Su bolsillo no le miente: aunque la inflación esté por debajo del 0%, eso no significa que los precios se sientan bajos. Tampoco es de sorprenderse cuando se observa el costo de la Canasta Básica Alimentaria (CBA), la cual se encareció más en los últimos cuatro años que en casi toda la década pasada.
La cuesta también se hace más empinada cuando se toma en cuenta que a los ingresos de los hogares les ha costado seguirle el ritmo a la subida de precios.
Un encarecimiento notorio
Desde enero de 2011 —año en el que inició el cálculo de la actual CBA— hasta enero del 2020, el total de dicha canasta pasó de costar mensualmente ₡40.266 a ₡47.084 per cápita. Este crecimiento equivalió a un 16,9% más.
Sin embargo, ese aumento se vio superado por lo ocurrido entre enero del 2020 y enero del 2024, periodo en que en tan solo cuatro años la CBA se disparó un 22,8%, al pasar de los ₡47.084 a los ₡57.833 (en el medio, en enero de 2023, alcanzó incluso los ₡61.572).
Estos incrementos parecieran no haberse correspondido del todo con los ingresos per cápita de los hogares, los cuales solo crecieron 9,4% en los últimos tres años, según datos de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) de 2023.
Un desalineamiento de este tipo se tradujo en que los costarricenses tuvieran que destinar un porcentaje más alto de sus ingresos para costear los alimentos.
Si usamos como métrica la Enaho, en julio de 2019 —mes en el que se hace la encuesta— la CBA de entonces pesaba un 12,9% del ingreso promedio per cápita de los costarricenses. Ese porcentaje subió a un 14,9% en 2022 y luego se moderó a 14,2% en 2023.
Periodos de crisis
Estos aumentos tan marcados responden a un inicio de década particularmente turbulento, en especial entre 2020 y 2022. En dichos años el mundo vivió una pandemia —y su consecuente recesión económica—, una crisis en el comercio internacional, una guerra inesperada entre países países claves en la producción y distribución de materias primas, y una inflación mundial que disparó las tasas de interés.
Costa Rica, como país pequeño e importador, le fue imposible escapar a las consecuencias: el encarecimiento generalizado de los bienes, pero con un efecto mayor en el precio de los alimentos. La crisis de los contenedores, combinada con el conflicto entre Rusia y Ucrania —protagonistas mundiales en el comercio de fertilizantes, abonos y trigo—, disparó el precio de la CBA hacia su techo histórico de ₡61.572 en enero del año pasado.
El principal problema de que los alimentos —junto a los combustibles— hayan liderado la subida de precios es que tienen una afección pronunciada en los estratos más vulnerables de la sociedad.
Golpea hacia abajo
Según explica Andrés Fernández, economista y estadístico, la CBA tiende a encarecerse en mayor magnitud que la inflación general, medida por medio de las variaciones del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Esto tiene un impacto particularmente fuerte en los sectores de menores ingresos, ya que los obliga a recortar gastos en otras necesidades básicas como salud y educación, acentuando un ciclo de pobreza.
“Siempre que hayan incrementos en la Canasta Básica Alimentaria teóricamente van a existir incrementos en los niveles de pobreza y vulnerabilidad en el país”, explica Fernández.
Con datos de la Enaho, para los dos quintiles de menor poder adquisitivo (I y II), en julio del 2023 el precio de la CBA acaparaba un 81,7% y un 38,3% de sus ingresos per cápita, respectivamente. Una tajada más grande que, por ejemplo, en 2019, cuando se trataba de un 78,9% y 36,2%.
En cambio, para los quintiles de mayor ingreso (III, IV y V) la Canasta pesa de un 22,8% hasta tan solo un 5% del dinero disponible, con información a julio del 2023.
Signos de mejora
Pese a los impactos del encarecimiento, en los últimos siete meses se ha registrado una caída continua en el precio de la CBA. Desde julio de 2023 la Canasta ha disminuído interanualmente su costo.
Las materias primas importadas han presentado por casi dos años una tendencia principalmente bajista que ya ha permeado en el IPC. La caída en el tipo de cambio probablemente también jugó un papel en abaratar los costos de los importadores, un elemento vital para un país que depende tanto de los bienes del exterior.
Fernández también agrega que el mayor ingreso que ha traído la recuperación del empleo formal podría estar mitigando los efectos negativos de la subida de la CBA y de la menor ayuda estatal. Sin embargo, menciona que es probable que ese comportamiento no se sostenga en el tiempo debido a la posibilidad de que el mercado laboral esté cerca de alcanzar su nivel de estabilidad en cuanto a salarios e ingresos para el sector privado.
Actualmente Costa Rica cuenta con una variación interanual del -1,87% en el IPC, lo cual coloca al país como el miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con el indicador más bajo de inflación.
Esta mejoría puede ser más difícil de notar por varias razones. Entre ellas está que, al haber un encarecimiento tan acelerado, la base se hizo más alta. Además, la CBA, al igual que el IPC, ya dejaron de tener caídas mensuales y, por el contrario, acumulan una seguidilla de meses consecutivos hacia el alza. Lo más probable es que estos ligeros aumentos se mantengan moderados durante el año mientras la inflación sube lentamente hacia la meta del 3% que tiene el Banco Central de Costa Rica.
Fernández considera que las personas suelen sentir menos dichas reducciones en parte porque les permite utilizar el resto de recursos en otros bienes que estaban necesitando y que antes no podían adquirir, por lo tanto de todas formas terminan gastando en un nivel similar. Además dice que el fenómeno llamado “sesgo de deseabilidad” los hace notar más los incrementos que las disminuciones.