En la oficina, en la casa, en el barrio, y en cualquier contexto se puede actuar desinteresadamente de manera habitual, y ser felices filántropos, exitosos altruistas.
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Además de la respuesta de las instituciones del estado, el sector privado ha recurrido a la filantropía como herramienta ante la emergencia.
La filantropía no es incompatible con exigir a nuestros millonarios que el origen de esos fondos sea honrado, que cumplan con sus obligaciones fiscales y que no utilicen la influencia de su poder económico para alterar las reglas de juego. Una vez se respetan esos requisitos, basta con responder con un “Gracias” y emplear ese dinero de la mejor manera posible.