En un artículo publicado en la revista The New Yorker en febrero del año pasado, el célebre neurólogo Oliver Sacks reflexionando sobre el impacto que la tecnología tiene en nuestras vida, decía:
“Aquellos atrapados en el mundo virtual no están nunca solos, nunca pueden concentrarse y apreciar las cosas por sí mismos, en silencio. Han renunciado, en gran medida, a las ventajas y logros de la civilización: la soledad y el ocio, la posibilidad de ser uno mismo, verdaderamente absorbido, bien en la contemplación de una obra de arte, una teoría científica, un atardecer o el rostro de la persona amada”
La reflexión de Sacks cobra relevancia en estos tiempos de pandemia, en los que la cuarentena y el trabajo desde casa nos han obligado aún más a pegarnos a nuestras pantallas.
Una consecuencia de este cambio de “interfaz”, por llamarla de alguna manera, es el ajuste de expectativas en cuanto a qué disponibles estamos todos. En efecto, se ha creado la idea de que todo puede hacerse o responderse de inmediato y los límites creados por los horarios de trabajo han ido poco a poco desapareciendo. Hagan una prueba: ¿cuántos de ustedes no sienten que en cuarentena trabajan más horas que antes?
La advertencia de Sack no es menor. No saber (o no poder) estar solos es un problema grave. De acuerdo a Cal Newport, profesor de la universidad de Georgetown y autor del libro “Digital Minimalism”, la falta de la soledad tiene impactos negativos en la habilidad para resolver problemas complejos, en la capacidad de regular nuestras emociones, en la construcción de valores morales y —paradójicamente— en la salud de nuestras relaciones. Eso, sumado a un incremento en trastornos de ansiedad y del estado del ánimo, como la depresión.
La soledad, como puede verse, es una necesidad.
El problema es que en nuestro mundo actual la soledad tiene mala reputación. Asociamos soledad con aislamiento social. Quizá sea un tema de lenguaje. En el idioma inglés, por ejemplo, “loneliness” y “solitude” son cosas distintas. El primero es negativo, el segundo no.
Estar solo, dice Newport, significa abrirnos un espacio para pensar, sin interrupciones, sin que ningún estímulo esté entrando en nuestra mente. Es descansar del ruido y permitirnos reflexionar, profundizar.
En estos días de encierro y sobre-digitalización, sea cuidadoso en el uso de su tiempo y guarde en su calendario momentos de silencio y soledad. Respete ese tiempo en sus colegas y colaboradores.
Su salud y la de su empresa pueden depender de ello.