El tipo de cambio no descendía a niveles tan cercanos a los ¢500 desde finales de enero de 2014. El promedio del Mercado de Monedas Extranjeras (Monex) cerró en ¢504,46 por dólar el viernes 26 de abril, un dato que no se observaba desde enero del 2014.
¿Cómo era el escenario costarricense en aquel entonces? Muy diferente.
Para empezar, el país disponía de una política cambiaria distinta hasta ese momento: el viejo sistema de banda cambiaria. Hoy se aplica la política de flotación administrada, la cual apenas entró en vigencia a partir de febrero del 2015.
En cuestiones políticas, la administración liberacionista de la expresidenta Laura Chinchilla estaba de salida, sin haber podido resolver el desajuste fiscal sobre el que ya advertía; y la campaña electoral ya estaba en curso, con la gran posibilidad de que se rompiera el bipartidismo.
En el día a día, la población todavía estaba emocionada por el regreso de la Selección Nacional de fútbol a un Mundial, pues iba a participar en Brasil 2014. Pero la ilusión tampoco era demasiada porque, en diciembre anterior, el sorteo había colocado al equipo tico junto con Uruguay, Inglaterra e Italia en el “grupo de la muerte”.
Ya había quedado atrás la crisis de 2009, pero todavía no pasaba por la mente de nadie que fuera a surgir una pandemia ocho años después.
Han pasado más de diez años desde que el dólar estuvo tan cerca de los ¢500 y las condiciones ahora son otras.
El cambio de política cambiaria
Para empezar, veamos las diferencias de la política cambiaria de 2014 y la actual.
El sistema de banda cambiaria se aplicó entre octubre de 2006 y enero de 2015, y consistía en un modelo transitorio para la adopción del actual esquema de metas de inflación. Con ese viejo sistema, el Banco Central (BCCR) tenía que establecer una banda de tolerancia a las variaciones cambiarias; es decir, un monto mínimo y uno máximo sobre el que tenía que intervenir. El BCCR se comprometía a mantener cierta estabilidad, comprando divisas cuando existieran fenómenos de exceso de oferta o vendiéndolas cuando el exceso fuera de demanda.
A partir del 31 de enero de 2015, en cambio, entró a regir formalmente el sistema de flotación administrada que conocemos en la actualidad. En este sistema, el BCCR permite que el tipo de cambio fluctúe conforme a las condiciones del mercado y solo interviene en aquellos momentos en que lo considera necesario para evitar cambios extremos. A diferencia del esquema anterior, en este nuevo sistema, el Central no se compromete a mantener el valor del dólar en un punto específico.
El viejo sistema de banda cambiaria propició una época de gran estabilidad. Entre 2006 y 2016, el promedio del precio de venta del dólar de todos los años osciló entre los ¢500 y los ¢572. Al sistema actual se le acusa de dar un mayor espacio a la volatilidad, como se ha visto en los últimos meses.
Por este tipo de cuestiones es que el “dólar a ¢500″ de 2014 es tan distinto del dólar casi a ¢500 de 2024.
De hecho, en aquel inicio de 2014, la tendencia del tipo de cambio era creciente y el Banco Central incluso hacía alusión al fenómeno como una “depreciación moderada” con “efectos positivos para exportaciones y turismo”, en su Programa Macroeconómico de inicios de año.
La tendencia al alza alegraba a esos y otros sectores empresariales, a pesar de que en 2013 el precio del dólar más bien se había mantenido en niveles especialmente bajos y las cámaras urgían a flexibilizar lo más posible el tipo de cambio al mismo tiempo que, según recogen notas de prensa de la época, planteaban reducir algunos incentivos para el ingreso de capitales de especulación.
La inflación de 2013 no era un tema mayor en el ambiente y se había mantenido dentro del rango de tolerancia del emisor para aquel período (3,7% ); mientras que la tasa básica pasiva se ubicaba en 6,5% (1,25 puntos porcentuales por encima de la actualidad) y la tasa de política monetaria en 3,75% (1 p.p. menos que ahora). La atracción de inversión extranjera directa se estimaba medida como ingreso de capitales se había calculado en 6,3% de la producción, similar a años anteriores; sin embargo, mayor que en los últimos años, según los registros históricos del Banco Mundial.
Sin embargo, ahora el contexto es lo opuesto. En un sistema mucho más flexible, se da una apreciación atípica del colón, y son esos mismos sectores (exportador y turístico) los que piden una mayor intervención por parte de las autoridades, pues se reducen sus ganancias y aumentan sus costos operativos.
La Costa Rica de 2014
Sin embargo, la política cambiaria del Banco Central no fue lo único que cambió desde enero de 2014 a la fecha.
Desde ese entonces, por ejemplo, el país ha visto el paso de cuatro gobiernos. Concluyó la administración de la expresidenta Laura Chinchilla, las dos administraciones del Partido Acción Ciudadana (de los expresidentes Luis Guillermo Solís y Carlos Alvarado), y han transcurrido prácticamente dos años de la del actual gestión de Rodrigo Chaves.
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En otras palabras, la Costa Rica de 2014 todavía vivía en un gobierno hijo del bipartidismo; aunque ya se vislumbraban señales de ruptura en la contienda electoral, que por entonces estaba marcada por nombres como el del expresidente Solís o del entonces candidato frenteamplista, José María Villalta, por encima del entonces candidato liberacionista Johnny Araya.
La Costa Rica de 2014 tampoco había logrado paliar su desajuste fiscal, que por entonces se acercaba ya al 4% del PIB. La expresidenta Chinchilla había intentado impulsar una reforma tributaria negociada con el entonces opositor Ottón Solís; sin embargo, el texto se cayó en la Sala Constitucional y finalmente el país tuvo que esperar hasta 2018 para que se aprobara un plan de saneamiento financiero, en la administración Alvarado Quesada. Hoy, el país no supera del todo su desequilibrio, pero al menos logra una relación positiva entre gastos e ingresos sin contar el pago de la deuda.
En una buena medida, se tuvo que esperar porque el expresidente Luis Guillermo Solís desestimó la urgencia de impulsar reformas en ese sentido al inicio de su mandato, a pesar de reiteradas advertencias a las que no hizo mayor caso hasta la segunda mitad de su mandato, cuando incluso llegó a decir que el país vivía una “crisis de liquidez”.
La situación de la población en 2014 también era otra. Si bien la tasa de desempleo y de pobreza eran casi iguales a las de ahora, el costo de la vida aumentó un 22%, según las mediciones del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC); mientras que el ingreso promedio per cápita de los hogares subió un 25%.
En otros temas, los hogares ticos todavía no habían visto a la Selección Nacional hacer historia en Brasil 2014, ni participar en Rusia 2018 o en Catar 2022. Tampoco habían conocido los celulares con más de un lente en sus cámaras; y ni podían imaginarse que un virus iba a recluir a la población mundial solo unos años después.
Depreciación histórica
La tendencia del colón a lo largo de la historia ha sido la depreciación, más allá de la apreciación de los últimos meses.
En los años 1945 y 1946, todavía se hablaba de valores de venta del dólar de ¢6,62 por dólar, según un artículo publicado por la investigadora Rosa María Vindas-Chaves en 2021, con base en registros históricos del Banco Central.
Los valores se mantuvieron por debajo de los ¢10 todavía hasta el inicio de la década de los años 1980, pero la crisis de aquel entonces vino acompañada de una fuerte devaluación, nunca antes vista. El valor de la divisa estadounidense se disparó a los ¢40 para el cierre de 1982, en otras palabras, un crecimiento de más del 300% en solo dos años.
A partir de entonces, la devaluación continuó paulatinamente.
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Primero, se superó la barrera de los ¢100 con la entrada de los años 1990. Para 1996 ya se había cruzado la línea de los ¢200, y para el cambio de siglo ya se había cruzado el precio de los ¢300. En el 2003 ya se hablaba de más de ¢400 y la barrera de los ¢500 se superó por primera vez en 2006.
Entre ese último año y hasta el 2015 la situación fue de relativa estabilidad; sin embargo, la tendencia al crecimiento regresó a partir de entonces.
De hecho, el precio del dólar superó los ¢600 en 2020 y dos años después estuvo cerca de los ¢700; pero en los meses recientes ha experimentado un retroceso atípico.
Según las autoridades del BCCR, existen diversas cuestiones que explican el inusual desempeño positivo del colón frente el dólar en los últimos 18 meses, el cual ha implicado una revalorización del 26%.
Entre otras explicaciones sobre este comportamiento se han mencionado que el precio de casi ¢700 que se registró a mediados de 2022 fue circunstancial, producto de una situación atípica como fue la pandemia de covid-19. Ese fenómeno cerró el ingreso de una gran cantidad de dólares por turismo y otras actividades y, al mismo tiempo, implicó una mayor salida de divisas por la compra de petróleo a mayor costo.
Asimismo, el BCCR bajó sus tasas de interés de referencia para reactivar el consumo, lo cual implicó un menor apetito por el ahorro en colones de inversionistas que, más bien, buscaron refugiar sus recursos en dólares (una moneda más fuerte). Entre ellos, por ejemplo, se recuerda el caso de las operadoras de pensiones.
Muchas de estas presiones incluso se acrecentaron con le inicio de la guerra por la invasión de Rusia en Ucrania, pero ahora más bien se han venido revirtiendo. Esto es así porque los efectos de la pandemia y de ese conflicto se han aplacado hasta el momento, y la política monetaria costarricense y del mundo más bien luchan para enfriar la economía con tasas de interés altas.