El giro dramático que se vivió en Costa Rica hace diez años, a raíz de la apertura de la competencia en el mercado de seguros, ha cosechado cambios.
Luego de la superada discusión nacional que finalizó en octubre del 2007 con el triunfo del “Sí” por el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (Cafta-DR), se implementaron leyes y reglamentos que permitieron la incursión de inversores nacionales y extranjeros para la constitución de nuevas compañías de seguros, así como el nacimiento de las sociedades corredoras de seguros. Es aquí donde nace el antes y el después de los seguros en nuestro país: 8 de agosto del 2008.
La percepción que genera esta primera década es la de un mercado que continúa infante, va creciendo, desarrollándose, no deja de innovarse y no se detiene en su constante nueva regulación programada por la Superintendencia General de Seguros (Sugese) en sus planes estratégicos. Aún así, falta trecho por recorrer.
Ya han sido superadas varias reformas integrales: la regulación relativa a la solvencia de las aseguradoras, la autorización y registro de entidades y productos de seguros, incorporación de reglas para el diseño de un modelo de capital basado en riesgos, reglas sobre el gobierno corporativo y tecnologías de información, modelos de evaluación de riesgos y requerimientos de capital para riesgos catastróficos.
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Ahora está por venir otro tipo de regulación ya contemplada en los planes de la Sugese: el modelo de supervisión sobre los intermediarios, los seguros inclusivos, el reglamento sobre seguros de caución; aún no ha terminado de definirse el destino de la regulación sobre los seguros obligatorios (SOA y SRT) o la creación de un reglamento sobre el seguro de rentas vitalicias.
El mercado de seguros resiente mucho las exigencias sobrevaloradas para cumplir con la Ley 8204 y el lavado de dinero. Siendo este un mercado que resulta poco atractivo para legitimar dinero, debe flexibilizarse para no ser equiparado innecesariamente con la industria bancaria.
Aunado a esto, existe la percepción en el mercado de que se necesita lograr una identidad propia en la regulación; una identidad vernácula que sabemos no es tarea fácil porque se parte de lo implementado y probado en otras jurisdicciones. Se trata, muchas veces, de regulación propia de mercados maduros que generalmente ha sido creada para regular una vivencia específica en esa jurisdicción, luego se implementa “anticipadamente” en nuestro mercado antes que esa supuesta situación ocurra.
En manos privadas
La respuesta a esto la dará el tiempo. Sin lugar a dudas, la Sugese ha debido estar en encrucijadas o momentos de fuerte análisis para determinar si implementa algún proyecto, o bien, cuándo y cómo se considera pertinente implementarlo, acompañado de la posible presión que se genera en distintos niveles:
Primero. Adoptar los principios internacionales emanados de la Asociación Internacional de Supervisores de Seguros (IAIS), según mandato del Cafta-DR.
Segundo. La búsqueda de lo perfectible para ingresar al selecto grupo de países en la OCDE —cabe indicar que el mercado de seguros tuvo una nota muy positiva en los informes.
Tercero. El espacio de oportunidad que generó “apagar las luces de un mercado monopólico y encenderlas al día siguiente como mercado en competencia”.
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En paralelo al trabajo de la Sugese, las aseguradoras e intermediarios de seguros tienen la encomienda de competir en un ámbito de acción altamente regulado y cambiante, siendo este un factor sensible dentro de sus planes de negocios, por lo que deben invertir mayor tiempo y recursos para hacer frente no solo a dichos cambios regulatorios sino también a la fuerte competencia que implica la existencia de un operador dominante como la aseguradora estatal.
Ahora una entidad privada acapara el mercado de los seguros de gastos médicos. Otra entidad privada adquirió en buena lid un negocio del Estado (Hospitales de la CCSS). Sin embargo, el crecimiento del mercado en primas ha sido interesante para todos (excluyendo los seguros obligatorios).
Bien lo expresó el escritor británico William Shakespeare: “Tan a destiempo llega el que va demasiado deprisa como el que se retrasa demasiado”.
La tarea que tienen el supervisor, las aseguradoras e intermediarios de seguros de trazar una meta ideal para todos, para darle una velocidad óptima al desarrollo del mercado, no será fácil. Por lo pronto, el diálogo sensato debe desembocar hacia una velocidad ideal para el siguiente decenio.