Se ha convertido en la curva favorita de Donald Trump y de su vicepresidente Mike Pence: es la de Wall Street, que batió esta semana históricos récords mientras las economías de Estados Unidos y del mundo se derrumban por la pandemia de la COVID-19.
"¡Estados Unidos está de vuelta!", tuiteó el martes Mike Pence refiriéndose al máximo histórico alcanzado por el índice S&P 500, que incluye a las 500 mayores empresas cotizadas en Estados Unidos. También el Nasdaq acumula récords desde hace varias semanas.
Al margen de la autosatisfacción de los políticos ¿por qué ríe tanto la bolsa estadounidense, cuando acecha la recesión, se dispara el desempleo y proliferan los ajustes sociales?
La vieja máxima de "la bolsa no es la economía", tan utilizada tanto en alzas como en hundimientos bursátiles, resuena con fuerza, pues semejante desfase se aparenta a una forma de indecencia de los mercados financieros.
"Ello refleja la forma de funcionar de los inversores, que apuestan a largo plazo", analiza Christopher Dembik, responsable de investigación económica en Saxo Banque.
Y ese largo plazo tiene tintes positivos para las empresas estadounidenses: las previsiones de beneficios de las empresas del S&P 500 han sido revisadas al alza para 2020, tras una fuerte caída, según la sociedad Factset. Estos pronósticos podrían incluso ser mejores en 2021.
Tecnología
Varias de ellas ya presentan cifras superiores a lo esperado en el segundo trimestre, marcado por el confinamiento.
Pero en la era del teletrabajo, del streaming y de las redes sociales, la bolsa no beneficia a todos por igual: las empresas tecnológicas se llevan la mejor parte, dejando poca cosa a los demás sectores golpeados por la crisis.
Apple, por ejemplo, registró un beneficio neto de $11.000 millones entre abril y junio. El precio de su acción se ha duplicado desde marzo, y la firma superó el miércoles los $2 billones de valor en bolsa, algo nunca visto en Wall Street.
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Ello hace que la distorsión se amplíe: las empresas tecnológicas representaban 20% del índice S&P 500 en 2016, y ahora suman un tercio, calcula Nicholas Colas, cofundador de la sociedad norteamericana DataTrek Research.
"Saber si estas empresas tecnológicas han llegado a su máximo (rendimiento) es la pregunta del millón", opina Richard Hunter, de Interactive Investor.
Seguramente no. No sólo porque estas empresas superaron la crisis sino también porque los operadores siguen dispuestos a apostar por ellas, protegidos por el banco central (Fed) de los Estados Unidos, con sus tipos de interés cercanos al 0% y sus programas de préstamos para ayudar a empresas y colectividades.
Ayudas masivas
Además, el Congreso adoptó en marzo un gigantesco plan de apoyo de $2,2 billones, al que se sumó en abril otro de $500.000 millones. Y se debate ahora un nuevo plan.
Ello estimula a los inversores a apostar por activos de mayor riesgo, que proporcionan mejor rendimiento.
En el resto del mundo, ninguna plaza financiera rivaliza con Wall Street. "Todos los excedentes están sistemáticamente canalizados para ir al mercado estadounidense en período de crisis, y no acaban ni en Asia ni en Europa" justifica Christopher Dembik.
Sin embargo, dos índices mundiales destacan: el Nikkei en Japón, muy tecnológico, y el Dax alemán, y ambos se han acercado a sus máximos históricos.
Europa "está rezagada", también debido a la fuerte alza del euro, que ha llegado estos días a un máximo en dos años frente al dólar, y lastra a las empresas exportadoras, explica Daniel Larrouturou, gerente de acciones de Dôm Finance.
¿Devolverá Wall Street la sonrisa a los estadounidenses? Un estudio de la Fed muestra que más de la mitad de ellos posee acciones, y que éstas están sobre todo concentradas en manos del 10% de los más ricos.