En mercadeo, por muchos años se habló de las cuatro “p”.
En comunicación, hoy podemos hablar de las cuatro “c”:
Contexto. Contenido. Canal. Cadencia.
Nos referimos al contenido (mensaje) que lanzaremos en un medio (canal) debido, con una presencia y timming adecuado (cadencia).
Y por supuesto, en un ambiente, momento o incluso “sentir” (contexto) que sea favorable para lo que queremos comunicar.
Y la actual campaña política hace que me centre en la primera c, como ejemplo de lo poderoso del contexto ante cualquier esfuerzo de comunicación.
Esta campaña sería otra sin “el cementazo”, y sin el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Algunos candidatos ni hubieran figurado, ni se les hubiese prestado la atención que tienen hoy. Su discurso se hubiese perdido en un mar de indiferencia.
El contexto puede ser un agujero negro que se traga contenidos para desaparecerlos.
También puede convertirse en tormenta, que traerá lluvia y relámpagos contra un mensaje incorrecto, en el momento indebido.
O puede ser megáfono que asegura que el mensaje entre en la corriente popular, dándole toda la relevancia a quien lo diga.
Al ser una variable incontrolable, obviamente requiere mucho estudio y “olfato”. Y por supuesto que la experiencia también juega, pero vivimos tiempos nuevos de opiniones y reacciones sumamente volátiles y polarizantes, y a veces, por más que se sepa o conozca, “una liebre puede saltar” por donde uno menos espera.
Entonces, ¿qué se puede hacer?
Ya hablamos del olfato y estar al tanto, dentro de lo posible, de todo lo que esté pasando. La escucha en redes. El análisis de data. Todo esto ayuda. Pero hay algo que no siempre se hace, y es “blindar” el mensaje.
¿Lo cuestionamos debidamente? ¿Lo medimos o comparamos? ¿Pensamos en todos los grupos que lo van a ver, más allá de las personas a quienes queremos llegarle? Antes de salir, ¿lo ven todos los ojos de siempre, o permitimos que los vean algunos nuevos? ¿Tenemos protocolos listos para reacciones no esperadas?
El contenido es rey. Y como tal, merece el mejor blindaje.
Pero no olvidemos que el contexto es quien decide si tiene trono o si va para la guillotina.