Capillas blancas coronadas por cúpulas azules frente al mar Egeo, enamorados besándose y espectaculares puestas de sol. Santorini parece salida de una postal, pero en temporada alta la “isla Instagram” de Grecia está saturada de turistas que esperan su turno para lograr el selfi perfecto.
Al igual que otros populares destinos turísticos, en verano esta isla de las Cícladas está abarrotada de viajeros, por lo que sus autoridades plantean limitar el número de cruceros que pueden hacer escala allí.
A medida que se avanza por las concurridas calles del fotogénico pueblo de Oia, los turistas se topan con filas de espera de 20 minutos como mínimo para hacerse una foto frente a las pequeñas iglesias de cúpulas azules construidas sobre el acantilado.
De los 32,7 millones de personas que visitaron Grecia el año pasado --un récord--, unos 3,4 millones pasaron por Santorini, una isla de 15.500 habitantes.
“Tenemos que poner límites si no queremos hundirnos bajo el turismo excesivo”, dijo a AFP el alcalde de Santorini, Nikos Zorzos. “Pido que no se autorice ni una cama más, ni en los hoteles ni en los alquileres de Airbnb”, añadió.
Mientras el sol se oculta lentamente tras el horizonte en Oia, miles de personas levantan sus celulares para capturar el momento. Cuando termina, se escuchan aplausos.
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En este paisaje de fama mundial, se puede incluso reservar una sesión de fotos con un vestido largo para “sentirse como una diosa griega” a un precio que oscila entre €270 y €370 euros ($290 y $390).
Pero en otros lugares del pueblo, se pueden ver carteles colocados por los residentes: “Respeto”. “Son tus vacaciones, pero es nuestro hogar”.
Santorini “está sufriendo”
Formado por una erupción volcánica hace unos 3.600 años, el paisaje de Santorini es “único”, señala su alcalde. “No debería verse perjudicado por nuevas infraestructuras”, agrega.
Alrededor de una quinta parte de la isla está ocupada actualmente por construcciones.
Al borde del acantilado, un sinfín de piscinas y jacuzzis recuerdan que Santorini es también un destino caro.
El primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, que reactivó la economía del país, azotada por la crisis, promoviendo el turismo, reconoció recientemente que, al igual que Mykonos, Santorini estaba “claramente sufriendo”.
En 2023 atracaron en la isla 800 cruceros, que trajeron alrededor de 1,3 millones de pasajeros, según la Asociación de Puertos Helénicos.
Los cruceros “hacen mucho daño a la isla”, afirma Chantal Metakides, una belga afincada en Santorini desde hace 26 años. “Cuando hay ocho o nueve barcos echando humo, se puede ver una capa de contaminación”, lamenta.
“Tenemos que proteger ciertas islas”, reconoció también la ministra de Turismo, Olga Kefaloyanni. “Tenemos que establecer cuotas porque es imposible que a una isla como Santorini (...) lleguen cinco cruceros al mismo tiempo”, dijo.
A partir del año que viene, las autoridades locales decidieron introducir una cuota de 8.000 cruceristas al día.
La foto de Instagram
Antonis Pagonis, presidente de la asociación de hoteleros de Santorini, refuta la idea de un turismo excesivo en la isla, pero aboga por una mejor organización para regular el flujo de visitantes.
“No es posible tener (un) lunes, por ejemplo, 20.000 a 25.000 cruceristas y al día siguiente cero”, se queja.
Pagonis argumenta que la mayor parte de la congestión sólo afecta a partes de la isla como Oia, o la capital, Fira.
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En las playas de arena volcánica en el sur de la isla, hay menos gente, incluso en julio, en plena temporada alta.
Kostas Sakavaras, un guía turístico con 17 años de experiencia, asegura que el turista medio que llega a la isla ha cambiado con el paso del tiempo.
“Instagram define ahora la forma en que la gente elige su destino de vacaciones”, estima. “Todos quieren esa foto de Instagram o ese selfi que confirme lo que esperaban ver”, añade.