Estados Unidos lleva poco más de dos años evadiendo una de las recesiones más anticipadas o pronosticadas de su historia. Pese a que se han presentado todas las variables que en el pasado han resultado en una recesión, la economía estadounidense ha resistido con pocos tambaleos. Eso, sin embargo, podría cambiar; algo que no le conviene a Costa Rica.
Agosto inició con una fuerte caída en los mercados internacionales y, aunque una parte respondió más bien a ajustes de política monetaria en Japón, un componente importante vino desde una de las primeras muestras de debilidad que ha dado la economía norteamericana; un reporte de creación de empleos de julio más débil del esperado disparó nuevamente los miedos.
¿Por qué aumentó la preocupación?
A pesar de que las predicciones de recesión se han equivocado en los últimos dos años —principalmente porque estaban basadas en tendencias históricas y no tanto en los números—, esta vez pareciera que hay más datos que apuntan hacia la temible palabra con “r”.
La inesperada fortaleza con la que salieron los hogares de la pandemia gracias a los estímulos monetarios parece quedarle poca gasolina, el consumo privado se ha debilitado, el mercado laboral ya no es tan vigoroso y grandes empresas ya empiezan a presentar resultados y expectativas menos optimistas.
Los datos de empleo de julio apuntan a una recesión si se utiliza la regla de dedos de Sahm. Esta es una teoría que dice que en una recesión ha comenzado si la tasa de desempleo de tres meses promedio aumenta en 0,50 puntos porcentuales o más en comparación con su mínimo de los 12 meses anteriores, algo que acaba de suceder. Entre julio de 2023 y 2024 este indicador pasó de 3,4% a un 4,3%. Además, el mercado laboral lleva dos meses consecutivos generando menos empleos nuevos.
Después de ese reporte, JP Morgan ajustó hacia al alza sus probabilidades de una recesión de un 25% a un 35% para este año.
“Ya se está viendo en el consumo las repercusiones de dos cosas: el mayor precio en el costo de la vida y, por fin, el efecto recesivo que tienen las tasas de interés altas”, explica Adriana Rodríguez, gerenta general de Acobo Puesto de Bolsa.
Razones para la calma
A pesar de ese incremento en las probabilidades, la mayoría de números todavía apuntan a que la economía estadounidense se está desacelerando, no contrayendo.
Un dato positivo es que el Producto Interno Bruto (PIB) se ha acelerado entre el primer y el segundo trimestre del año debido a que los consumidores aumentaron su gasto, las empresas invirtieron más en equipo y acumularon inventarios, y la inflación se moderó. Estos no suelen ser síntomas de un país que se dirige a una recesión, mucho menos de que ya está en uno, como diría la regla de Sahm.
La baja en la inflación también es una señal positiva. Aunque llevaba más de un año pegada en el 3%, por encima de la meta del 2%, en julio este indicador bajó a 2,9%, un umbral que no cruzaba desde marzo del 2021.
¿Qué pasará entonces con Estados Unidos? Si la pregunta es, ¿es una recesión inminente? La respuesta es no. Si la pregunta es, ¿se ha vuelto más probable que suceda después de los datos de julio? La respuesta es un sí, pero el escenario que más parece repetirse es el de una desaceleración y aterrizaje suave (evadir la recesión).
“Yo creo que una recesión dura es el escenario que tiene menos probabilidades. Los escenarios bases van entre un aterrizaje suave hacia una recesión moderada nosotros aquí en Acobo lo que estamos trabajando es con un escenario de crecimiento más débil hacia los próximos trimestres”, explica Rodríguez.
Estos desenlaces no son necesariamente negativos: para controlar la inflación tiende a ser inevitable quitarle fuerza al crecimiento económico. Además, de cumplirse, marcaría historia en Estados Unidos: nunca se habían subido tan agresivamente las tasas de interés de la mano de una inflación de casi dos dígitos sin que el país cayera en recesión como consecuencia.
¿Cómo afectaría a Costa Rica?
Si la hipotética recesión se materializa, Costa Rica no estaría exenta de sus consecuencias. De hecho, una recesión en Estados Unidos suele estar acompañada de una recesión en el país (también porque suelen darse a escalas mundiales). Además, la ecuación cambia dependiendo de cuán fuerte llegue a ser, ya que poco tiene que ver una contracción dura con un aterrizaje suave. Sin embargo, el aterrizaje también podría tener efectos de menor crecimiento en el país.
Fuerte vínculo comercial
La afectación más evidente vendría por parte del comercio exterior. Para nadie es un secreto que Costa Rica depende fuertemente de su relación con Estados Unidos, su principal socio comercial: a ningún país le exporta más bienes y servicios (un 46%) y de ningún otro importa más (un 42%).
Una recesión norteamericana podría reducir la demanda de productos costarricenses, lo que afectaría negativamente a las industrias exportadoras del país.
Sin embargo, no necesariamente sería un impacto generalizado y dependerá de la prioridad de uso y precio en el mercado internacional de las exportaciones nacionales.
La Inversión Extranjera Directa (IED) también es un elemento vulnerable. No solo se hace menos probable que más empresas estadounidenses apuesten por invertir en Costa Rica, sino también vuelve más complicado que las que ya están instaladas decidan expandir sus operaciones en el país.
Al igual que con las exportaciones, Costa Rica es altamente dependiente del gigante norteamericano en este apartado. Según datos de la Promotora de Comercio Exterior, un 73% de la IED que llegó al país en el primer trimestre del 2024 provino de Estados Unidos. Además, un 56% de las exportaciones que realizan empresas en zona franca (normalmente con capital extranjero) tienen como destino dicho país.
Rodríguez considera que el impacto en ese sector podría atenuarse si el país alcanza niveles positivos de productividad. El objetivo de esto es que si las casas matrices de estas empresas deciden hacer recortes, no sea sobre Costa Rica donde posen sus ojos.
El turismo también es una actividad vulnerable: es más probable que menos estadounidenses nos visiten si sus finanzas no son boyantes; los viajes son lujos que suelen recortarse en tiempos difíciles. De los 2,47 millones de turistas que recibió el país en 2023, 1,43 millones vinieron de Estados Unidos, según datos del Instituto Nacional de Turismo.
Impacto en los mercados financieros
A quienes se financian en el mercado extranjero tampoco les conviene una recesión, en especial si esta viene con problemas en los mercados financieros. Esto incluye al Ministerio de Hacienda, pero también a bancos y empresas.
El impacto vendría de la peor seguridad (o la falta de ella) que percibirían los inversionistas sobre Costa Rica.
“La volatilidad financiera afuera a nosotros nos afecta vía encarecimiento del acceso al crédito privado y público porque no somos un refugio de valor. La gente no va a venir a invertir a Costa Rica, por ejemplo, porque siente inseguridad en los Estados Unidos. Más bien nos meten en el saco de inseguros y eso nos afecta económicamente”, explica el economista José Luis Arce.
También hay un escenario en el que esto se podría convertir en una ventaja y es si la recesión (o desaceleración) se da con el escenario de un aterrizaje suave. En dado caso, los mercados financieros no deberían de presentar volatilidades fuertes y la Reserva Federa (Fed, su banco central) podría por fin reducir las tasas de interés. “Eso sería lo bueno entre lo malo”, dice Rodríguez.
Esto no solo abarataría la deuda en dólares —aliviando la cuota de quienes tomaron un préstamo en moneda extranjera—, sino que también le daría todavía más espacio al Banco Central de Costa Rica (BCCR) para que baje sus propias tasas en colones.
Fondos de pensiones
Los fondos de pensiones, en particular los del Régimen Obligatorio de Pensión Complementaria (ROP), también se verían influenciados, ya que cada vez es más común que las operadoras de pensión complementarias (OPC) inviertan los activos del ROP en el extranjero, siendo el mercado estadounidense el principal personaje. Esto se debe en buena medida a que el mercado costarricense es poco profundo y no puede satisfacer la demanda de inversión de un fondo que crece tan rápido como el ROP.
Independientemente de si Estados Unidos cae en recesión o si se concreta el aterrizaje suave, lo que sí parece ineludible en un escenario como el actual es que la Fed reduzca sus tipos de interés eventualmente. Cuando suceda, Héctor Maggi, gerente general de la OPC de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), dice que es probable que se vean algunas volatilidades en las inversiones del ROP.
Cuando se anticipa una desaceleración, normalmente acompañada de menores tasas, lo común es que en el corto plazo los activos de renta variable (acciones, por ejemplo) pierdan valor, mientras que los de renta fija (bonos) lo ganan. El tema está en que en el extranjero las OPC tienden a invertir más en renta variable por encima de la renta fija.
“Mi primera impresión es que, si bien es cierto que debe existir algún efecto de plusvalías en la renta fija, eso no va a compensar la caída de precios de la renta variable y, en promedio, eso afectaría los valores cuota de las fondos o haría que no crezcan a tasas tan rápidas como desearía uno”, considera Alejandro Solórzano, exgerente general de la OPC Vida Plena y especialista en pensiones.
Maggi mantiene que esas posibles volatilidades se verían inmediatamente, pero en el largo plazo —el horizonte en el que están diseñados los fondos— el ROP se recuperaría al igual que como lo ha hecho en crisis pasadas.
¿Qué ha ocurrido en el pasado?
Para ver esas consecuencias no hay que ir muy atrás: recientes recesiones ya han contagiado a Costa Rica. Podemos tomar como ejemplo lo sucedido en 2008-09 (periodo en el que hubo una recesión a escala mundial, originada en Estados Unidos).
En ese entonces el Índice Mensual de Actividad Económica se contrajo interanualmente por 12 meses consecutivos, entre diciembre de 2008 y noviembre de 2009. En ese último año el Producto Interno Bruto (PIB) se redujo en un 1%. Las exportaciones también sufrieron un destino similar: una contracción que perduró 12 meses y que llegó a ser hasta de un 16,7%.
Sin embargo, hay que tomar en cuenta que esa recesión fue muy particular, ya que provino desde el mercado financiero, lo cual suele provocar daños más profundos sobre más variables económicas. Ese es un escenario que, por el momento, se ve poco probable.
¿Estamos más expuestos que antes?
Costa Rica tiene una suerte de contrapesos en lo que respecta a la influencia norteamericana. Por un lado, en los últimos 30 años el país se ha vinculado más fuertemente al mercado internacional, con especial énfasis en el crecimiento de las exportaciones y la inversión extranjera. Esto ha hecho que estemos más expuestos a los vaivenes de los mercados internacionales y sus golpes se sientan más directamente.
Pero por el otro, en teoría, el país ha fortalecido su capacidad de conducir los ciclos económicos internamente. “Me parece que tenemos más flexibilidad cambiaria, que tenemos un Banco Central con más capacidad para conducir una política monetaria efectiva. Incluso podríamos tener un poco de espacio fiscal si quisiéramos usarlo. Creo que hay más herramientas para poder mitigar el efecto interno de una recesión”, dice Arce.
Aún así, se trata de una tarea paliativa: la influencia estadounidense es demasiado grande sobre el país —y el mundo— como para que no se sientan los impactos. “Sigue siendo cierta la frase que dice que si Estados Unidos estornuda, todo el planeta se resfría. Es muy difícil en algún momento encontrar independencia de su ciclo económico”, dice Rodríguez.
Alberto Trejos, economista y exministro de Comercio Exterior, considera cierto que hoy el país está más expuesto a las fuerzas externas, pero la diversificación de los bienes exportables de Costa Rica ayuda a atenuar parte de esos riesgos.
“Las exportaciones de Costa Rica de hace 40 años eran básicamente cuatro bienes agrícolas sin procesar, de los cuales al menos dos eran súper volátiles de precio. Entonces cualquier shock externo los sacudía montones. Hoy, algunas de las principales actividades son notoriamente acíclicas”, explica el economista.
Una de esas actividades, dice Trejos, es la de dispositivos médicos, la cual suele tener una demanda estable independientemente de los ciclos económicos. Además se trata del bien de exportación más pesado del país: en 2023 acaparó un 38% de lo que Costa Rica envió fuera de sus fronteras.
Sobre si estamos mejor o peor preparados, Trejos lo resume de la siguiente manera: “tenemos mejores compensadores, pero la calle tiene más huecos”.