A Platón se atribuyen estas palabras: “Sé siempre amable. Cada persona que te encuentras está librando su propia batalla de la que no sabes nada”. Hacen referencia a no emitir juicios sobre las personas, porque no tenemos suficiente conocimiento de ellas.
Sin embargo, el juicio suele surgir de la frustración, y se proyecta hacia las personas en forma de crítica poco constructiva, por enojo, envidia, u otras razones. Hay personas que dependen mucho de los juicios: han sufrido por lo que dicen de ellas, o han herido innecesariamente.
El juicio se elabora a partir de una realidad limitada –algo visto, información recibida–, para luego filtrarla según la apreciación personal. En ese filtro perceptivo intervienen recuerdos, convicciones, emociones y condicionamientos sociales, los cuales determinan el tipo de juicio generado. Entre más prejuicios y conflictos internos tenga esa lente por la cual se calibra la realidad, más nociva será la expresión del juicio. Sin embargo, existen modos de mejorar.
Dan Millman, escritor inglés, habla de aplicar tres filtros. La verdad, ¿estás seguro de lo que vas a decir es absolutamente verdadero?; la bondad, ¿lo que quieres decir es bueno para alguien?; la utilidad, ¿es necesario decir lo que tanto te inquieta?. Eso permite objetivar aquello que se quiere expresar, y posiblemente lleve a reservar comentarios tóxicos o superficiales.
El psicólogo Salvo Noé, en su libro “Antes de juzgar ¡Piensa!”, ofrece siete pasos para juzgar bien. Son:
1. Generar empatía.
2. Personalizar los mensajes –no chismear–.
3. Evitar la ansiedad y las soluciones fáciles.
4. Antes de juzgar, recurrir a la bondad, la verdad y la utilidad.
5. Practicar la abstinencia de juzgar.
6. Centrar los pensamientos.
7. Ser constantes y sustituir el juicio por el silencio.
Además, invita a examinarnos: ¿Cuánto tiempo dedicamos a juzgar a los demás? ¿Cuántas discusiones provocan nuestros juicios?
Para Noé, la familia es el lugar donde el pasado no es tan relevante como el presente, porque la historia personal no condiciona el amor futuro. Eso se debe a que el cariño ayuda a perdonar y perdonarse: un buen ejemplo son los niños pequeños, que olvidan pronto y quieren con honestidad. De la familia pueden tomarse las mejores lecciones para juzgar bien a los demás: por poca información que tengamos sobre alguien, procuraremos atribuir una buena intención a esa persona, o eventualmente guardar silencio, para tratarla como nos gustaría que nos traten.