El pasado viernes 11 de marzo el Silicon Valley Bank (SVB) se convirtió en el banco estadounidense más grande en caer desde la crisis del 2008. Conocido por ser una de las entidades favoritas en el mundo de la tecnología y por albergar principalmente a start-ups como clientes, su caída hace recordar la crisis financiera más devastadora del milenio.
SVB tuvo que enfrentar una corrida bancaria de $42.000 millones en solicitudes de retiro de depósitos. Naturalmente, el banco no contó con la suficiente liquidez para sobrevivir y los reguladores intervinieron para finalmente cerrar el banco.
¿Qué es una corrida bancaria y por qué ocurre?
Es difícil especificar qué puede causar una corrida bancaria, no solo porque dependerá de cada caso en particular, sino porque responde, en gran medida, a la psicología de masas.
Normalmente se desencadena cuando se sospechan o revelan aprietos financieros del lado del banco, casos de corrupción, posibles ventas o, incluso, rumores infundados, como le sucedió al BAC San José en agosto de 2004, en una de las corridas más recordadas de la historia costarricense.
En general, las corridas bancarias ocurren cuando un grupo importante pierde confianza en el banco y las personas o empresas, en busca de salvar sus ahorros, retiran masivamente dinero hasta desangrar la entidad.
Este es un fenómeno que, si bien está alimentado comúnmente por un sentimiento de pánico, es ,también, una respuesta natural. El mismo Gerardo Corrales, quien conoce de primera mano los peligros de una corrida bancaria porque fue el gerente general del BAC cuando esta entidad sufrió una, lo admite.
“Francamente creo que esa es una reacción totalmente natural; ante el temor de perder los ahorros de toda una vida o sus salarios, la mayoría del público, como cualquiera de nosotros lo haría, corre a sacar el dinero y después pregunta si el rumor era cierto o falso”, escribió en el recuento anual del 2004 para la Academia de Centroamérica.
Caso SVB
Durante los años de pandemia, SVB invirtió principalmente en activos “seguros” como los bonos del Tesoro de los Estados Unidos a tasa fija, sin embargo, este dinero fácil tenía una trampa: un aumento en las tasas de interés, como el que ha hecho la Reserva Federal en el último año, hace que el valor de esos viejos bonos se desplome en comparación con el de los recién emitidos.
En el papel, estos activos dejaron de valer lo que el banco pagó por ellos y al final del 2022 SVB contaba con una pérdida potencial de $17.000 millones.
Sumado al aumento de tasas, SVB se topó con un problema particular de su nicho: la disminución en el financiamiento de start-ups. Esto llevó a sus clientes a tocar más el dinero de sus cuentas.
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Además, el banco tenía una cantidad importante de depositantes no asegurados —con montos por encima de los $250.000 que cubre el depósito de garantía estadounidense—, el tipo de cliente que es más propenso a retirar su dinero cuando sospechan peligro.
Para cumplir con las solicitudes de retiros el banco tuvo que vender sus inversiones a un precio mucho menor al adquirido, convirtiendo las minusvalías que tenía en el papel en pérdidas reales.
Cuando el banco reveló la magnitud de las pérdidas el miércoles 8 de marzo, los clientes entraron en pánico, causando una corrida bancaria y la caída de SVB.
Estampida digital
Si bien el caso de SVB tuvo características similares a las de una corrida a la antigua, también estuvo marcada por elementos digitales que sirvieron como el combustible que aceleró el incendio.
“La primera corrida bancaria alimentada por Twitter”, así la describió Patrick McHenry, presidente de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, por medio de un comunicado.
Los días previos al descalabro, varios capitalistas de riesgo “prominentes” recurrieron a Twitter para alarmar sobre la situación de SVB e instaron a los empresarios de start-ups a repensar dónde guardaban su dinero, según reportó CNN.
Consecuentemente, los tweets llegaron hasta el feed o los ojos de los depositantes que, con la facilidad y velocidad que les permitió la banca en línea, sacaron sus recursos del banco.
En una corrida a la antigua los clientes abarrotan las sucursales y cajeros automáticos de los bancos en busca de efectivo; hoy una corrida puede suceder con la mayoría de clientes trasladando sus depósitos desde sus celulares, infundidos por el pánico que leyeron, también, desde sus celulares.
Una enfermedad contagiosa
El problema con las corridas bancarias es que no solo tienen consecuencias nefastas sobre un intermediario, sino que pueden esparcirse por el resto del sistema financiero en una especie de efecto dominó.
Una vez se rompe la delgada línea de la confianza bancaria, depositantes de otras entidades también pueden empezar a retirar su dinero, esparciendo el pánico y aumentando las necesidades de efectivo.
Esto puede generar problemas de liquidez en todo el sistema financiero. En el caso de que una cantidad importante de bancos tenga que liquidar activos para satisfacer las solicitudes de retiro de los depositantes, puede haber una caída en su valor y una disminución en la capacidad de los bancos para prestar dinero.
El cierre de Signature Bank es el ejemplo más reciente de este fenómeno: su caída, apenas dos días después del de SVB, está ligada a un contagio. Al igual que SVB, Signature tenía una cantidad relativamente grande de depósitos no asegurados que, ante el miedo, los clientes prefirieron retirar.
Este banco era cercano al mundo de las criptomonedas y brindaba servicios de préstamos para bufetes de abogados y compañías de bienes raíces, también poseía depósitos de menos de $100.000 millones en 40 sucursales estadounidenses.
¿Cómo respondería Costa Rica a una corrida bancaria?
Óscar Rodríguez, quien fue superintendente General de Entidades Financieras durante la corrida del BAC, escribió para la Academia de Centroamérica que dicho episodio reveló dos fragilidades claves en el sistema nacional: el limitado manejo del riesgo de liquidez en situaciones de emergencia y la dificultad del Banco Central de Costa Rica (BCCR) para cumplir su función de prestamista de última instancia.
Rocío Aguilar, actual superintendenta, considera que una buena parte de esas preocupaciones ya se han mejorado. Además, ahora el país cuenta con un Fondo de Seguro de Depósitos, el cual —aunque todavía está en etapa de acumulación— garantiza hasta un máximo de ¢6 millones de los depósitos y ahorros que las personas mantienen en los intermediarios financieros supervisados en caso de emergencia. Antes de ese fondo la única garantía que existía era la del Estado para los bancos públicos.
En Costa Rica hay un Comité de Estabilidad Financiera, conformado por las superintendencias, el Banco Central y el Ministerio de Hacienda, que se reúne mensualmente para monitorear los principales riesgos del mercado. También se hace una supervisión diaria sobre algunos de los indicadores clave como el Índice de Cobertura de Liquidez (ICL).
La primera línea de defensa, explica Aguilar, está en las mismas entidades, las cuales, supervisadas por la Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef), tienen sus planes de contingencia en caso de una corrida bancaria.
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“Nunca hay tranquilidad en el supervisor, pero vemos un buen panorama en materia de solvencia, (...) la liquidez que tiene el mercado es buena, no hay tensiones que uno pueda decir: ‘mire, cualquier cosa podría desbordar esto’. Además el MIL (Mercado Integrado de Liquidez) está proveyendo situaciones inmediatas de muy corto plazo”, considera la superintendenta Aguilar.
Según el último Informe de Estabilidad Financiera publicado por el Banco Central en abril del 2022, en las pruebas de tensión relacionadas con el riesgo de liquidez el sistema mostró una capacidad “aceptable” para absorber los impactos de un escenario adverso (retiros diarios del 10% de los depósitos por tres días consecutivos). Bajo este hipotético caso el ICL permanecería por encima del umbral normativo de uno, específicamente en 1,03 veces en colones y 1,25 veces en dólares.
En el caso de un escenario “severo” (una corrida del 20% de los retiros), este índice caería a 0,81 veces en colones y 0,95 veces en dólares. Dichos niveles se encuentran dentro de los rangos considerados como de “bajo riesgo”.
El desplome del SVB, según un reporte de Moody’s, tendría un impacto limitado en la industria bancaria Latinoamericana. “Las instituciones financieras de América Latina tienen una exposición directa limitada en los bancos afectados en Estados Unidos, una regulación estricta y una amplia liquidez con depósitos estables”, mencionó Moody’s por medio de un comunicado oficial.