Decenas de pósters y recuadros adornan los pasillos y oficinas de Jogo, una empresa costarricense productora de conciertos y creadora del Festival Picnic. Entre las fotos están Manuel Turizo, Bacilos, Eladio Carrión o Juan Magán. En este escenario me recibe Adrián Gutiérrez, gerente general de Jogo.
Gutiérrez habla con orgullo de la magnitud de Picnic y su impacto económico: el festival demanda desde plantas eléctricas y estructuras hasta hoteles (cuatro están reservados solo para el evento), food trucks, emprendimientos... Además, expresa elogios para la capacidad técnica del país, superior a otros de la región. “No es casualidad que Coldplay venga a Costa Rica”, dice.
Picnic llega en 2024 a su octava edición (suspendido únicamente en 2021). A pesar de su trayectoria, Gutiérrez reconoce que en el país no existen referencias de festivales similares, lo que, en su criterio, es la causa de las críticas y la incomprensión de una parte de la población sobre qué es un festival. Por eso, Picnic quiere aumentar su proyección regional a la vez que trabaja en mostrar al país la dinámica de un evento de tal magnitud.
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El festival ha venido creciendo. ¿Llegó a su tope o todavía hay más margen para crecer?
—La idea es siempre crecer. Es un proyecto que está vivo y no ha alcanzado todo su potencial. Para el 2024 decidimos manejar el mismo aforo de este año y es porque hicimos prácticamente una ejecución perfecta, siempre con cosas que mejorar.
¿Cuántos asistentes son?
—35.000 por fecha.
Cuando dice que el plan es crecer, ¿en qué visualiza ese crecimiento?
—El venue aguanta un poquito más de gente. Desde este año cambiamos el nombre de Costa Rica a Festival Centroamérica y hemos empezado con voceros como artistas internacionales, con campañas afuera del país, en un proceso de que la gente conozca el festival, pero lo más importante que conozca Costa Rica.
¿Un festival de esta escala cuánto cuesta organizarlo y cuánto recibe de ingresos aproximadamente?
—Todos los años crece, pero son como $9 o $10 millones más o menos. Eso cuesta la producción total. Hay una partida importante que es un 30% de impuestos, más un 10% más o menos que queda en la tiquetera acá.
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¿Cuánto se genera de ingresos, un monto aproximado?
—Preferiría no decirlo. Puedo decir cuánto cuesta y que la gente asuma lo demás.
De los costos, quitando impuestos, ¿qué es lo que se lleva la mayor parte?
—Los artistas es una partida muy importante del costo del festival. Tenemos un lineup de calidad, donde todos son headliners en sus nichos. Eso es muy difícil de encontrar en un festival. Otra parte importante es la producción, prácticamente las dos o tres empresas más grandes de estructuras están metidas en el festival, las dos de generadores, las de sonido... Esa puesta en escena sí lleva muchísimo budget.
¿Cómo cuantifican el impacto económico del festival más allá del propio evento?
—Para el 2024 contratamos un profesional porque nos interesa saber el impacto real. Por día tenemos entre 2.500 y 3.000 empleos directos para la operación del festival. Y los indirectos es incuantificable porque empezamos a montar un mes antes.
La planificación empieza muchísimo antes...
—Un año antes. Cuando terminamos uno empezamos a trabajar en el talento, en las ideas, en la ejecución del siguiente, y cómo podemos mejorarlo. Este año logramos coordinar con el Instituto Costarricense de Ferrocarriles (Incofer) el servicio. Llevamos casi 7.000 personas en tren este año. Eso ayudó a Belén en el tema de movilidad, pero también le generó entre $10.000 y $15.000 al Incofer. La gente no sabe que pagamos un impuesto al Teatro Nacional que percibe un 5 y resto por ciento de la taquilla y un impuesto municipal del 5%.
La alineación del festival se ha vuelto más variado en los últimos años...
—Costa Rica es un país con una cultura musical bastante amplia. Posiblemente este festival, o esta alineación, no gustaría en Panamá, donde talvez guste más lo urbano, lo panameño. Aquí en Costa Rica usted puede ir desde rock en inglés a urbano, regional mexicano hasta electrónica. Funciona muy bien la mezcla. Hemos incluido en los últimos años el trap y el hip hop: crecimos con Cypress Hill, que fue una inversión considerable, y este año decidimos ir por un headliner de clase mundial que está muy vigente como Wiz Khalifa.
¿Tienen medido el gusto del público y lo han plasmado en el festival?
—Sí, mucho. La alineación es mucho de interpretación y es la parte más difícil. Puede ser que aunque yo gaste un montón, la gente no vea el valor, no le guste o no lo entienda. Hay que tener presente las nuevas tendencias, pero también que sonó antes, qué gustó, qué puede generar esa parte emotiva. Hay artistas que están en el lineup para vender, otros por el show. Una banda como Cypress Hill, que a mí me gustaba, fue todo un acierto en el festival, así como lo fue Cadillac, Café Tacuba, Incubus, que no son grupos que una persona de 20 años consume. Pero el festival es más que eso, es un tema cultural. A mí me da risa cuando la gente pone ‘es que este va a chocar con este’. El festival se trata de ir a oír música. Para nosotros eso ha sido la parte más dura, crear la cultura de festival. Y yo vi cuando anunciamos a The Offspring, la gente pensaba ‘¿cómo va a ir The Offspring con Alejandro Fernández?’ Evidentemente la gente no sabe que es un evento con cinco escenarios. El festival es para irlo a caminar, para comer, para ver las activaciones, para disfrutarlo.
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¿Desde que el festival pasó a ser de dos días, cómo definen la división de artistas?
—El mismo proyecto orgánicamente te va diciendo y te va llevando. Todos los años probamos cosas nuevas y decimos ‘esto sí, esto no’. El primer día está muy enfocado a un público más joven, de 18 a 26 años tal vez. El segundo fin de semana es para gente más grande. El universo de gente que repite es como un 60%, que compró la entrada de dos días, pero un 40% de gente es diferente. Sí pensamos en el contenido para que la gente pueda tener diferentes universos de música y de convivencia. No voy a poner a The Offspring con Tokischa.
¿Cómo funciona la negociación con los artistas?
—Con los artistas es muy complejo porque el festival no es como un concierto. Tenemos que ver disponibilidad, que no estén haciendo música; a veces, con los artistas muy importantes, tenemos que rutearlos. Por ejemplo, The Offspring va para Sudamérica, entonces por tema de costos tenía que adaptarme a ver qué bandas estaban bajando a la región porque son bandas que posiblemente no salen a tocar. Tenemos socios. El mismo fin de semana pegamos con un festival en Medellín que se llama La Solar, entonces con ellos coordinamos algunos artistas, también con Vibra Urbana que es en Miami. Hablamos con los productores de muchos festivales y agencias del mundo. Hay que tener una red de contactos grande para poder armar un proyecto como este. Eso es lo que más lleva tiempo. Lo más difícil a veces ni siquiera es la plata, es la credibilidad del festival. Hay artistas con los que hemos hablado durante dos, tres años, como con Incubus, hasta que dijeron que iban a venir. Con Wiz Khalifa llevamos dos ediciones que queremos traerlo. A veces es más fácil cuadrar ese tipo de negociaciones en grupo (de varios festivales). Lollapalooza Argentina, Chile, Estéreo Picnic, todos comparten la misma alineación porque es una empresa la que la desarrolla. A nosotros posiblemente ese lineup no nos funcionaría. El mío lo tengo que construir y es muy específico para Costa Rica y para la región.
Pero desde el primer contacto con un artista o con su equipo hasta que se cierra la negociación, ¿cuánto tiempo pasa?
—Unos han venido a otras ediciones y siempre quieren volver y hay artistas diciendo ‘por favor, métanme’, entonces con esos en un día usted queda, pone condiciones y ya todo bien. Hay otros que duran meses. Tuvimos uno que no está este año que la negociación duró seis meses y yo tuve que ir a Miami a reunirme. Al final la artista decidió que quiere tirar su disco nuevo en esas fechas y no se pudo cerrar.
¿Cada artista hace sus peticiones? ¿Qué piden?
—Lo más difícil con los artistas, en el caso del festival, es dónde voy a estar yo en el cartel, o sea, dónde está mi nombre, a la par de quién y en qué línea, y a qué hora toco. Más que lo que me pidan o si le pongo el sonido. Entonces desde que mandamos la oferta, porque son muchos artistas, tenemos que decirles: usted va en first line, second name, from left to right. Y su horario es de 7 a 8. Con todos. Entonces no se puede ir metiendo unos y descargando otros, hay que esperar respuestas; no se puede tirar ofertas al mismo tiempo. Se les dice que vale por un mes y si no contestan en ese mes puede pedir un chance o vamos por el plan B, entonces se busca un artista que haga algo similar a lo que uno esperaba o que atraiga al público que se quería llevar al festival con ese talento.
¿Es más fácil negociar para un concierto en específico o para un festival, o depende de cada artista?
—Es más fácil y todo artista siempre va a preferir hacer su fecha. Los que saben que hacen su fecha y la venden sola posiblemente no les gusta tanto la idea del festival. Hoy en día muchos de los artistas trabajan por porcentajes. Karol G, sí, viene dos fechas, pero la dueña del negocio es Karol G, uno es un productor local del negocio de ella. Así es Bad Bunny o Coldplay. El gran porcentaje del negocio es de ellos, van a preferir venir por la plata y llevársela a que usted les pague un fee como en un festival. Nosotros convenimos un fee y eso se paga por su presentación.
¿Ustedes hacen una apuesta inicial y luego hay un espacio de negociación o esa apuesta es definitiva?
—Tenemos un presupuesto por día que lo podemos balancear. Puede ser que alguno de verdad nos interese mucho y tengamos que subir la oferta inicial, pero entonces en algún otro va a tener que bajar. El segundo día para nosotros siempre es más caro que el primero, en inversión de artistas, porque tiene artistas de más trayectoria.
¿Cuál es la estrategia que visualizan para la continuidad del festival?
—Hay muchos proyectos e ideas. Pero más que la idea del festival, que ya funciona y le va bien, lo que queremos es darle esa visibilidad al mundo de Costa Rica como país de entretenimiento, de turismo, porque vemos el crecimiento en el turismo extranjero. Si hay mucha gente viajando y se complementa con lo que tenemos aquí se puede llegar a hacer un festival, a largo plazo, que no sea de 35.000, sino de 50.000 personas por día. Cada mercado tiene su tope y creemos que el crecimiento tiene que venir del exterior porque ya conocemos el mercado, sabemos cuánto vendemos. Los esfuerzos están hacia la visibilización de Costa Rica como destino y del festival como uno de los mejores de Latinoamérica.