Empecemos por lo simple. Si no hay compradores, ninguna apertura tiene sentido. Por ello, el reclamo de los alcaldes de posibilitar el desplazamiento entre zonas tiene sentido. Es necesario que las personas puedan moverse de sus cantones de residencia a los de comercio.
Pero al mismo tiempo, debemos analizar el impacto económico (en el empleo e ingresos) del COVID-19. Los datos de la Encuesta de Empleo al segundo trimestre 2020 muestran varios datos importantes: (1) la fuerza laboral disminuyó en 182.000 personas respecto al segundo trimestre de 2019 (es decir, 182 mil personas fuera de la fuerza laboral sin generar ingresos); (2) el desempleo fue de 24% respecto del segundo trimestre del 2019. Solo recordemos que el desempleo se mide preguntando si estuvo empleado cuatro últimas semanas anteriores a la entrevista, es decir, el dato sería –en el mejor de los casos hasta mayo, probablemente hasta abril–; (3) el subempleo fue de 20,5%, es decir, más de 10 puntos mayor que el año pasado. Solo estos tres indicadores nos manifiestan una caída significativa del empleo, y por tanto, del ingreso.
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Si a ello le agregamos que el grupo de asalariados vio una caída en su ingreso por la suspensión temporal o reducción de jornada, además, las personas independientes en muchos casos han visto suspendida su actividad, sea por las restricciones o por cierre del negocio (temporal o definitivo), El panorama es claro: hay una caída de empleo e ingresos que toca a más de medio millón que está desempleado, a más de 200.000 que salieron de la fuerza de trabajo y a los casi 350.000 subempleados. Es decir, más de 1,1 millones de personas a quienes la estadística muestra como afectados por desempleo o caída de ingresos. Sin considerar a los que la estadística no incluye.
Entonces tenemos que existe una población de 1,75 millones que se encuentra aún empleada, buena parte con su poder de compra mermado. ¿Qué es lo que están consumiendo y por tanto, tiene sentido mantener abierto para permitirles seguir consumiendo y a la vez empezar a mover a los sectores económicos que sostienen?
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Sabemos que las compras en línea han sido las ganadoras en la pandemia. Empresas como Amazon, Netflix, o la comunicación en línea como Zoom, Teams o Google Meet. Si lo notan, todas se encuentran asociadas a los sectores más dinámicos de la economía, y sus clientes son las personas con mayor poder de compra. Otro segmento ganador es el de las ventas al por menor, como los grandes supermercados. Aquí el poder de compra se encuentra más repartido entre los diversos grupos sociales.
Pero si vemos a los perdedores, encontramos grandes oportunidades. El turismo genera empleo para más de 220.000 personas, la mayoría pyme, y se encuentra repartido por todo el territorio. Al mismo tiempo, el precio de la gasolina no se ha movido (de hecho, debió bajar), y no se tiene expectativa de subidas en el rubro. De esta forma el costo del transporte tiene a uno de sus elementos de costo bajo control, y al mismo tiempo, le da la oportunidad a las personas de conocer su propio país.
Sabemos que el turismo ha sido uno de los sectores más afectados y a la vez más esperanzados por la reapertura de los aeropuertos. De los 3,1 millones de turistas extranjeros que se recibieron en el 2019 (de los cuales casi el 40% vienen de Estados Unidos), la expectativa es el 5% para el 2020, es decir, 155.000. Si el gasto promedio se mantiene en los $1.400, la derrama sería de $217 millones, que servirían para mantener el empleo de alrededor de 220.000 personas (es decir, alrededor de $986 anuales por empleado). Claramente esto es insuficiente, pero sería demencial pensar en que el turismo internacional vaya a ser la salvación en una situación en la que son muy pocos los interesados en arriesgar su salud en un viaje al exterior.
Hagamos turismo interno: Una de las quejas recurrentes de los turistas locales e internacionales es que Costa Rica es caro. No perdamos el tiempo señalando las razones. Además, ya hemos señalado que una buena parte del consumidor local ha perdido poder de compra. Los números lo señalan. Por ello, es momento de cambiar de estrategia: bajemos los márgenes de ganancia para bajar precios. Si las empresas tienen una estructura de costos bien desarrollada, bajar márgenes no los hará perder dinero, solamente dejarán de ganarlo. Ello permitirá masificar promociones, atraer a los turistas locales que aún mantienen poder de compra, que las empresas sigan operando, y sus trabajadores cobrando un salario. Si alguien dice que bajar márgenes hace inviable su negocio, es que simplemente ese negocio nunca debió estar vivo.
Por supuesto, las medidas sanitarias son clave. Aunque parezca paradójico, tiene sentido abrir las playas solo por las mañanas (obviamente con distanciamiento social, uso de mascarillas, locales al 50% de carga, etc.). Si se mantiene la playa abierta hasta el mediodía, las personas luego irán a almorzar, probablemente a descasar un momento y más tarde a desarrollar otra actividad fuera de la playa, con lo que aumenta la diversificación del consumo. Es posible también cambiar los días laborales para lograr que más personas puedan ir entre semana a turistear, sin que ello implique no ir a trabajar. En estos momentos, es posible replantear horarios de oficina para hacer uso de los recursos también los fines de semana.
Si las empresas vinculadas al sector turístico (hoteles, restaurantes, transporte, tours, souvenirs, parques nacionales, etc.), implementan una política de reducción de márgenes de ganancia, todos los consumidores se verán beneficiados, y con ellos, habrá una mayor derrama económica regional y sectorial. Todo lo anterior asociado a una política severa de respeto a protocolos. Recordemos que si una empresa no cumple con ellos, y los clientes lo notan, no regresarán. Esta es una oportunidad para rehacer el consumo a nivel regional. Quienes más se beneficiarán son las pymes turísticas.