Una empresa privada de Houston se prepara para lanzar esta semana una misión a la Luna, que de ser exitosa marcará el primer alunizaje de Estados Unidos desde el fin del programa Apolo, hace cinco décadas.
China, India y Japón consiguieron recientemente llegar a la Luna. Y tras la quiebra en enero de la empresa estadounidense Astrobotic, es mucho lo que está en juego para la compañía Intuitive Machines.
¿Por qué Estados Unidos decidió confiar en el sector privado? Para el programa insignia Artemis, que pretende llevar de regreso astronautas a la Luna, la NASA ha realizado una reorganización fundamental.
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Durante la Guerra Fría, la agencia espacial estadounidense invirtió grandes presupuestos y supervisó hasta el último detalle de cada misión.
Pero en este nuevo paradigma, ha decidido apostar por la economía de mercado y la competencia empresarial para lograr hazañas a un costo mucho menor.
Este enfoque ya ha dado frutos, pero también representa riesgos, particularmente que Estados Unidos se vea superado por China, su rival principal.
El éxito de SpaceX
Las misiones de Intuitive Machines y Astrobotic para llevar equipos científicos a la superficie lunar son parte del CLPS, un programa en el que participan otras empresas.
La NASA lo desarrolló priorizando los intentos de alunizaje más frecuentes y a menor costo, explicó a la AFP Scott Pace, director del Instituto de Política Espacial de la Universidad George Washington.
La agencia espacial se vio animada por el meteórico ascenso de SpaceX, la empresa del multimillonario Elon Musk, que ahora es uno de los proveedores de cabecera de la NASA.
"La confiabilidad de SpaceX es el resultado de múltiples explosiones de cohetes", señaló Pace. Son explosiones que la NASA, que se financia con recursos públicos, no se podía permitir.
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Actualmente los vehículos SpaceX son el único medio de transporte con el que cuentan los astronautas para viajar a la Estación Espacial Internacional (EEI) desde suelo estadounidense.
La NASA también le encargó a Boeing el desarrollo de un taxi espacial hasta la ISS, pero aún no está certificado.
Según un estudio, cada despegue del transbordador espacial le costó a la NASA más de $2.000 millones (ajustados a la inflación), mientras el costo promedio de un asiento en un cohete SpaceX asciende a $55 millones, según una auditoría del gobierno.
Hacia Artemis
Ahora, en lugar de encargarles máquinas a sus socios en la industria y explicarles exactamente cómo construirlas, la NASA les manifiesta a las empresas lo que necesita y les permite desarrollar su propia propuesta.
Para la era Apolo, la NASA fue financiada con más de $300.000 millones, según el analista Casey Dreier de la Planetary Society. Eso es considerablemente más que los $93.000 millones que la agencia gastará en Artemis hasta 2025.
La estrategia tiene algunos inconvenientes.
La NASA firmó un contrato con SpaceX para desarrollar un módulo de alunizaje que pose a astronautas en la superficie lunar, pero el sistema previsto por la empresa, que responde a sus propios intereses, es complejo.
El Starship, una versión del módulo de aterrizaje lunar (que nunca ha volado sin explotar), tendrá que abastecerse de combustible en el espacio antes de dirigirse a la Luna.
Este tipo de operación de repostaje podría usarse para facilitar las misiones a Marte (el objetivo final de SpaceX), sin embargo el desarrollo de esta tecnología podría retrasar el regreso de los estadounidenses a la Luna.
La NASA tiene previsto regresar a la Luna en 2026, aunque el calendario todavía podría postergarse.
China planea enviar humanos a la Luna en 2030.
Los chinos "no tienen que preocuparse por todas las inquietudes que vemos en Estados Unidos, donde el panorama político está muy polarizado y donde hay amenazas de parálisis presupuestaria", refirió G. Scott Hubbard, exdirector de la NASA.
De cualquier forma, la agencia estadounidense ya no puede dar marcha atrás a su sociedad con el sector privado.
Constellation, un programa lunar diseñado en la década de 2000 con base en un modelo similar al de Apolo, fue cancelado por restricciones presupuestarias. Por ello, aparte de su nueva estrategia público-privada, a la agencia espacial no le quedan muchas más alternativas.