La mentalidad de cruzados de la ética no puede ser la guía de jueces y fiscales. Su norte ha de ser el examen riguroso de los hechos, la objetividad de la prueba y la aplicación estricta del derecho. El populismo punitivista que busca aplacar el deseo de castigo de las masas no puede ser el motor de la justicia, ni de una legislación penal que ha caído en la trampa de legislar al ritmo de las páginas de sucesos.