La industria textil, acusada de utilizar algodón procedente de trabajos forzados de los uigures en China, se ha visto obligada a revisar sus cadenas de suministro, un desafío habida cuenta de la cantidad de subcontratistas, pero una necesidad por las exigencias de los consumidores.
El 20% del algodón que se utiliza en el mundo se cultiva en China, sobre todo en la provincia de Xinjiang habitada por los uigures, una minoría musulmana reprimida y explotada por Pekín, según los defensores de los derechos humanos.
El gobierno chino rechaza las acusaciones de represión y explotación.
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“Durante la temporada de la cosecha, los trabajadores llegan en tren de otras provincias. En Xinjiang también hay trabajadores rurales de todos los grupos étnicos que recolectan algodón porque quieren, porque en un mes pueden ganar más de 10.000 yuanes ($1.530). Ahora, la recolección está muy mecanizada por lo que no necesitamos muchos recolectores”, afirmó la semana pasada un portavoz oficial de esta provincia, negando las acusaciones.
Pero la ONG Proyecto para los Derechos Humanos de los Uigures (UHRP), con sede en Washington, sostiene que “las cadenas de aprovisionamiento de la mayoría de las principales marcas de ropa están manchadas con los trabajos forzados de los uigures”.
Pide a la industria textil que deje de aprovisionarse en Xinjiang, porque aunque “los grandes grupos dicen que no toleran los trabajos forzados en sus proveedores, no dan una explicación creíble de cómo cumplen esta condición haciendo negocios en una región donde los trabajos forzados están extendidos”.
El Reino Unido y Canadá han decidido prohibir las importaciones de mercancías sospechosas de proceder de trabajos forzados. En diciembre, Estados Unidos tomó medidas restrictivas contra la importación de algodón de Xinjiang.
En 2020 se dieron informes de ONG’s y grupos de reflexión que denuncian la explotación de los uigures en campos, talleres y fábricas que suministran materias primas o productos acabados.
La ONG Australian Strategic Policy Institute acusó en marzo a Gap, Nike, Adidas, Calvin Klein, H&M, Zara, Puma, Uniqlo, Ralph Lauren, Tommy Hilfiger, Abercrombie & Fitch, Fila, Victoria’s Secret o Lacoste de haberse aprovisionado “potencialmente directa o indirectamente”, entre 2017 y 2019 en estructuras que utilizan mano de obra uigur procedente de “campos de reeducación”.
Algunas de estas marcas no han reaccionado, otras lo han desmentido y unas cuantas han anunciado cambios en su cadena logística.
Trazabilidad del algodón
Al comienzo de enero de 2021, el británico Marks & Spencer, que utiliza 40.000 toneladas de fibras de algodón al año, se comprometió a no usar algodón de Xinjian.
Adidas también indicó que en 2019 “dio instrucciones explícitas a sus proveedores para que no se abastecieran en hilo” en esta provincia.
En setiembre pasado, H&M anunció el cese de toda relación con un productor de hilo chino denunciado por la organización australiana y mencionó “una investigación de todas las fábricas de confección con las que trabaja en China”.
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Pero el gigante sueco reconoció, en el marco de una comisión parlamentaria en el Reino Unido, que “en vista de la complejidad de las cadenas de suministro, desde el trabajo en la granja con el desgranado (del algodón) y el hilado hasta el tejido y la confección, no existe a día de hoy una solución disponible para una trazabilidad integral del origen del algodón”.
Lo mismo constata Gap, que señala que como “una cantidad significativa de algodón mundial se cultiva y se hila en Xinjiang”, va a buscar la manera de “comprender mejor cómo su cadena de aprovisionamiento global puede verse afectada indirectamente”.
Controlar cada eslabón de la cadena de producción es “una tarea pesada que a veces choca con la dificultad de obtener información fiable en el terreno”, respondió el presidente director ejecutivo de Lacoste, Thierry Guibert, a una pregunta del eurodiputado de izquierda Raphaël Glucksmann, comprometido con la defensa de los derechos de los uigures.
La marca del cocodrilo se ha comprometido “a cesar toda actividad con subcontratistas que estarían involucrados en trabajos forzados de los uigures” y afirma haber realizado 337 auditorías sociales en 2019 para desenmascarar “a eventuales infractores”.
Para una marca “aceptar que no sabe ya es un gran paso. Pero mientras los directores deleguen su responsabilidad en los proveedores, no avanzaremos”, opina Rym Trabelsi, cofundadora de la aplicación independiente Clear Fashion, que toma nota de los compromisos de las empresas.