Washington. Tras varios años de crecimiento rápido y agitado, Uber, su competidor Lyft y Airbnb, se preparan para entrar en bolsa, señal de que la economía de intercambio se ha instalado sólidamente en el panorama económico y en la vida cotidiana.
Estas poderosas plataformas, -que ponen en contacto a través de un sitio o de una aplicación a compradores y vendedores de bienes y servicios-, han afectado ampliamente a sectores enteros provocando críticas y desilusiones.
Y su esperada salida a bolsa les permitirá recaudar fondos en los mercados, un cambio de rumbo que puede acarrear nuevas conmociones.
Con los servicios a demanda, que empezaron a proliferar alrededor de 2010, tener un auto, una vivienda o determinados bienes comenzó a dejar de ser una necesidad, y el mercado de trabajo se enfrentó a un cambio que todavía hoy suscita numerosos debates y rompecabezas jurídicos.
La plataforma de reserva de vehículos con chofer Lyft, competidor número uno de Uber en Estados Unidos, inaugurará el baile con un proyecto de IPO (“Initial public offering”) que fue oficializado la semana pasada: actualmente evaluada en $15.000 millones, la compañía podría tratar de llegar a $20.000-$25.000 millones.
Uber debería seguirla con ambiciones colosales: alrededor de $100.000 millones.
Ya sea para compartir autos (con o sin conductor), bicicletas, monopatines eléctricos o alojamientos, la cifra de startups ha explotado. Incluso los espacios de trabajo han sido puestos patas arribas por WeWork (alquiler de oficinas compartidas de forma ultraflexible), valorada en alrededor de 45.000 millones.
"Todavía estamos al principio de la economía de intercambio", estima Arun Sundararajan, profesor de la Universidad de Nueva York, especialista del sector.
"Creo que veremos aparecer enormes plataformas en el sector de los servicios, de la salud e incluso quizás en las energías alternativas", prosiguió.
Los gastos de los consumidores en esas plataformas aumentaron un 58% en 2017, alcanzando los $75.700 millones en Estados Unidos, según el gabinete Rockbridge Associates.
Sin embargo, "no les veo como los futuros Amazon o Apple porque prosperan en mercados estrechos y porque van a empezar a experimentar la competencia de actores tradicionales, algunos de ellos muy astutos", opina Charles Colby, de Rockbridge Associates.
Uber y Lyft se enfrentan a las protestas de los taxis, con Uber prohibida o limitada en varios países, y Airbnb es acusada de alterar el mercado inmobiliario y hostelero.
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Según los expertos, la economía de intercambio tendrá más consecuencias en el sector del transporte al cambiar radicalmente los espacios urbanos, donde el coche particular pasará a ser la excepción.
Para el gabinete RethinkX, el número de autos en Estados Unidos descenderá un 80% de aquí a 2030, y el 95% de los trayectos se efectuará en vehículos autónomos eléctricos por reserva.
Paradoja: tanto Lyft como Uber pierden sumas astronómicas, lo que hace pensar a algunos en los riesgos de una nueva burbuja de internet.
Pero la fuerza de las plataformas hoy en día es precisamente su crecimiento sólidamente instalado, y eso es lo que interesa ante todo a los inversores, que apuestan también por el vehículo autónomo, en el que ya trabajan tanto Lyft como Uber.
Han "demostrado la viabilidad del modelo económico: la posibilidad de operar a gran escala en diferentes mercados", explica Benjaafar.
Han sabido mostrar además la viabilidad de una actividad "que reposa en la confianza entre personas que no se conocen" y en el recurso a cosas que ya existen (autos, viviendas), pero que están subutilizadas, al mismo tiempo que evitan inversiones importantes, añade.
Sin embargo, aún "queda por saber en qué medida esto se puede traducir en beneficios", agrega.
El otro pilar de esta economía, prosigue el experto, es el recurso a "una mano de obra independiente y ocasional": flexibilidad para unos, precariedad para otros.
Y esto genera también decepciones, sobre todo en Europa, donde algunos tribunales estiman que hay una relación de subordinación entre las firmas y sus conductores, y que las compañías deberían asumir las consecuencias y los costos en términos de protección social (empleo, enfermedades, jubilación, etc.).
Según, Sundararajan uno de los grandes desafíos de la economía de intercambio podría ser precisamente ese.