Las noticias de hace unos días sobre la implosión del sumergible que intentaba explorar los restos del Titanic, tenían en su mayoría tonos negativos, sobre todo el típico “yo sabía que eso no funcionaría” de los expertos que surgen expost.
Lo más interesante para algunos de nosotros, sin embargo, es el tema de la curiosidad humana, esa fuerza que nos ha empujado a través de la historia, a explorar todos los rincones del planeta y del universo, para entender mejor quiénes somos y dónde estamos.
Esa curiosidad nos ha llevado a tomar riesgos extraordinarios y a experimentar muchos fracasos, como en esta historia. Pero, aprendiendo de cada error, se empujan una y otra vez las fronteras de nuestro conocimiento y comprensión de la realidad. Aún tenemos muchas fronteras que explorar, dentro y fuera del complejo y hermoso planeta que habitamos, en particular, el inmenso mar guarda en sus profundidades, secretos y tesoros por descubrir.
Cinco curiosas, inteligentes, temerarias y ambiciosas personas, emprendieron un riesgoso viaje que falló, pero que sin duda generará otros intentos y nuevas ideas para aumentar las probabilidades de éxito en el futuro.
La curiosidad es un rasgo natural en los primeros años de vida, con la cual cada bebé conoce el mundo que le rodea, sin embargo, tiende a debilitarse con la edad por el contexto en que crecemos.
En la nueva sociedad digital, de la Inteligencia artificial y el cambio climático, resulta crítico cultivar y proteger la curiosidad, para seguir expandiendo el conocimiento y la creatividad, que se necesitan para superar los enormes retos que heredan las nuevas generaciones.
Urge estimular la creatividad en las oficinas y en las fábricas, en los parques y en las playas, y muy especialmente en las aulas y en los hogares. Lamentablemente eso no está pasando y son pocos los esfuerzos que se orientan hacia ello. Al contrario, el uso predominante que se hace de la tecnología está conformando una sociedad de consumidores pasivos, que manejan con dificultad la frustración del error, sin aprender de él ; “domesticados” por algoritmos que unos pocos definen para su beneficio individual.
Bienvenidos los curiosos incansables.