La expansión de las cadenas de comida rápida en el país no se puede negar y es palpable en las siete provincias. Amparadas en el gusto de sus consumidores, cada año abren locales tanto en la que pareciera inagotable zona de la GAM —pues las marcas siempre encuentran nuevos puntos para operar— como fuera del centro del país, impulsadas por el crecimiento demográfico, el desarrollo inmobiliario y el auge del turismo en estas zonas más alejadas.
Esta dinámica de crecimiento dentro y fuera del centro se explica por la concentración poblacional que históricamente ha definido a la capital, ya que la meseta central de Costa Rica es la zona más urbanizada y poblada del país. Representa cerca del 4% del territorio nacional, pero en ella vive alrededor del 60% de la población costarricense. Esta región abarca las principales ciudades del Valle Central —San José, Alajuela, Cartago y Heredia— y concentra la mayor parte de la economía, los servicios y la infraestructura del país. Según el Plan GAM 2013 del Ministerio de Vivienda, esta extensión fue delimitada oficialmente para orientar el ordenamiento urbano y el desarrollo sostenible de Costa Rica.
Cuando se da la apertura de un local del segmento de comida rápida en una zona rural o costera, no solo se generan empleo y encadenamientos productivos, sino que también se atraen otros negocios minoristas y de servicios. Las empresas buscan activamente zonas con alto flujo vehicular y potencial turístico para aumentar sus ventas, pero también han externado su deseo de llevar sus productos a clientes que normalmente no tienen un acceso tan sencillo a ellos.
Pese a esta intención de las marcas de diversificar sus ubicaciones, el crecimiento fuera de la meseta central aún está verde y presenta matices interesantes. ¿Sabía usted, por ejemplo, que no hay ni un solo punto de la cadena McDonald’s en Puntarenas o que la franquicia Arby’s abrió en Liberia antes que en el centro de San José?

Actualmente, casi todas las marcas cuentan con locales en provincias costeras o en los extremos más alejados de Alajuela, Cartago y Heredia, aunque no todos en la misma cantidad ni con el mismo modelo de negocio. ¿Quiénes son los “reyes” del fast food fuera de la GAM? Lo repasamos.
Expansión en crecimiento
Zonas como Liberia, Pérez Zeledón, San Carlos, Turrialba o Guápiles han captado el interés de marcas de distintas categorías de comercio, no solo de comida. Este fenómeno no se limita al sector de la comida rápida, sino que se extiende a otros negocios como supermercados y tiendas departamentales, evidenciando el atractivo de estas áreas geográficas.
Prácticamente las compañías ya están presentes en centros comerciales y “puntos calientes” en estas zonas aledañas al centro del país. Incluso no es raro ver que cuando una abre, poco después llega alguno de sus competidores para no perderle el paso.
Según un recuento realizado por EF en el sitio web de cada franquicia, las marcas que tienen más presencia fuera de la GAM son Ready Pizza, con 33 locales, seguida de Pollo Granjero, con 16, y Subway, con 15.
Cuando se analizan porcentualmente las cifras, Ready tiene más del 35% de sus locales en zonas rurales, seguido de Arbys, pero este caso es especial porque la marca tiene cuatro restaurantes en Costa Rica y uno está en Liberia.
La mayoría de marcas mantiene entre un 14% y un 25% de su presencia lejos del centro del país. Solamente Mc Donald‘s se mantiene por debajo de 10%, tomando en cuenta que todavía no tiene puntos de venta en Puntarenas.
Un fenómeno interesante con la presencia de las marcas, son las características de los locales que manejan.
En el caso de Ready Pizza y Pollo Granjero —marca que pertenece al Grupo CMI, al igual que Pollandia—, tienen un formato orientado al servicio “to-go”: el diseño de los locales es pequeño, con pocas mesas, para priorizar la producción y entrega rápidas. Son lugares sencillos, que requieren pocos metros cuadrados, por lo que es menos complicado que se puedan instalar en estas comunidades.
Otro factor que influye es el precio. Estas marcas están pensadas para competir con productos de bajo costo, de manera que la frecuencia de compra sea mayor. Por otro lado, los restaurantes de cadenas con más bagaje en el mercado se caracterizan por ofrecer un servicio completo y la experiencia de la marca en el punto físico.
Con este formato, las empresas que operan en el segmento de “bajo costo” buscan asegurar su inversión y una rápida penetración en el mercado, probando la demanda local antes de comprometerse con establecimientos de gran tamaño.
Por otro lado, las franquicias de servicio completo tienen una oferta similar a la que existe en el centro del país, lo que requiere una inversión inmobiliaria y operativa mucho mayor. Este modelo obliga a las marcas a ser más selectivas, concentrando sus aperturas fuera de la GAM en cabeceras de provincia o zonas de alto desarrollo turístico y flujo vehicular, donde incluso ven sus restaurantes como puntos de reunión social.
“Nuestra prioridad, además de ofrecer siempre la mejor calidad y sabor en nuestros productos, es fortalecer nuestro plan de expansión para generar empleo que beneficie a nuestros colaboradores y a sus familias, oportunidades de negocio con nuestros proveedores y nuestro aporte económico a las comunidades donde nos ubicamos”, indicó Mario Jiménez, gerente general de Burger King, Juan Valdez Café, Domino’s Pizza, Arby’s y Popeyes en Costa Rica.

Llegar a terreno competido
No obstante, esta expansión también plantea serios desafíos. En las localidades rurales normalmente ya existen emprendimientos locales de comida rápida o sodas que han permitido a las comunidades generar ingresos y sostenerse económicamente durante años. La llegada de una marca global cambia el ecosistema de estas comunidades.
Por ello, cuando las franquicias de renombre llegan a nuevas localidades, el efecto inmediato es que se generan opiniones divididas. Por un lado, hay quienes celebran estas aperturas por las oportunidades de empleo formal y los encadenamientos que generan, viéndolas como una señal de progreso. Por otro, existe la preocupación de que la competencia, el músculo financiero y la capacidad de las cadenas para ofrecer precios muy bajos afecten negativamente a los negocios familiares y los emprendimientos locales.
A pesar de este debate, la tendencia es clara y continuará: las franquicias tienen planes firmes para seguir creciendo en Costa Rica. Su expansión apunta tanto a consolidar su presencia en el Gran Área Metropolitana como a aumentar su huella en zonas fuera de ella.

Este crecimiento sostenido implica que, para las comunidades, el futuro del comercio local estará marcado por la necesidad de adaptarse y encontrar nichos de especialización que les permitan coexistir con marcas de mayor músculo financiero. En última instancia, este fenómeno redefine el paisaje comercial del país y plantea un reto para el equilibrio entre el desarrollo económico y la identidad local.
