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Editorial | El ambiente de confrontación, discordia y polarización que el gobierno ha promovido prácticamente en todas las áreas y con todos los actores políticos y sociales genera incertidumbre y desalienta la inversión.


Las regulaciones y los trámites están meticulosamente diseñados para obstaculizar la libertad de empresa y la autonomía de las personas. El empresario es retratado como el enemigo del que hay que desconfiar, y es por esa desconfianza que antes de mover una piedra tiene que pedirle permiso a papá Estado.


La recta final del 2019 arroja un balance muchísimo más positivo que los lamentables números rojos del último trimestre del 2018.Aún así, todavía nos encontramos en una especie de compás de espera en materia de señales claras de reactivación de las inversiones, muchas de ellas postergadas o congeladas, y generación de empleo en un país con serios problemas de endeudamiento en los hogares.