25 metros al este de la rotonda de La Hispanidad, se alza uno de los establecimientos más icónicos de Montes de Oca, un lugar donde casi todo vallecentralino que se respeta se ha caído de trasero por lo menos una vez en su vida sobre la pista: el Salón de Patines Music.
Este sexagenario local se construyó en esa misma localidad en 1960, cuando los alrededores, como era normal en la época, estaban compuestos principalmente por cafetales. La familia tico-estadounidense, los Music Fernández, recorrieron desde el estado norteamericano de Kentucky hasta San Pedro de Montes de Oca en carro con el sueño de construir en Costa Rica su propio salón de patines en lo que significó un viaje de alrededor de 5.600 kilómetros, cinco fronteras y dos semanas.
“Yo iba con mi papá en un gran camión con toda la mercancía del salón (de Kentucky): patines, techo y todas las cosas que papá podía imaginarse que iban a hacer falta (para construir el nuevo establecimiento)”, cuenta Jimmy Music, actual propietario del negocio familiar.
Odus Music y María Cecilia Fernández, los padres de Jimmy, habían construido en Kentucky, Estados Unidos, su primer salón de patines, sin embargo, hacia finales de la década de los cincuenta, Fernández, de origen tico, convenció a Odus de que se fueran a vivir a Costa Rica y que allí también podrían tener su propio salón.
Cuando llegaron al país se dieron cuenta que abrir el local no iba a ser sencillo, principalmente porque todas las fuentes de financiamiento tradicional les cerraron las puertas. “Los bancos le decían a mi papá: ¿un salón de patines, Mr Music? Es una inversión tonta”, cuenta Jimmy. Los recursos, entonces, los tuvo que levantar de un préstamo que les dio la familia Fernández tras vender las cosechas de piña y caña que poseían.
Odus, quien tenía habilidades en construcción, encabezó el proyecto. Para entonces, Jimmy tenía solo 16 años, quizá en ese momento no lo sabía, pero su vida quedaría asida a ese local por los próximos 63 años y contando.
“He hecho de todo aquí”, dice Jimmy, ya con 77 años, sentado en su oficina dentro del salón. Pese a que cuando llegó al país no hablaba una gota de español, seis décadas después habla como un costarricense más, salvó algún deje anglosajón en la pronunciación de la letra “de”. “He sido desde peón, recuerdo dormir aquí en un cajoncito con pistola en mano cuidando el salón para que nadie se metiera a robarse los patines”, recuerda.
El establecimiento se inauguró en 1960. La voz se había regado sobre el salón de patines que estaba en construcción, así que su apertura fue acompañada por un gran número de curiosos que llegaron a ver de qué se trataba el rumor.
“El día que abrimos fue una felicidad increíble porque la fila de personas era muy grande, todo el mundo quería patinar”, rememora Jimmy.
“Había que ir a conocer qué fue lo que abrieron”, recuerda Marcela, la esposa de Jimmy, a quien conoció justamente en una de sus primeras visitas al salón en 1961.
Desde entonces la familia Music Fernández —bendecidos con un apellido que le calzó a la perfección a su negocio— ha estado detrás de la administración del salón. Jimmy, pasó por todos los puestos: fue vendedor de gaseosas, el que entregaba los patines, incluso llegó a fungir como el DJ que le daba el ritmo a las tardes y noches de patinaje en Montes de Oca. En la década de los setenta, cuando su padre decidió retirarse, Jimmy tomó el timón del negocio junto a sus hermanos.
Un negocio inmutable
El Salón de Patines Music es uno de esos curiosos casos de establecimientos que han resistido el paso del tiempo en un mismo lugar, bajo los mismos dueños y con el mismo giro de negocio.
Testimonio de esto es la bola disco de espejos que cuelga sobre el centro de la pista. Esta bola se construyó en los ochenta en la casa de Jimmy y desde entonces ha reflejado sus colores por múltiples generaciones de patinadores ininterrumpidamente, salvo la pandemia, sin importar cuál haya sido la música de moda en cada década.
El lugar ha tenido, por supuesto, algunos cambios, pero han sido sobre todo en los márgenes, (cambios de piso, patines, luces), mas no en el núcleo del salón. Su esencia, hasta la fecha, sigue siendo la misma: patines y música, una combinación que ha sido exitosa por 63 años.
“Toda Costa Rica ha patinado en el salón, todos tienen recuerdos: que ahí tuve mi fiesta de cumpleaños, o que ahí me quebré el brazo, o que ahí encontré a mi novia. Todos tienen un poquito de historia de lo que es el salón”, dice Jimmy.
Su demográfico hoy se expande a prácticamente todos los grupos etarios, salvó los muy mayores, por obvios riesgos a la salud. Esto, sin embargo, no siempre fue así. Al inicio era un espacio que frecuentaban principalmente las personas jóvenes, pero conforme crecieron, continuaron visitando el local a mayores edades.
Actualmente hay un espacio en la mañana de los fines de semana reservado para padres e hijos, mientras que en la tarde y la noche, si bien sigue siendo para todo público, se abre el abanico de edades. Incluso tienen un espacio especial para patinadores veteranos.
Para Jimmy, el éxito del salón se explica desde su visión familiar, no solo en presentarse como un espacio para todo tipo de personas y edades, sino también en haberlo mantenido dentro de la familia Music por toda su vida, en colaboración con sus hermanos.
Sobre el futuro, Jimmy se mantiene optimista en que el salón seguirá siendo ese lugar especial para los patinadores, hábiles o principiantes, de Costa Rica.
“Sobrevivimos la pandemia, cuando estuvimos cerrados todo un año. Mientras no haya un terremoto y no se caiga el edificio, vamos a seguir patinando, nos gusta el trabajo”, dice.