La publicación de la última Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos (Enigh) deja ver un punto importante: los ingresos de los costarricenses no crecen en casi ninguna de las áreas que los componen.
El estudio, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) cada cinco años, además muestra una caída en el peso que tiene el salario neto en la composición de los ingresos, comportamientos opuestos entre zonas rurales y urbanas y cambios en la relevancia de los componentes del ingreso entre los distintos quintiles.
Mientras en los grupos más ricos de la población nacional el dinero recibido por alquileres tiene un porcentaje importante, en los estratos más bajos esos porcentajes son cedidos a las transferencias de dinero, muchas veces dadas por el Gobierno a través de bonos y ayudas sociales.
Sin embargo, en cinco años el perfil del ingreso de las familias costarricenses no ha cambiado de manera importante. Por el contrario, parece estancarse como consecuencia de altos números de desempleo, trabajo informal y subempleo, mientras que sectores como la agricultura y la construcción se contraen y afectan a las personas no alcanzan salir de la condición de pobreza medida por el ingreso.
Salario pesa menos
En la distribución promedio de los ingresos de las familias en Costa Rica el salario tiene, sin competencia, el trozo más grande del pastel. Entre más ingresos tenga el hogar, este adquiere más importancia.
Por ejemplo, en familias del quintil 1 con ingresos promedio de mensuales netos de ¢253.286, el salario pesa 40,4%. En contraparte, en las familias del quintil 5 con ingresos promedio de ¢2.169.420, el salario neto pesa un 61,7% de los ingresos.
En resumen, el comportamiento del salario dicta la mayor parte de los ingresos aunque dentro de las familias más pobres, dependen de otras fuentes. De hecho respecto a la última Enigh publicada en 2014 el peso del salario como tal bajó solo en el quintil más pobre.
Para el grupo del primer quintil es muy probable que los ingresos asociados a actividades como la construcción o agricultura estén afectadas por la contracción constante de estas actividades, según explica Fernando Rodríguez, economista del Observatorio Económico y Social de la Universidad Nacional.
“Son varios años en los que el sector ha tenido caídas o crecimientos muy bajos. Esa recomposición podría afectar a estas poblaciones”, declaró.
Existe un alto nivel alto de incumplimiento de salarios mínimos en el país y esto afecta a este grupo de manera más importante. En consecuencia, son los que están más sujetos a esas remuneraciones incompletas o con problemáticas asociadas.
El Informe del Estado de la Nación del 2019 (IEN) señala que el empleo que más crece en Costa Rica es de baja calidad acompañado por el incumplimiento de reglas laborales básicas.
Las personas de hogares en condición de pobreza son los principales afectados por esta situación que además se convierte en un ancla a los estratos más bajos de la sociedad.
Contar con un seguro laboral, cotizar para una pensión, recibir el salario mínimo, tener una jornada laboral de ocho horas y días de vacaciones según indica la ley son algunos de los aspectos básicos con los que el IEN califica al empleo de alta calidad. Solo un 52% de la población entra en esta categoría y la mayoría está en el sector público.
Particularmente con las mujeres que se incorporan en la fuerza laboral se dan fenómenos que contribuyen a estas dinámicas, según Rodríguez. Son perfiles asociados a puestos de subempleo, es decir, que trabajan menos de lo que desea, con salarios bajos.
Tanto afectan estos factores que en cinco años el salario neto promedio de las familias del primer quintil ha decrecido y el peso del indicador cayó en casi cinco puntos porcentuales (pp).
Incluso si se analiza el salario por zona del país, se evidencia un comportamiento inverso. Mientras en el área urbana el peso del ingreso cayó entre 2013 y 2018, en el mismo lapso, pero en el área rural del país la importancia de los salarios se incrementó.
En el área urbana del país, los trabajos para las personas no calificadas se resumen prácticamente en dos opciones de acuerdo con Rodríguez: trabajos con remuneraciones bajas como la construcción o algunas actividades comerciales y la informalidad.
“Si la construcción no despega ni tampoco las actividades comerciales, la gente empieza a hacer lo que sea y cae en la informalidad. Puede haber un subregistro de los salarios y tampoco son ingresos fijos” detalló.
En el campo existe la agricultura como alternativa a las otras dos opciones, lo que podría explicar, según Rodríguez, la diferencia en los porcentajes. Sin embargo es una actividad que tiene varios años en contracción.
Transferencias y alquileres
Las transferencias recibidas es uno de los cinco grandes grupos en los que el INEC divide el ingreso de los hogares.
Son las entradas en efectivo o en especie, de carácter regular (con excepción de los seguros) percibidas por los hogares. Pueden provenir del Gobierno, instituciones sin fines de lucro y otros hogares. La particularidad de estos ingresos es que no son recíprocos, es decir, se reciben sin que se haya dado nada a cambio.
En montos de dinero en el 2013 el promedio recibido en transferencias por familia del primer quintil era de ¢45.195, sin considerar la inflación. El mismo ingreso en 2018 significó para las mismas familias ¢77.413 al mes, una diferencia de ¢32.218.
El cambio en el porcentaje deja ver la alta dependencia que estas familias tienen de las transferencias estatales. Si no existieran estos aportes, habrían más personas en condición de pobreza, según Rodríguez.
Esta dependencia de los sectores más pobres por las transferencias de dinero, evidencia que la gente en vulnerabilidad puede ser más de lo que muestran los números dentro de la línea de pobreza. Existen personas que pueden estar fuera de la línea y que podrían caer con solo dejar de percibir una de estas ayudas sociales. Están al límite de la pobreza y cruzan esta línea de manera constante, de acuerdo con Rodríguez.
Casi de manera inversa a como funcionan las transferencias de dinero en los estratos más bajos, impactan los alquileres en los quintiles más altos de la población.
En el 2018 esta porción representó un 5,9% del total de los ingresos de las familias más ricas del país. Sin embargo, hay un comportamiento de descenso pues cayeron en un puntos porcentual en relación con el 2013.
En términos de dinero, en la Enigh 2018 representaron ¢140.363 al mes por promedio para cada familia del quinto quintil. Cinco años antes eran apenas ¢2.915 menos sin contar la inflación.
Es decir, aunque los alquileres son el cuarto ingreso más importante para las familias ricas, representaron una disminución en su peso, afectando el ingreso promedio.
El ingreso de los hogares se estanca porque no existen avances evidentes en los ingreso de las familias, principalmente en las más pobres. La falta de dinamismo en actividades comerciales, el crecimiento de la informalidad y del subempleo tienen como consecuencia que los salarios, el trozo más grande del papel de los ingresos, no suban que es lo que se espera para que la gente salga de la pobreza y pueda crecer.