Tres semanas antes de declararse en quiebra, Yanber empleaba a más de 300 colaboradores, pero se empezaba a desmoronar.
A lo largo de tres años, la compañía mantuvo el paso, en medio de un terreno bastante adverso, hasta toparse con el cierre de puertas de proveedores, clientes y de la banca.
Los recursos para el capital de trabajo dejaron de ser suficientes y el único camino fue despedir al personal y detener la planta. La quiebra era inminente.
¿Cómo llegó Yanber a este desenlace? El negocio tenía el potencial para continuar, pero enfrentó lastres que le impidieron avanzar, aun después de haber logrado concluir el plazo del convenio preventivo y de que los empresarios Francis Durman y Allan Rodríguez lo compraran.
La falta de acceso al financiamiento, la sombra de los estados financieros maquillados y el deterioro de la imagen de la compañía opacaron los esfuerzos por levantar el negocio.
En esa línea, las preguntas aleccionadoras que quedan son: ¿cómo evitar que una empresa presente estados financieros auditados falsos a bancos y clientes? y ¿cómo dotar de financiamiento a una compañía que recién salió de un convenio?
Los lastres de Yanber
En los últimos tres años, al mando de Durman, Yanber atravesó un proceso de cierre de líneas de producción que carecían de rentabilidad. También obtuvo patentes para elaborar nuevos productos, los cuales generarían márgenes “importantes” de dinero, y adquirió maquinaria de punta.
Con las “uñas”, la empresa se expandió a Brasil y reacomodó su operación en Panamá y Colombia.
“No tengo la menor duda de que el negocio tenía todo el potencial para ser exitoso”, afirmó Durman a EF en entrevista en la primera semana de agosto.
Si esto era así, ¿por qué la compañía no logró levantar las ventas y atender las obligaciones que acumulaba de años atrás?
La primera explicación está en la sombría y –por mucho tiempo– oculta realidad que vivía la compañía desde hace años. Yanber arrastraba yerros de la última década.
En mayo del 2015, Samuel Yankelewitz, quien presidía la firma en ese momento, acudió a los tribunales en busca de un convenio preventivo para evitar la quiebra de Yanber; para ese entonces, la empresa debía $62 millones.
LEA MÁS: Cadena de errores en administración de Yanber culminó en oculta crisis financiera
Esta solicitud fue solo el inicio de un proceso que desenmascaría a una compañía que, bajo el mando de Yankelewitz, había presentado, durante años, estados financieros maquillados a la banca para obtener financiamiento.
A inicios de 2016, Yankelewitz entregó las acciones de la compañía a los bancos privados, quienes aceptaron este camino con tal de recuperar el dinero prestado sin garantía. Por su parte, la banca estatal readecuó los créditos que sí contaban con garantía real.
Al ver el potencial de Yanber, pero sin saber que la empresa tenía pérdidas, los bancos privados estuvieron de acuerdo con la compra.
LEA MÁS: Francis Durman: Los estados financieros de Yanber se maquillaban desde 2010-2011
En ese momento se calculó que la compañía podía caminar con $4 millones para capital de trabajo.
Durman obtuvo ese dinero y lo pagó. Sin embargo, cuando se dio cuenta de que la realidad de la empresa era otra, solicitó otros $3 millones. Este dinero le permitió operar por dos años más, lapso en el que se fue desenmascarando la realidad de Yanber.
Los estados financieros con los que se tomó la decisión de dar continuidad a la empresa eran documentos falsos, “totalmente manipulados por la administración anterior, auditados por una compañía de auditores que también cometió fraude”, apuntó Durman.
LEA MÁS: Abogado de los bancos en caso Yanber: Se utilizó un fideicomiso para eludir acciones de la justicia
Por esta situación, el caso Yanber exaltó un desafío de la regulación nacional al respecto de las compañías auditoras que deben respaldar el estado de las finanzas de una empresa.
“Para un crédito de $60 millones, tiene que haber una compañía de auditoría suficientemente fuerte y grande para que, si ahí se da un hecho de colusión, esa compañía auditora tenga tantísimo que perder que no afloje a la presión de un empresario para que le ayude a cometer fraude”, anotó Durman.
En el ámbito internacional, cuando una compañía presenta la declaración de impuestos ante Tributación, el reporte viene respaldado por el auditor externo. De esta forma, este se convierte en un coadyuvante del Gobierno y las implicaciones de un eventual fraude son mucho mayores.
La confianza de la banca y de los proveedores en los resultados de una empresa está puesta sobre estas auditorías y si este filtro falla, el efecto dominó puede ser perjudicial.
La necesidad de revisar los requisitos para la contratación de un auditor externo saltan a la vista.
“Muchos de los créditos que se brindaron se basaron en el historial de don Samuel. ¿Por qué le prestó esa plata a Samuel sin una garantía real? Porque Samuel me pagó durante años sin problema. Los mismos empleados no dudaban de los dueños”, señaló Miguel Villegas, curador del proceso de quiebra.
Fue hasta el 2018 cuando se descubrió que la compañía había simulado ventas por $29 millones y registraba pérdidas por ¢21.000 millones, en vez de utilidades por más de ¢5.000 millones.
Este momento marcó otro punto crucial para Yanber. Proveedores y clientes empezaron a desconfiar de la compañía cuando los yerros del pasado salieron a la luz pública, dadas las comparecencias agendadas por los diputados con Yankelewitz, el curador del proceso, los abogados e incluso Durman.
Esa desconfianza golpeó a Yanber, a pesar de que la compañía pertenecía a una nueva administración.
Sumado a esto, Patricia Mora, exdiputada del Frente Amplio, señaló en el Congreso que Durman había sido socio de Samuel Yankelewitz. “Eso me terminó de matar”, anotó el empresario. Posteriormente, Mora desmintió la información.
La planta se detuvo en varias ocasiones por la sombra de las pérdidas de la compañía, pero llegó un momento en el que la empresa se topó con la imposibilidad de financiar su capital de trabajo.
Un último punto en contra de Yanber fue la respuesta de los bancos; el cierre de puertas de la banca puede jugar en contra de cualquier empresa que quiera salir adelante tras un convenio preventivo.
Cuando Durman intentó acudir a los acreedores, le indicaron que debían aprovisionar el 100% de lo que le prestaran, y esto les parecía poco atractivo. Además, le exigían otras garantías.
“Me decían: ‘Yo le presto, pero deme una garantía de otra sociedad’. Y yo les decía: ‘No, no. Vea, es que a quien le están prestando es a Yanber’”, explicó Durman.
La calificación de la compañía como deudora se vio deteriorada tras el proceso del convenio preventivo.
“Los bancos deberían poder reversar la calificación que esa compañía tiene para que le vuelvan a prestar, obviamente con estudios de riesgo y con garantías; no es prestar por prestar”, afirmó Durman.
Sin embargo, las normas del sistema financiero en sí mismas no establecen ningún criterio particular sobre las estimaciones y calificaciones para empresas que salieron de un convenio preventivo, señaló el Banco de Costa Rica (BCR).
Al respecto, Bernardo Alfaro, superintendente de entidades financieras, explicó que cuando los deudores se acogen a convenios preventivos, cada entidad deberá hacer el análisis de esos casos de acuerdo con los parámetros para la categoría de crédito, es decir, morosidad máxima del deudor en la entidad determinada al cierre del mes en curso. También debe considerar pago histórico y capacidad de pago.
“En la mayoría de los casos que hemos visto en las entidades esa categoría es la C (la más baja)”, añadió el supervisor.
El Caso Yanber deja lecciones o, más bien, cuestionamientos de cómo se debe manejar un convenio preventivo y cómo apoyar a una empresa para que se levante después de evadir la quiebra una vez.