, te involucran y te escuchan.
¿Cuál es el principal consejo que le daría a alguien, tal vez un costarricense incluso, que quiera ir a Europa, a Alemania, a emprender?
—Migrar para emprender no es la solución. Hay que tener una idea muy clara y esa idea se va a lograr solamente cuando uno está en el país. Para hacer un emprendimiento que funcione hay que buscar lo que se llama la validación y no la vas a encontrar en tu país; no es una idea que logras en Costa Rica y la vienes a implementar acá, eso no va a funcionar. La mejor forma de emprender, y es un camino largo, es venir, trabajar aquí y ver cómo funcionan las cosas. Es más, la mejor escuela es trabajar en una startup.