La incertidumbre no es una condición ajena a la toma de decisiones, es un flujo constante que se modera o se desboca al tenor de eventos y circunstancias muchas veces fuera de nuestro control. Sobra decir que la pandemia hizo del 2021 un año cubierto por densos nubarrones y se asoman otros más en los meses venideros.
En efecto, estamos en la senda de un proceso de recuperación económica heterogéneo, con un entorno financiero más restrictivo, precios de las materias primas altos, cadenas logísticas atrofiadas y una lucha electoral en Costa Rica donde lo más claro es el amplio y volátil grupo de indecisos. Si añadimos las amenazas que plantean ómicron y otras variantes del coronavirus, el 2022 se muestra retador para la operación de las empresas y los líderes a cargo.
El Financiero retoma este año la elección del Empresario del Año, tradición que surgió en 1996 para enaltecer, precisamente, el espíritu emprendedor y la excelencia en la gestión de individuos que descollan en la primera línea de mando de sus empresas, algo doblemente meritorio en la actual incertidumbre.
La escogencia surge de las postulaciones, la discusión de atestados y una votación a cargo del cuerpo de editores y periodistas de El Financiero. Este ejercicio, que comenzó meses atrás, cristaliza hoy con la selección de las cinco personas que se incluyen en esta publicación: un balance entre ideas innovadoras, nuevas tendencias de negocio, empresas locales y extranjeras.
Este año el reconocimiento principal se otorgó a Ileana Rojas, gerente general de Ingeniería de Productos y Manufactura para Intel Costa Rica.
Hace escasamente un año, Intel anunció la inversión de $350 millones para habilitar una planta de ensamblaje y prueba en el país, plan que siete meses después escaló a $600 millones, y elevó de 200 a 600 la cantidad de puestos de trabajo requeridos. El pasado 30 de diciembre la empresa informó de la primera exportación de los servidores fabricados en Costa Rica.
En Intel, la decisión de abrir una nueva operación no es fruto de la casualidad sino de una cuidadosa evaluación de las condiciones que ofrece el país anfitrión, de la capacidad instalada y del trabajo del equipo local, combinación determinante para que el proyecto desembarque en Costa Rica y no en otro punto del hemisferio.
Sin embargo, una vez que se amarra la inversión, el desafío continúa: “El reto más importante es seguir manteniendo las operaciones de Intel en Costa Rica competitivas en valor agregado, costo e innovación para la corporación”, nos recuerda Ileana Rojas.
Para que nuevas oportunidades se abran en distintas industrias y a diferente escala, tenemos que apostar por los emprendimientos, pero también, por una cultura emprendedora dentro de las compañías, con personas innovadoras, creativas, que contribuyan con la creación de valor, promuevan la ética en los negocios, el respeto por el medio ambiente y la responsabilidad social.
Felicitaciones a todos, de parte del equipo de El Financiero.