Empezar de cero es complicado. Diferenciar lo que uno produce, en todas las industrias y con tanto servicio y producto que se ofrece en el mercado, tampoco es sencillo. Pero sí se puede incluso en actividades tradicionales donde parece que no hay margen para la innovación. Grupo 1957 lo demuestra día a día.
“Buscamos sembrar productos diferenciados”, repite como un mantra Joana Da Silva Medina, quien con Linda Ruíz y los padres de ambas, Martín Da Silva y Luis Ruiz, fundaron Grupo 1957. “Cada agricultor tiene su realidad y su forma de sembrar, como los artistas que tienen su estilo”.
Si el “estilo” va en concordancia con la demanda del mercado, va viento en popa. Esa es la diferencia fundamental y ahí se fija Grupo 1957.
—¿Y por qué Grupo 1957?
—Porque da la casualidad que nuestros padres nacieron en ese año. Tienen la misma edad.
Todos se conocieron hace cuatro años, alquilaron un terreno en Orosi, empezaron a cultivar y desde el inicio comercializan sus cosechas principalmente a través de las cadenas Automercado y Walmart. Lo que no fue casualidad fue llegar y mantenerse ahí.
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Martín Da Silva es descendiente de migrantes portugueses que viajaron desde Europa hasta Venezuela durante la Segunda Guerra Mundial. Eran tiempos conflictivos y aunque Portugal no fue escenario de batallas, sí fue un campo minado en el que no se podía sobrevivir fácilmente en esa época.
Martín nació en Venezuela. Vivía en Caracas y trabajaba en labores de mantenimiento de la universidad. Adicionalmente tenía unos terrenos donde producía pastoras (allá las llaman papagayo) y también tomate y chile (también conocido como pimentón). La familia aprendió que no era una labor fácil.
El 15 de setiembre de 1999 ocurrió una tragedia en la zona donde tenían la finca. Se vinieron unas cabezas de agua y Martín y sus hermanos, con los que tenía la producción, perdieron los cultivos, herramientas y tractores.
La tragedia de La Guaira, en el estado de Vargas y cerca del litoral atlántico de Venezuela, registró 15.000 desaparecidos, $3.500 millones de pérdidas, la destrucción de más de 15.000 viviendas y 75.000 damnificados.
La familia no se dio por vencida. Viajaron a Italia a la empresa Co.ser que fabrica invernaderos y rehicieron el proyecto. Los instalaron en los patios de sus casas en Caracas. Allá Joanna estudió contabilidad y trabajó en auditorías externas. La economía y la situación política obligó a buscar dónde migrar.
Martín, Joanna y su hermana Idali evaluaron vivir adónde ir. Eligieron Costa Rica para dedicarse a la actividad agrícola, donde Martín tenía experiencia. Orosi, era además ideal, por el clima, similar —dice Joanna— al de Venezuela. Un hermano, su esposa y su hija eligieron salir con otro destino. La tragedia de un país que pierde a su población, a sus talentos y desperdiga a las familias.
Ya en Costa Rica estaban realizando los trámites migratorios para legalizar su estadía, pues ahora sería su nuevo hogar, y su abogado también le llevaba los trámites a la familia Ruiz, también productores agrícolas de la zona de Orosí. Otra casualidad.
Empezaron a conversar, se conocieron y hace cuatro años decidieron establecer un negocio juntos: Grupo 1957. Al año siguiente empezaron a vender en supermercados. ¿Cómo fue ese proceso tan rápido?
La idea desde el inicio fue instalar y producir en invernaderos, basándose en la experiencia que ya tenía Martín en Venezuela. Este tipo de instalaciones no es solo por una cuestión de protección de las plantas ante las variaciones e inclemencias del clima.
Los invernaderos permiten generar un ambiente totalmente controlado para mitigar el ingreso de aves o insectos que destruyen las plantas, los frutos o las semillas y transporten plagas, lo que permite utilizar químicos en las dosis recomendadas y que no afecten la salud de los consumidores.
Para importarlos de Italia, de la misma compañía con la que ya tenían relación, y empezar los cultivos se requería financiamiento y, después de pasar los típicos trámites, en el banco les dijeron que todo estaba muy bien. Pero, siempre hay uno: ¿a quién le iban a vender?
Joana y Linda tocaron directamente a los supermercados y cadenas de hoteles. El ingreso no era tan fácil y mantenerse tampoco. “Es todo un proceso”, dice Joana. “Realizan visitas y realizan análisis de los productos continuamente”.
Para garantizar la calidad de los productos ofrecidos en góndolas, los supermercados toman muestras de agua y de los productos para garantizar que los productos no tengan residuos químicos ni toxicidad dañinos a la salud de las personas y que el agua que se utiliza no tenga coliformes.
Joana destaca que esa es la gran diferencia respecto a los productos que se venden en otros sitios, aunque exista una diferencia de precios. “Los supermercados como Walmart y Automercado tienen estándares de inocuidad y eso tiene un costo”, explica Joana. “Lo que se busca es garantizar la inocuidad”.
Si el productor no cumple los estándares puede ocurrir que, si no se respeta la dosis de agroquímicos, o los tiempos de aplicación puede implicar esperar hasta sesenta días para otra inspección y ver si el producto está limpio o tener que perder una producción que se encuentra muy avanzada en su ciclo.
En el caso de los supermercados se siguen los parámetros exigidos en mercados como Estados Unidos. Walmart, por ejemplo, cuenta con el programa Tierra Fértil que compra directamente a 650 productores agrícolas centroamericanos, brinda asesoría técnica permanente e impulsa buenas prácticas (incluyendo el uso responsable de agroquímicos y del recurso del agua), administración y finanzas.
Cuando la inspección la realiza el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), explica Joana, las muestras se envían a Europa y allá se hace el análisis basándose en los estándares de la Unión Europea.
Para Grupo 1957 dos fueron las llaves que les permitieron abrir espacio en los supermercados. Primero que había escasez de chile mundial y ellos lo estaban produciendo. Los negocios viven y crecen de las oportunidades
Segundo, que además del invernadero para evitar plagas y usar químicos en las dosis y tiempos exigidos, desarrollaron un modelo de cultivo y productos diferenciados. Otras dos oportunidades con la creciente demanda a favor de la salud y el bienestar, por un lado, y para competir con más fuerza en el mercado, por el otro.
“No somos de producción orgánica, pero somos una empresa innovadora en la agricultura en Costa Rica”, recalca Joanna.
Para evitar que los cultivos estén en contacto directo con el suelo y pueda ser afectado por plagas, se usan cajas y bolsas plásticas y discos de cemento. Además, la siembra es hidropónica.
Joana aclara que en su caso no es siembra en agua. Lo que se hace, como fuente alternativa de la tierra, es sembrar en sustratos orgánicos, el cual se produce con su propio compost a partir de la degradación de la materia de desechos naturales como hojas, tallos, frutos dañados que no se pueden vender. En ese proceso hay que cuidar la temperatura.
Cuando los desechos se encuentran con una temperatura entre 71° y 80° C. se mezclan con el sustrato.
—¿Cuánto tiempo dura el proceso?
—Depende de varios factores, como el sol, la lluvia y la humedad y la propia degradación de la materia.
La combinación del invernadero y la hidroponía (basada en el sustrato orgánico) permite usar el fungicida y los insecticidas sin llegar a los límites máximos de dosis y aplicarlos en los tiempos recomendados. Además, se utilizan productos biológicos para control y eliminación de plagas, con el beneficio de que fortalecen el ciclo productivo de las plantas.
Joana explica que son microorganismos que no tienen toxicidad y ayudan a controlar los microorganismos que producen las plagas. Estos productos biológicos o microorganismos se aplican a lo largo de todo el ciclo productivo, desde la preparación del sustrato hasta la cosecha.
Los primeros cultivos, con los que empezó Grupo 1957, fueron de tomate cherry y de chile morrón o mundial, que lo producen en colores amarillo, naranjo, rojo, blanco y morado. Aparte de atender la demanda de los supermercados y hoteles, con esa oferta se garantiza ir también con la tendencia de los consumidores a buscar productos atractivos, que les permitan crear comidas visualmente atractivas, además de saludables.
Durante el 2020, por la alta demanda de productos naturales durante la pandemia debido a que los consumidores aumentaron su interés por cuidar la salud, también se ingresó al cultivo de culantro, apio, vainica y espinacas.
Otros productos que ofrecen son cebollino japonés (conocido como ciboulette), tomiillo, hierbabuena, vainica mini y pepino mini.
La empresa cuenta con catorce colaboradores que son de la zona del Valle de Orosi y de localidades como Purisil, Palomo y La Alegría. Idalí se encarga de la empacadora, Joana y Linda de la operación y la comercialización, y Martín y Luis aportan su experiencia y conocimiento en la producción.
El objetivo es seguir creciendo y consolidar las ventas en supermercados, hoteles y otros sitios en Costa Rica, siempre posicionando la propuesta de productos distintos, aprovechando la resistencia de la mayoría de los productores agrícolas a innovar y utilizar nuevos métodos y de los consumidores a buscar productos saludables y llamativos.
“No todo el mundo cree en sistemas diferenciados”, sostiene Joana.