Ingrid Alvarado, una emprendedora fundadora de Isaf Producciones y a quien conocimos en el Congreso de Pymes y Emprendimientos organizado por El Financiero hace dos semanas, no tiene dudas de porqué se dedica a lo propio desde hace tres décadas.
Ella vive en Llorente de Tibás, pero es oriunda de Barrio Cristo Rey. Estudió en el Liceo del Sur y se graduó en 1986 en diseño publicitario en la Universidad de Costa Rica (UCR). Estando ahí empezó a trabajar en empresas, pero Ingrid sabía que no duraría mucho tiempo ahí.
Estuvo cinco años en Grupo Nación, al que pertenece El Financiero, en el departamento de arte y diseño, cuando el proceso era manual. Ahí mismo le hicieron una propuesta laboral.
Lilia Berrocal, que era compañera de trabajo, le propuso irse a la agencia ABC Publicidad que estaba fundando. Ingrid trabajó en esta agencia durante un año y luego decidió independizarse.
Así nació Isaf Producciones, dedicada a brindar servicios de producción gráfica. Poco a poco fue haciendo su cartera de clientes para diseño de brochure, anuncios, afiches y otros productos publicitarios. Tuvo que hacer una pausa.
Cuando nació su segundo hijo decidió dedicarse por completo a él, Bryan, y al hijo mayor, Kevin. Dos hijos se le hacía difícil, en aquel momento, cumplir con todo y en especial en una actividad donde los pedidos podían llegar de la noche a la mañana y para ayer. Pero eso no significó que dejara su emprendimiento para siempre.
Debido a una situación de salud, en 2010 Ingrid debió empezar a consumir alimentos libres de gluten. En aquel tiempo era un tema desconocido y del que no se hablaba casi nada. Las buenas ideas nunca le llegan a uno si tiene cansancio y algunas personas se inspiran en momentos inesperados.
Una madrugada, desvelada, se planteó hacer una revista sobre alimentación libre de gluten. Ya conocía bastante pues habían pasado dos o tres años desde su diagnóstico. Tenía la experiencia y los recursos, incluyendo la computadora, para diseñarla y producirla. Tampoco le era extraño el mundo de la publicidad. Tuvo una motivación adicional.
Su hijo mayor Kevin, que había estudiado ingeniería en software, quería aprender diseño y programas informáticos en esta área. Los dos se matricularon en un curso que daban en un centro de capacitación cerca de la UCR, en San Pedro de Montes de Oca.
Al mes estaba publicando la revista Vive Gluten Free. Se echó al agua sabiendo que para las agencias de publicidad y las empresas era una desconocida. Pero dio en el clavo.
Vendió publicidad para esa primera edición y otras 31 ediciones más, con una periodicidad casi mecánica de cada dos meses. Los artículos los escribían especialistas. Además, Ingrid se apoyaba en un corrector de estilo. A los dos años de iniciar Vive Gluten Free vio otra oportunidad.
El tema ambiental estaba convirtiéndose en una preocupación de las grandes empresas, debido al cambio climático y sus consecuencias en la sociedad y la economía. Así surgió otra revista.
Vive Green fue una idea de su hijo Bryan. Publicó doce ediciones, también cada dos meses, y en este caso llegó a apoyarse ocasionalmente en una periodista free lance, que se encargaba de entrevistas, entre otras cosas. No fue la última revista.
En 2018 la cadena de supermercados Walmart le pidió una producción especial para destacar productos naturales y libres de gluten y de azúcar. Se llamó Vive Mejor y se distribuyó en los formatos Walmart y Más X Menos.
Para ese momento ya se notaba un cambio en el mercado publicitario en particular, debido a la crisis económica causada en el contexto de la aprobación de la llamada Reforma Fiscal. Pero podía sostenerse e incluso había pensado en crear un evento de biodiversidad para el 2021, con motivo del bicentenario. El covid-19 en 2020 fue otra historia.
El evento quedó en idea —que espera ahora retomar— y tuvo que suspender la producción de revistas. ¿Qué podía hacer ahora?
De alguna manera la idea del evento de biodiversidad se combinó con su gusto por las prendas de vestir, su habilidad para el diseño y una vieja afición por la pintura, que había retomado de casualidad, como hobby, a finales de 2019.
“Siempre me ha gustado pintar”, dice Ingrid. “Pero no sabía qué era pintar animales. Nunca había tenido tiempo para pintar. En la época del confinamiento tuve tiempo y vi que me salían, que no me salían tan mal”.
Antes de dar un paso con todo eso, Ingrid diseñó un cubrebocas, lo ofreció a empresas y, apoyándose en costureras a las que subcontrataba, se dedicó de lleno durante buena parte del 2020 pues consiguió un contrato con una compañía. Fue el momento.
A finales de ese año, la oferta de cubrebocas saturaba el mercado y, aunque en 2021 todavía los producía y los comercializaba, ya estaba creando prendas con diseños de biodiversidad sin pensar en que ahí estaba su futuro inmediato.
Empezó a diseñar bandanas, que es una prenda muy utilizada por las mujeres cuando van a la playa para cubrirse. Su sobrina Natalie, quien tiene un negocio de sala de belleza y pintura de uñas, le dijo que porqué no las vendía. Le hizo caso.
Para finales de 2021 ya tenía más prendas diseñadas, al punto que para abril del año siguiente ya estaba completamente dedicada a su nueva línea, sin abandonar los pedidos que le hacen en diseño gráfico de distintas compañías. El catálogo creció.
Ingrid ahora confecciona productos donde fusiona pinturas en acuarela y acrílico y producción digital basados en diseños de especies silvestres de Costa Rica. “También lo que el cliente pida”, se adelanta a aclarar, pues reconoce que debe atender todos los gustos.
Sus creaciones incluyen prendas como pañoletas, manteles, cojines, canvas y accesorios para salida de playa, entre otros, con diseños del oso perezoso, del jaguar o la mariposa morpho, entre otros, con precios desde ¢6.500 (pañuelo pequeño para hombre) hasta ¢35.000 (la salida de playa).
Normalmente le escriben a través Facebook o Instagram, le pagan por Sinpe Móvil o cuando se entrega el producto, dependiendo de la dirección del cliente. Los planes de Ingrid, por supuesto, no se detienen ahí.
Tiene también diseños de prendas como kimonos, blusas o enaguas, está con la idea de digitalizar y relanzar sus revistas, quiere llevar sus diseños fuera del país, tener puntos de ventas en algunos lugares de Costa Rica (si logra financiamiento), especialmente en zonas turísticas, y un proyecto que “va porque va”: una pasarela para exponer las prendas.
Ya lleva treinta años emprendiendo. Le pregunto qué la mueve.
“Siempre he soñado en ser independiente, trabajar por cuenta propia”, responde sin dudarlo. “En las empresas obtuve la experiencia, pero quería siempre mantener la independencia para estar cerca de los hijos”.