Evelio Durán tiene 73 años y tiene su empresa Educha en una propiedad familiar en Poás de Aserrí, a las sombra de las montañas del sur de San José y en el puro límite de la Gran Área Metropolitana.
En el taller produce 25 artículos de madera —utiliza jaúl— para el hogar (chorreadores, bolillos, tablas para hacer tortillas o patacones, portatazas, servilleteros, cajas para vino o para té y cucharas, entre otros), que pueden personalizarse y se venden desde ¢5.000 a través de Facebook para envíos y también en supermercados de Walmart y Super La Despensa, en Cartago.
Ninguna opción está cerrada para Evelio y los familiares que le apoyan, pues incluso incorporan máquinas automatizadas que facilitan la producción a mayor escala. Solo una tarea tiene pendiente, que se espera cumplir en este 2023.
“Aprendí a hacer juguetes de madera cuando estaba en la escuela”, recuerda Evelio, quien combina la pasión por su oficio con el canto de rancheras y boleros en cualquier actividad familiar o comunal.
Él es de San Juan de Dios de Desamparados. Su padre, Armando, era peón agrícola y la madre, Josefa Chacón, trabajaba en la casa.
Cuando Evelio regresaba de la escuela pasaba frente a una mueblería donde hacían juguetes de madera, como carros y caballos, que se vendían especialmente en noviembre y diciembre para la Navidad. A Evelio le interesó cómo se fabricaban.
Empezó a trabajar en el taller en su tiempo libre. Un día en la tarde y otro en la mañana, dependiendo del horario de la escuela. Se ganaba tres colones por semana. Esa fue la semilla.
Evelio, que sólo estudió y completó primaria, empezó a trabajar y estuvo ocho años en una fábrica de cigarrillos que quedaba cerca de la Corte, camino a Zapote, en San José. Ganaba menos de cien colones por mes. Ahí recibió un empujón para crear el negocio.
Un día, conversando con el jefe inmediato, que era muy amigo, Evelio le contó lo que había aprendido en la mueblería.
—¿Por qué no inicia su propio negocio? Aquí se está perdiendo plata— le dijo el jefe.
En ese entonces el Banco Popular estaba recién fundado y Evelio se presentó en sus oficinas. Lo enviaron a otras oficinas del Banco.
Fue hasta la sucursal de San Pedro de Montes de Oca y empezó a hacer la gestión. Evelio recuerda que todo era muy manual y que los documentos los guardaban en cajas de cartón.
“Me aceptaron y me prestaron ocho mil colones”, dice Evelio. Con eso inició.
Compró tres máquinas: una sierra, una caladora y una lijadora a la que se le quitaba la polea y se colocaba una sierra. Desde el inició contrató ayudantes.
El taller lo ubicó en el lote de la propiedad donde todavía se ubica en Poás de Aserrí. Inició fabricando y vendiendo muebles y juguetes de madera.
Para vender se iba hasta Cartago, al almacén González, un comercio que Evelio recuerda era el más grande que había en la Vieja Metrópoli. Le daban un precio por lo que llevaba y él aceptaba. En ese entonces empezó a ver los cambios en la economía y el mercado.
Era la época de la crisis de principios de los años ochenta, “la crisis de Carazo” que el mismo Evelio recuerda por la negativa del expresidente Rodrigo Carazo a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
“A la semana siguiente todo valía el doble”, dice Evelio.
Su esposa Rosa María Monge, que también lo había impulsado a empezar el negocio, realizaba costuras y queques para completar los ingresos. No la pasaban mal, pese a que —como todo negocio que inicia— había dificultades: gente que no les pagaban y a veces se quedaba sin dinero para la materia prima.
Otro cliente era Uribe & Pagés, que —este sí— le cancelaba a los ocho días de la entrega.
Poco a poco, con lo que iba quedando de las ventas y unos ahorros, canceló el préstamo. Pero tenía una espinita.
Empezó a tratar de incursionar en los supermercados Más X Menos. Iba una y otra vez, pero no le aceptaban. Hasta que un día, a mediados de los años ochenta, lo contactaron del supermercado con un amigo, pues no había teléfonos en la localidad. Se presentó, por supuesto.
—Pero doña Doris, usted nunca me ha comprado nada— le dijo Evelio a la encargada de proveeduría que lo atendía.
—Esta vez sí le voy a comprar— le respondió ella.
Empezó a vender en los Palí, recién fundados por la Corporación Supermercados Unidos, y luego en los Más X Menos.
Cuando Walmart adquirió la cadena, Evelio siguió vendiendo, aunque la cantidad de líneas disminuyó. “Antes compraban más, ahora solo tres líneas”, dice Evelio.
En la propiedad, detrás de una vivienda, está ubicado el taller y, separada por una calle que da a otras viviendas de familiares, la bodega de materias primas.
En el taller tiene máquinas de sierra, pero la estrella es un equipo automático que se activa con un control y empieza a cortar las piezas de las tortilleras.
La importó desde China, donde la fabricaron con las especificaciones que envió Robert, el hijo de Evelio, quien es ingeniero industrial.
Otra máquina hace, con láser, los grabados para personalizar los productos y una más que fabrica los chorreadores de alambre a un ritmo de cuatro por minuto.
El paso lo da en una industria que sufre modificaciones. Las actividades de mueblería constituían en 2019 casi el 10% de la industria relacionada con el procesamiento de madera, de acuerdo con la Oficina Nacional Forestal.
El involucramiento de la familia de Evelio es total. “Mis hijos me ayudan mucho”, reconoce Evelio.
Robert ve, en su tiempo libre, el área de producción. Una de las hijas mayores, Rossy, se encarga de la parte financiera y de mercadeo también en su tiempo libre.
Viviana, otra hija, está a cargo de la parte administrativa y realiza desde cotizaciones, pagos de planillas (tienen tres empleados) y de proveedores hasta la facturación y el diseño gráfico para el grabado láser con el que se personalizan los productos.
Durante trece años, Viviana trabajó en la Operadora de Pensiones de la Caja Costarricense del Seguro Social, pero renunció y se pasó de lleno a la empresa hace cuatro años, cuando entró a funcionar la factura electrónica. “Con Walmart todo es tecnología”, explica Viviana.
Para Evelio la tecnología —tanto de las máquinas actuales como la computadora y el teléfono móvil— son un reto. Hasta que descubrió que podía bajar pistas, canciones y karaoke en el celular.
Evelio cantaba con los grupos musicales, como el de Paco Navarrete, en las fiestas de la fábrica donde trabajó. Incluso cuando en la familia contratan mariachis para festejarlo, él se pone a cantar.
En el celular guarda videos de algunas actividades donde se subió al escenario que muestra con orgullo.
A la empresa también se incorporó Rosyini Monge, una sobrina de Evelio que estuvo a su cargo y de Rosa María. Desde niña, ella lo acompañaba en las entregas de productos a diferentes lugares.
Antes de la pandemia, Rosyini trabajaba en transporte de estudiantes de la Escuela de Poás de Aserrí, ayudando en el cuidado de los menores e indicando las rutas al chofer, hasta el cierre de centros educativos en el 2020.
Para ese momento en el taller de Evelio ya tenían la máquina de corte automatizado de las piezas. Robert le preguntó si quería aprender a manejarla y empezó a cortar las tablas de tortilla, las cucharas y otras.
Con el reinicio de las clases, siguió en Rosyini siguió con el servicio de traslado de estudiantes, pero acompaña a Evelio a comprar la madera en San José de la Montaña, en Heredia, o realiza algunas entregas, pues para otras también se contrata a transportistas.
“En la empresa otros familiares ayudan”, dice Rosyini. “Otros sobrinos también han trabajado aquí”.
Educha participa del programa Una Mano para Crecer, con el cual Walmart brinda apoyo a pequeñas empresas (pymes) proveedoras. En la actualidad son unas 165 las pymes incorporadas, el 33% encabezadas por mujeres.
En Educha reciben apoyo de ese programa en capacitaciones y también en promociones de los productos. Viviana indica que durante la pandemia, aunque las ventas bajaron un poco, los pedidos de Walmart fueron estables.
Evelio, que ahora se encarga de la compra de la materia prima y los insumos, incluyendo el jaúl.
“Antes le compraba a aserraderos, pero los cambié cuando me dijeron que había una empresa que vendía madera de bosques reforestados”, dice Evelio.
Es un punto relevante, en tiempos en los cuales los consumidores son más demandantes en el área ambiental. Según la Oficina Nacional Forestal, el 79% de la madera procesada en el país en 2019 provenía de plantaciones forestales.
Orgullosos de lo logrado por Evelio y por los productos de madera que confeccionan y comercializan, el propósito en este 2023 —clave para el crecimiento de las ventas— es claro para todos en la empresa.
“El objetivo en este momento es que la gente nos reconozca, que nos busquen”, dice Viviana. “Que si va de viaje se lleve un chorreador viajero, que es fácil de echar en la maleta, que más empresas adquieran cajas de vino o tablas para picar personalizadas como un detalle en diciembre para sus colaboradores o que la gente compre las cucharas y otros artículos para decoración, para usar o para pintar y revender”.