La película Intensamente 2, de Disney, que se estrenó en junio pasado, recaudó en las salas de cine en todo el mundo alrededor de $1.700 millones, siendo la más taquillera en lo que va del año. Este es solo un ejemplo de cómo el llamado “cine comercial” tiene la capacidad de atraer audiencias masivas y generar enormes ganancias sin necesidad de contar historias muy elaboradas.
Todas estas producciones de las grandes compañías de Hollywood colman las salas de cine en el país —ubicadas casi en su totalidad en centros comerciales— y hacen que quienes quieran ver otro tipo de filmes tengan alternativas reducidas. El cine alternativo, de autor y premiado en festivales internacionales, a veces pasa desapercibido porque no todos tienen acceso a este tipo de obras o porque no recaudan tanto dinero.
Normalmente, cuando se piensa en cine alternativo de inmediato viene a la mente el cine Magaly. Ubicado en Barrio La California, por casi 46 años ha sido la referencia para los cinéfilos que buscan disfrutar de cine alternativo, aunque eso implica que de vez en cuando se filtre alguna producción para un público masivo.
Una de las estrategias más exitosas para el Magaly tiene que ver con los distintos festivales, como el de la temporada de premios, el europeo o el coreano.
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Más competencia
Ahora el abanico de opciones para ver cine de autor se expande con la apertura de la Sala de Arte, un concepto que Cinépolis acaba de estrenar en el país. De acuerdo un comunicado de prensa divulgado por la empresa, el objetivo es “acercar la mejor curaduría de cine de arte, cine de autor y cine que ha estado en los grandes festivales de cine del mundo, a más latitudes”.
La compañía de capital mexicano inauguró dos salas de este tipo, las cuales están ubicadas en el Terramall de La Unión y en Terrazas Lindora, en las que presentará un estreno semanal de películas alternativas. La primera que se proyectó fue “La Viuda de Clicquot” el pasado 29 de agosto y la semana anterior se unió “Lo mejor está por venir”.
El concepto utilizado por Sala de Arte no es nuevo, pues fue estrenado en México en el 2012, pero fue hasta este año que llegó a nuestro país. De hecho, el plan de expansión incluyó dos locaciones más en Panamá y Guatemala.
Las ubicaciones en nuestro país no son casualidad ya que les permite cubrir tanto el público meta del este como del oeste de la Gran Área Metropolitana. De acuerdo con Laura Ortega, encargada de mercadotecnia de exhibición de Cinépolis en Costa Rica, no descartan abrir más ubicaciones de este tipo de salas en el territorio nacional.
“La novedad y la calidad en el contenido, colmará o saciará el deseo de consumo de los costarricense por estos títulos tan selectos del séptimo arte.Nuestra expectativa es satisfacer una demanda por cine de este tipo que existe en nuestros clientes”, agregó Ortega.
Una de las claves en este proceso ha sido la formación de públicos, que las personas se vayan involucrando con el trasfondo de las producciones y vayan conociendo más aspectos técnicos. Según Luis Carcheri, propietario del cine Magaly, una de las iniciativas que más ha aportado a este movimiento es el Club Magaly, un espacio abierto al público los sábados a la 1 p.m. que funciona como taller de apreciación cinematográfica, liderado por un crítico y los aportes de los asistentes.
“El presentar invariablemente películas de alto contenido, sea cual sea el género, ha sido la clave. Basta con que un tema social que esté en boga, una magnífica biografía, musicales, o bien, cine de denuncia, estimulen su intelecto, para que ese deseo por más cine de calidad se vuelva hábito. Y en este proceso el espectador no tiene por qué abandonar géneros de ligero entretenimiento”, explicó Carcheri.
El empresario ve la apertura de estas nuevas salas de Cinépolis como algo positivo para el nicho en el país. “Bienvenidos los cines que deseen programar cine de arte, para seguir formando mejores ciudadanos”, afirmó al mismo tiempo que hizo un llamado a las autoridades estatales para que aumenten el presupuesto destinado a educación y cultura.
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De momento, la oferta de películas luce balanceada, pues mientras el concepto de arte de Cinépolis tiene dos títulos en exhibición, el Magaly ofrece tres, una de ellas Beetlejuice 2, de corte más comercial.
Una de los temas clave sobre el Magaly es su ubicación, ya que podría pensarse que a quienes no son de San José o no trabajan cerca del cine, deben trasladarse para ver una película. Ante la consulta de qué tanto afecta la ubicación para atraer a más personas, Carcheri asegura que no existe tal influencia y que más bien se puede aprovechar más la franja cultural en la que está ubicado el cine.
“Desde esta estación se da servicio de transporte por tren a Alajuela, Heredia y Cartago. ¿Se imaginan el nivel de inyección económica, de integración familiar y de promoción cultural (salas de teatro, restaurantes, tiendas de souvenirs, librerías, incluyendo las actividades que diariamente se desarrollan en esa franja, además de lugarescomo la Antigua Aduana, Cine Magaly, al Centro Cultural Costarricense Norteamericano), si los sábados y domingos el ferrocarril diera servicio aunque sea en horarios limitados hacia y desde estas tres ciudades?”, indicó.
¿Quienes ven este tipo de películas?
Otrora, este tipo de cine alternativo estaba asociado con personas de mayor rango etario, pero según el propietario del Magaly, esto ha ido cambiando y ahora el grupo primario que gusta de estas producciones inicia en 18 años, conformado por estudiantes universitarios, población con estudios desde bachillerato o licenciatura hacia arriba.
“Nuestra visión es muy ambiciosa en cuanto a edades y actividades. Con producto adecuado, aspiramos integrar a colegios, de forma de ir creando en ellos una cultura cinematográfica que permita no solo insertarlos en estas artes, sino haciéndoles tomar conciencia de la importancia de saber detectar y descartar tanto en Internet como en streaming, material inadecuado para sus respectivas edades”, agregó Carcheri.
En línea con ese mismo esfuerzo para educar al público cinéfilo, el propietario del Magaly reafirmó su preocupación por el poco margen de maniobra que hay para evitar que los jóvenes vean contenido inapropiado para su edad. “Esto es una meta imposible, a menos que recurramos a la prohibición. La posibilidad de control se nos salió de las manos”, sentenció.
¿Tres son multitud?
Internada en el corazón de la capital está otra de las alternativas de sala de cine independiente que aún sobreviven: hablamos de la Sala Garbo, ubicada en Avenida 2, Calle 28, fundada en 1977 por, entre otros, Sergio Ramírez y Carmen Naranjo. Actualmente su cartera tiene películas hollywoodenses con entradas que cuestan ȼ4.000, pero su oferta va más allá.
Según su página web, es posible alquilar la sala de cine para parejas por $130, para 10 personas por $230 o por ese mismo precio se puede alquilar para utilizarla como sala de videojuegos (no incluye la conexión a Internet). Eso sí, los interesados deben llevar su consola y juegos.
El complejo ofrece además otros espacios de alquiler, como el teatro Nico Baker, que según la web del cine, está disponible para clases de actuación y baile, así como para eventos como conciertos, obras de teatro, monólogos y más. La tercera opción de arrendamiento es el restaurante Shakespeare, que funciona como una sala de eventos pequeña.
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Sin embargo, más allá de los escenarios físicos, hay otros actores con un rol protagónico en la industria cinematográfica: se trata de las plataformas de streaming. Estas no solo compiten por la atención del público, sino que también han permitido que más cine independiente o de autor encuentre una audiencia más amplia y diversa.
Los movimientos más recientes de Cinépolis parecen señalar que el mercado está sano después de la pandemia en cuanto a visitación y que hay mercado para todos, con opciones variadas para cada gusto.