El 65% de la población estadounidense invierte en acciones o compra bonos de deuda a través de la Bolsa de Valores de Nueva York. En una cultura como esta, no es nada raro encontrar que el regalo de una madre hacia su hija que recién se gradúa o cumple años sea su primera participación accionaria en una empresa.
En Costa Rica no estamos ni cerca de alcanzar ese escenario.
La ausente cultura del ahorro y las limitaciones para convertirse en un inversionista explican por qué los habitantes no ven como un paso innato acudir a este mercado para obtener réditos y robustecer su patrimonio.
Solo una minoría experimenta qué es ser un inversionista de la Bolsa Nacional de Valores (BNV) de Costa Rica, pero este órgano quiere darle un giro a esta realidad.
Su expectativa es abandonar el ya estancado mercado y presentar una serie de cambios regulatorios para que los puestos de bolsa seduzcan a una mayor cantidad de población, en especial a los jóvenes.
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¿Cómo? Simplificando el acceso y reduciendo los topes de inversión.
El plan, aun sin presentar formalmente ante el regulador, consiste en atraer a un público joven sediento de instrumentos de inversión e inclusive con cierto apetito al riesgo, que pueda elegir entre cuáles productos invertir mediante una aplicación móvil.
La idea es que inviertan de la misma forma en la que ya pueden hacer una transacción bancaria.
¿Conoce las cuentas simplificadas de la banca o los seguros autoexpedibles? La propuesta de la Bolsa va en esa misma línea.
Lo que busca es que los inversionistas puedan abrir cuentas simplificadas de custodia de valores, y gestionen sus transacciones mediante aplicaciones móviles.
A nivel internacional esto no es novedad, a partir del 2018 los mexicanos pueden invertir con $50 en Wall Street a través de la plataforma Folionet. También está la experiencia con las ya conocidas criptomonedas.
Lo que se plantea la Bolsa en Costa Rica es alinear su negocio a una tendencia mundial, pero mediante un proyecto impulsado desde la misma bolsa.
Las cuentas de custodia de valores se podrían abrir de forma más expedita, sin expediente y sin llenar tanto papeleo, pero lo más importante es que permitiría un monto de inversión bajo.
Las transacciones que se realicen con estas cuentas tendrían un tope máximo de $1.000. Es decir, si una persona quisiera invertir en un fondo que invierte en Apple, Tesla o Google, por ejemplo, podría hacerlo inclusive con $100.
Desde la óptica operativa, aun se analiza quién estaría a cargo de la plataforma tecnológica, si cada puesto de bolsa o si estas entidades requieren de los sistemas de la Bolsa.
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Sin embargo, ya hay puestos de bolsa que cuentan con aplicaciones móviles mediante las que ofrecen el detalle de las transacciones del cliente, indicadores e información relevante. INS Valores y BN Valores son algunas de las entidades que cuentan con estas herramientas.
En la acera regulatoria, la iniciativa requeriría un cambio normativo para volverse realidad. Se debe actualizar la creación de cuentas individuales en los puestos de bolsa y eliminar la asesoría en estos casos. Una reforma a la Ley Reguladora del Mercado de Valores, es decir, se depende de la Asamblea Legislativa.
La propuesta no ha salido a consulta ni ha sido presentada a la Superintendencia General de Valores (Sugeval) y ya genera ánimo en el sector pero también ciertas dudas al sector, sobre los costos operativos y legales de su implementación.
Representantes de la Bolsa ya se reunieron con la jerarca de Sugeval y la respuesta fue que hay interés en analizar opciones para abrir el mercado. “El tema es qué entendemos cada uno por eso”, afirmó José Rafael Brenes, gerente general de la BNV.
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¿Hacia dónde quiere virar el mercado?
Este mercado se creó la fama de que únicamente la población de alto poder adquisitivo puede acceder a él. Y es que al final de cuentas, el monto mínimo con el que debe participar un inversionista ronda entre los $150.000 y el $1 millón, esto queda a criterio de cada uno de los 16 puestos de bolsa que conforman esta industria.
En un país en el que la cultura del ahorro no termina de permear o les es imposible a la población, esto se complica y la posibilidad de atraer nuevos clientes se reduce a la porción más alta de la pirámide salarial.
Así, el mercado se ve limitado a cautivar principalmente a una población profesional adulta cuyo patrimonio ha crecido tras varios años de trabajo y por tanto, tiene en su mayoría más de 45 años de edad.
El acceso tampoco es fácil, el trámite para abrir una cuenta puede ser un tanto engorroso. Se debe asistir físicamente a las oficinas de un puesto de bolsa y llenar una serie de papeles.
Es por eso que la Bolsa quiere continuar con la atención a esa población más adulta con alto valor patrimonial, que le deja los mayores réditos, pero también tiene planes para ampliar el perfil de los clientes.
Si bien la población joven ya invierte en la Bolsa, no tiene una fuerte representación dentro de esta, aunque ha quedado demostrado que sí tienen apetito de riesgo y de inversión.
Las criptomonedas son ejemplo de cómo los jóvenes están dispuestos a asumir un riesgo con tal de obtener un rédito por invertir su dinero, sin embargo, no cuentan con el capital suficiente para participar en el mercado con las restricciones actuales.
Si un inversionista ingresa a la Bolsa hoy con un monto por debajo de los $10.000 se topa con la realidad de que los costos son muy altos y no le es rentable, por lo que le resulta mejor acudir a un fondo de inversión o algún mecanismo de ahorro de la banca.
El detalle es que si se reducen los montos en estas cuentas simplificadas, la asesoría no se aplicaría, sino cada aplicación móvil incluiría toda la información necesaria para ejecutar una inversión.
La duda es cómo rentabilizar estas operaciones sin brindar asesoría, servicio que representa la principal ganancia de estas entidades bursátiles. También, llega la necesidad de cuestionarse si estas cuentas deberían estar limitadas a invertir en cierto tipo de instrumentos.
Además, se debería establecer la responsabilidad de los puestos de bolsa con sus clientes, pues actualmente la asesoría es obligatoria.
La regulación vigente explica que la asesoría está ligada al servicio contratado, no al monto que dispone el cliente para invertir, explicó Vanessa Olivares, gerente BCR Valores.
Según la Bolsa, la idea es que exista una simplificación y reducción de costos reales para el inversionista, mientras que se atrae a clientes que posteriormente podrían invertir más dinero.
La propuesta implica que estos inversionistas acumulen dinero mes a mes, hasta que alcancen al menos un monto de $24.000 y a partir de ahí reciban asesoría.
“Si usted tiene la plataforma tecnológica, no tiene que hacer expediente, no tiene obligación de cumplimiento, ¿cuánto le cuesta atender a una persona? Ahora, sí hay un costo de transacción de comprar y vender, pero cada puesto de bolsa determinará cuánto le cobra a cada cliente”, afirmó Brenes.
La educación financiera podría ser un talón de Aquiles, puesto que una gran parte de la población no comprende qué es la Bolsa y mucho menos cuáles son los riesgos de inversión.
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Así como el mercado señala sus dudas, también exalta las oportunidades que una iniciativa bien planteada puede generar.
De entrada, la profundización del mercado y la posibilidad de incluir nuevos productos son los principales beneficios de la idea, que sí coquetea con los puestos de bolsa pero genera dudas.
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Además de atraer nuevos inversionistas, que serán el futuro de la Bolsa, se abre el espacio de que una empresa costarricense pueda entrar al mercado como emisor y vender su idea para que la población quiera invertir en su proyecto, inclusive ahí pueden estar incluidos los emprendedores.
Esto representaría una opción de fondeo para emprendedores, pero debe existir una adecuada revelación de riesgos y por lo menos algún nivel de asesoría, afirmó Freddy Quesada, gerente de INS Valores.