Casi un año después de que el huracán María devastó Puerto Rico, la cifra oficial de muertos a causa del desastre se mantiene en 64. Sin embargo, un nuevo estudio publicado en el New England Journal of Medicine estima que al menos 4,645 personas han fallecido como consecuencia de la tormenta. Esto es más de 70 veces el estimado oficial. Quizá lo más preocupante sea que no está claro si estamos dando pasos para mitigar las consecuencias de futuros huracanes. Ahora que la nueva temporada de huracanes está por comenzar, dicha observación debería ponernos a pensar.
¿Qué lecciones podemos aprender del huracán María para prepararnos mejor ante futuros desastres? He aquí tres.
1. Las comunidades deberían estar listas para manejar el rango completo de consecuencias médicas de los desastres naturales.
Aunque los nuevos datos sobre las muertes a causa del huracán María son aleccionadores, los efectos de dichos desastres en los servicios médicos se extienden mucho más allá de la muerte. Incluyen el empeoramiento de la salud mental, falta de acceso a la atención básica y un deterioro general en la salud de las poblaciones vulnerables. Las consecuencias de los desastres en la salud física y mental son duraderas, y pueden afectar el bienestar de una persona por semanas, meses e incluso años después del trauma inicial.
Por ejemplo, cuando el huracán Harvey afectó Texas y Luisiana, las poblaciones afectadas tuvieron que lidiar con laceraciones, huesos rotos y riesgo de inundación. Las personas enfrentaban riesgos de morir no solo el día de la tormenta, sino también en las semanas y meses subsecuentes, a causa del moho en sus hogares, las aguas contaminadas y disrupciones en los servicios médicos por hospitales inundados y medicamentos empapados. Estos peligros continuaron afectando la salud de la comunidad mucho después del paso de la tormenta.
Los análisis de las consecuencias de los desastres sobre la salud mental han descubierto que hasta la mitad de aquellos ubicados directamente en la ruta del huracán están en riesgo de desarrollar estrés postraumático, y 10% de quienes viven en el área general de la tormenta corren un riesgo similar. Los desastres también pueden incentivar la depresión y los desórdenes por uso de substancias. Por ejemplo, después de los ataques terroristas del 11 de septiembre las tasas de consumo de alcohol, cigarros y drogas se incrementaron en la ciudad de Nueva York.
Las evaluaciones de aquellos afectados por tormentas no solo deberían observar las muertes, sino también la salud de toda la población.
2. Los esfuerzos para apuntalar la infraestructura básica deben hacerse antes de que golpeen los huracanes.
Puerto Rico quedó tan dañado principalmente porque carecía de infraestructura básica estable, lo que hizo que la isla fuera menos capaz de soportar los fuertes vientos y lluvias de la tormenta. Puerto Rico nos ha mostrado la fragilidad de los sistemas de energía eléctrica, agua y carreteras. El 26 de septiembre, 6 días después de que el huracán María tocó tierra, 58 de los 69 hospitales de Puerto Rico no tenían ni electricidad ni combustible. Semanas después la situación seguía sin mejorar. Los hogares pasaron un promedio de 84 días sin electricidad, 68 días sin agua y 41 días sin servicio celular. Los ciudadanos carecían no solo acceso a los servicios de salud, sino también de servicios básicos.
Las zonas costeras bajas, como Puerto Rico, son particularmente susceptibles al daño por desastres naturales. Apuntalar la infraestructura básica y crear planes para proteger sistemas dañados en caso de desastres les permitirá a estas áreas resistir los fuertes vientos y mitigar la pérdida de vidas cuando golpee un huracán.
3. Debemos invertir en capital humano
Las condiciones sociales, económicas y ambientales que le dan forma a la salud general de una comunidad antes de un desastre son centrales para determinar cuánto daño provocará el evento, y qué tan rápidamente se recuperará la región. Aunque nuestras narrativas de recuperación suelen enfocarse en la resiliencia individual, es la fortaleza de la sociedad lo que determina principalmente su capacidad para recuperarse después de que pase lo peor.
Vimos esto en Puerto Rico, donde generaciones de marginación económica y política, combinadas con una deficiente infraestructura pública, puso el escenario para la miseria que sigue sucediendo. Estos problemas eran conocidos desde hace años. Si se hubieran manejado apropiadamente, Puerto Rico podría haber sido más resiliente ante María.
Desafortunadamente, lo que pasó tras el huracán María era predecible. Tuvimos décadas para invertir en la isla, arreglar sus caminos y red eléctrica, y rechazar el colonialismo económico que ha influido tanto para dañar la salud fiscal de Puerto Rico. En la era del cambio climático, con eventos de clima extremo cada vez más poderosos y frecuentes, no podemos permitirnos ignorar las áreas que son más vulnerables a las devastadoras consecuencias de los desastres naturales. Es seguro que tendremos más Marías; el cómo prepararnos para ellas de la mejor forma debería quedar claro si tan solo pusiéramos atención.
Sandro Galea es el decano de la Boston University School of Public Health.