En esta columna normalmente tratamos temas de reflexión y posible crecimiento para publicistas y mercadólogos. Pero después del campeonato más grande a nivel global, queda un aprendizaje enorme para las personas que forman las audiencias de los productos y marcas.
Hay enojo porque no se transmitió el 100% de los partidos de este mundial en TV abierta en Costa Rica. Para los ticos es nuevo pagar por ver fútbol, sea a través del cable pago o la suscripción a una app. Las reacciones en redes, cafés y reuniones de amigos fueron amargas. Todos siguen pensando que este servicio (televisar los partidos) debió ser gratis, “como siempre”.
A todo el mundo se le olvidó que la TV abierta nunca ha sido gratuita (tampoco la radio). Estas señales, en gran parte, siempre han llegado a los aparatos receptores cortesía de los anunciantes. Si, los “bárbaros” que interrumpen los programas en la mejor parte. Que patrocinan goles, tiros de esquina, minutos y “faules”. Los que presentan segmentos para contarnos de las bondades de sus productos. Los que ponen sus logos en las camisas de futbolistas para que los vean los televidentes los domingos y los lectores de diarios los lunes. Los que toda la vida han estado presentes de una u otra forma en la cancha, nuestras pantallas y parlantes.
Ellos son los que han financiado a los medios audiovisuales, y han subvencionado a los escritos, para que su precio sea más bajo.
Y es justo ahora, cuando la gente quiere ver lo que quiere, cuando quiere, y sin interrupciones, que se decide culpar a las televisoras de semejante “desfachatez”.
Justo ahora, cuando las audiencias han cambiado pantallas tradicionales por las de sus computadoras y móviles.
Obviamente, donde vayan las audiencias, van las inversiones de los anunciantes. Y sin ellos, no existe el “gratis”.
Hasta hoy, nadie se acordaba del rol clave de las marcas y de su papel y aporte social más allá de la economía. Este Mundial le pudo recordar a las personas que son los anunciantes quienes han posibilitado en gran medida que los contenidos de los medios lleguen a las casas, negocios y todas las esquinas de nuestro país. De repente, los “bárbaros” que interrumpen, son quienes nos han “invitado” a los goles. Y la publicidad, después de todo, deja de ser tan mala como se ha pintado muchas veces.