¿Cuál fue la primera causa por la que luchó Mahatma Gandhi (1869-1948), líder principal del movimiento que desembocó en la independencia india del imperio británico?
Respuesta: la eliminación del impuesto sobre la sal, un elemento básico para la subsistencia de los indios.
Ese pueblo, con casi 7.000 kilómetros de costa, estaba obligado a pagarle un tributo a la corona británica por el consumo de esa sustancia blanca y cristalina.
¿Qué hizo Gandhi en contra de ese gravamen? Organizó la llamada “marcha de la sal”, una caminata pacífica hasta el mar para extraer dicho condimento.
La iniciativa se puso en marcha el 12 de marzo de 1930, con un grupo de apenas 27 adeptos, y finalizó el 6 de abril de ese mismo año con 12.000 personas.
El hecho de que los militares británicos no se atrevieran a reprimir una protesta apacible en pro de una necesidad elemental, animó a muchos indios a replicar la idea de Gandhi.
LEA MÁS: Canatur reporta 50% de caída en ventas de agencias de viajes y cancelaciones en hoteles por huelga
A los británicos no les quedó más camino que derogar el impuesto sobre la sal.
¿En qué se basó el primer triunfo que cosechó ese activista? En el hecho de que encontró un tema capaz de aglutinar a muchas personas, sin importar sus opiniones ni castas.
La protesta tranquila no tuvo efectos secundarios ni daños colaterales que perjudicaran a la población. Por el contrario, por tratarse de una causa común, de interés y beneficio auténticamente nacional, logró sumar voluntades.
Este es apenas uno de los múltiples ejemplos de luchas creativas o ingeniosas que aparecen en el libro Cómo hacer la revolución, del biólogo serbio Srdja Popovic, director del Centro para la Aplicación de Acciones Estratégicas de No Violencia (Canvas).
Lectura obligatoria
Se trata de una publicación que sin duda alguna deberían leer y analizar los dirigentes de los grupos, gremios, organizaciones y sectores adictos a realizar manifestaciones que lesionan los derechos de la mayoría de los costarricenses.
Me refiero a los habituales y esporádicos bloqueadores de calles, carreteras, puertos y aeropuertos, así como a quienes afectan servicios de salud y educación, vitales para el grueso de la población y el desarrollo del país.
¡Vaya déficit de imaginación, inventiva, creatividad, originalidad e ingenio!
Pero, sobre todo, qué falta de astucia, sensatez, habilidad y sentido común, qué pobreza de sentido estratégico, táctico y visionario, organizar y ejecutar protestas que atentan contra la calidad de vida de las mayorías.
Movimientos que lejos de generar simpatía y sumar aliados espontáneos, indignan, enojan y frustran a quienes terminan pagando una factura a la fuerza.
Insisto: deberían leer el libro de Srdja Popovic, quien lideró el movimiento estudiantil que contribuyó a derrocar al dictador serbio Slobodan Milosevic, uno de los tantos loquitos que han formado parte del club de la “limpieza étnica”.
LEA MÁS: ¿Por qué no se ha declarado la huelga ilegal? ¿Pueden los huelguistas cerrar calles?
¿Qué hicieron para deshacerse del déspota?
Apelaron a lo que ellos mismos llamaron “acción creativa”, lo cual incluyó una serie de acciones pacíficas que tenían el propósito de convocar a los ciudadanos en torno a dos aspiraciones comunes —no un beneficio para un sector—: paz y libertad.
Por ejemplo, llenaron a Belgrado de grafitis que consistían en puños cerrados que simbolizaban la resistencia, una acción que resultó efectiva para hacerle ver a los serbios que no estaban solos y que por lo tanto no debían sucumbir a la estrategia del miedo promovida por Milosevic.
Asimismo, apelaron a un arma de la que suelen carecer los tiranos: el sentido del humor.
Resulta que la esposa del dictador acostumbraba llevar una flor blanca en el cabello. Esto fue aprovechado por varios activistas para liberar, durante un acto público en Kragujevac, una bandada de pavos con flores blancas. La multitud no pudo contener la risa ante el ridículo espectáculo de la policía persiguiendo a aquellos animales por todo el pueblo.
Cómo hacer la revolución aporta más casos de luchas ingeniosas.
Destaco lo ocurrido en la República de Maldivas, en el océano Índico, donde el arroz con leche jugó un papel relevante en las manifestaciones a contra el dictador Maumoon Abdul Gayoom, quien se aferró al poder durante tres décadas.
Ese alimento básico en la dieta de los maldivos propició encuentros ciudadanos multitudinarios en un país donde las concentraciones estaban prohibidas. La gente se congregaba a comer y a conversar, lo cual comenzó a darles sentido de unidad y les ayudó a descubrir que compartían sueños y preocupaciones.
No se trata, por supuesto, de replicar estas acciones en Costa Rica, donde afortunadamente vivimos en democracia, sino de llamar la atención sobre los movimientos con déficit de imaginación y de causas que cobijen a muchos y no a unos cuantos.
Hasta para protestar, un valioso y sagrado derecho, hay que ser inteligente.