El mercado de subastas de arte está en plena ebullición, en parte gracias a las pujas en línea, como lo demuestra los $13 millones (11,6 millones de euros) que se acaban de pagar por un manuscrito de Albert Einstein.
El manuscrito del autor de la teoría de la relatividad general estaba estimado inicialmente entre dos y tres millones de euros.
El precio final de este borrador de la teoría que revolucionó la física superó prácticamente en cinco veces esa estimación.
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Una inflación habitual en este tipo de mercado, que sin embargo ha vivido otros episodios más sorprendentes. Como la venta reciente del guión gráfico del proyecto de película "Dune" del escritor y cineasta francochileno Alejandro Jodorowsky.
La estimación de venta era de $25.000 a $35.000. Pero la puja feroz de dos rivales acabó elevando la suma a 2,66 millones de euros (unos $3 millones).
Y en el arte contemporáneo, la tendencia es imparable. La firma Artprice estimó en octubre que este mercado pasó de $103 millones anuales en 2000 a $2.700 millones actualmente.
Esta casa especializada en cotizaciones de obras considera que la transición hacia las ventas en línea "ha sido un éxito" y que además el mercado ha sabido orientarse "hacia una clientela nueva y emergente".
“Las casas de subastas tenían un sistema informático muy anticuado. El COVID-19 les obligó a modernizarse, y el resultado de las ventas en internet es espectacular, atrae a un público nuevo, más joven”, explica Thierry Ehrmann, fundador de Artprice.
Este experto señala, por ejemplo a jóvenes de 30 años que antes de comprar una propiedad inmobiliaria prefieren empezar una colección de arte.
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El mercado quedó congelado durante la pandemia de 2020, pero esa crisis sanitaria ha quedado atrás gracias a esta transición. Al punto de que vuelven los temores de una burbuja.
El pasado 12 de noviembre se pagó $71,3 millones por un cuadro de Vincent Van Gogh, “Cabañas de madera entre olivos y cipreses”, en Nueva York.
Y no se trata tan solo de arte. Un par de zapatillas del jugador de baloncesto Michael Jordan se vendieron en $1,5 millones en octubre, el esqueleto incompleto de un tricerátops en $7,7 millones, y uno de los últimos trece ejemplares originales de la Constitución estadounidense, en $43 millones.
Y además están subiendo en importancia las obras digitales, que se presentan como únicas gracias a los NFT, certificados de autenticidad digital.
La fiebre de las subastas empezó gradualmente en los años 1980, con la rivalidad de grandes multimillonarios estadounidenses, japoneses y fundaciones privadas, hasta el punto de eclipsar a los grandes museos. Con algún altibajo esa tendencia continuó hasta la gran corrección de la crisis financiera de 2008.
Los índices de Artprice demuestran que entre 2015 y 2019 los precios volvieron a aumentar.
"Comprar y vender se ha vuelto algo natural: para afinar su colección, después de un divorcio, por un cambio de gustos... Y el freno psicológico de rebasar un millón durante la puja ha desaparecido" explica Thierry Ehrmann.
Según el gabinete Deloitte, la lista de compradores multimillonarios no se ha reducido, sino todo lo contrario. “La riqueza de los individuos con un patrimonio ultraelevado asociado al arte y a los objetos de colección estaba estimado en $1,4 billones en 2020″, apunta.