Desde hace varios años, diferentes estudios han señalado que, en Costa Rica, la mezcla de apertura e inserción económica internacional, ha favorecido el surgimiento de un sector moderno y competitivo, acorde con las mejores prácticas de la economía del conocimiento.
Estos estudios también señalan el surgimiento de grandes cantidades de empresas en los sectores agrícola, manufacturero y de servicios, de baja productividad, baja calidad y bajos salarios, que operan sin las obligaciones y protecciones del derecho privado (i.e. son informales). Además, muchas empresas formales, que existían antes de la apertura comercial y que siguen operando, en especial para abastecer el mercado interno, muestran igualmente mucho menores niveles de productividad que las empresas modernas.
En síntesis, tenemos un acentuado dualismo productivo. Convive un grupo de empresas con niveles altos (y crecientes) de productividad, que participan en la economía del conocimiento y que normalmente generan buenos empleos, con un grupo mayoritario de empresas con niveles bajos (y estancados) de productividad que elaboran bienes y servicios de pobre calidad, de las cuales muchas están en la informalidad y generan empleos precarios. Este dualismo productivo, constituye una de las principales causas de la desigualdad en Costa Rica.
El problema no es el modelo de apertura e inserción económica internacional, sino la falta de políticas públicas complementarias y apropiadas para enfrentar, tanto las fallas de mercado como de gobierno, que han propiciado el reto de la desigualdad.
Conviene recordar que, en presencia de fallas de mercado (por ejemplo, poder de monopolio, externalidades, bienes públicos e información asimétrica), es posible lograr una mejor asignación de los recursos por medio de la intervención eficiente del gobierno. Por otra parte, al igual que los mercados, los gobiernos también fallan. Una falla del gobierno surge cuando este crea ineficiencias, ya sea porque no debería haber intervenido en primer lugar; o porque, cuando podría haber resuelto un problema o conjunto de problemas de manera eficiente (v.g. una falla de mercado) no lo hizo, o lo hizo mal. La desigualdad, tal y como se describe más adelante, es producto tanto de la mala o nula atención a fallas de mercado, como de gobierno.
Un problema común
La desigualdad no es un desafío exclusivo para Costa Rica. De hecho, existe evidencia de que, tanto en los países en vías de desarrollo como en los más prósperos, pese a que la pobreza se ha reducido en muchos casos y que el mundo es más rico que nunca, la desigualdad ha ido en aumento durante las últimas cuatro décadas. Esta situación es preocupante, toda vez que, como lo señala Joseph Stiglitz en su libro El precio de la desigualdad, las sociedades más desiguales tienden a funcionar de forma ineficiente, al mismo tiempo que sus economías se vuelven inestables e insostenibles a largo plazo.
En general, la desigualdad es producida por la falta de oportunidades para las personas de los hogares de menores ingresos, en temas como el acceso a una educación de calidad y acorde con las exigencias del mundo moderno (cambio tecnológico), a los servicios de salud, a la conectividad (Internet de banda ancha), a servicios financieros y a infraestructura física. También son causas de desigualdad la falta de progresividad del sistema impositivo, la búsqueda de rentas no directamente productivas por parte de grupos de interés (v.g. gremios sindicales) y la inflación.
Igualmente, en el caso de las empresas, principalmente aquellas de menor tamaño (Pymes), tanto formales como informales, la falta de políticas y programas de apoyo para combatir la dualidad productiva discutida al inicio de este artículo, constituye una de las principales causas de la desigualdad en Costa Rica. Por ello, dada la relación positiva que existe entre productividad y salarios, el desarrollo de programas que ayuden a estas Pymes a mejorar su productividad podría incrementar al mismo tiempo los salarios y con ello combatir la desigualdad.
Por otra parte, tal y como lo explica Diego Sánchez-Ancochea, en su libro The costs of inequality in Latin America: Lessons and warnings for the rest of the world, la desigualdad implica altos costos para la sociedad, tanto económicos, políticos como sociales. Los económicos tienen que ver con el hecho de que la desigualdad crea importantes obstáculos para el desarrollo (v.g. baja inversión en educación pública de alta calidad, insuficiente innovación tecnológica, baja recaudación tributaria para financiar la necesaria inversión social, y mala preparación para enfrentar choques externos). En cuanto a los costos políticos, la desigualdad ha generado un ambiente de malestar entre la población y disconformidad con los políticos y las instituciones, lo cual ha facilitado el surgimiento de gobiernos populistas, los cuales no solucionan los problemas, sino más bien debilitan los regímenes democráticos, haciendo más difícil la atención de dichos problemas. Finalmente, respecto a los costos sociales, la desigualdad produce desconfianza, pobreza, violencia e inestabilidad social en general, así como la falta de cohesión social para llegar a acuerdos políticos que ayuden a enfrentar exitosamente los retos sociales.
Lo más crítico de todos estos costos de la desigualdad, es la creación de círculos viciosos que retroalimentan los mecanismos generadores de la desigualdad (los cuales no discuto por limitaciones de espacio), haciendo más difícil cada día su solución.
En un reciente ensayo, titulado Después de la pandemia: Una visión de largo plazo, don Eduardo Lizano expresa de manera elocuente, por qué el tema de la desigualdad es tan relevante para Costa Rica, “…El coeficiente de Gini de Costa Rica … es el doble del de los países de la OCDE. Esta situación no ha mejorado durante la década 2010-2019… Costa Rica forma parte de los países con un alto coeficiente de Gini y una pobreza elevada … el crecimiento económico, en el mediano plazo, depende no solo de un entorno sociopolítico propicio sino también de la necesidad de asegurar una adecuada distribución del PIB. En realidad, crecer más y distribuir mejor son, en última instancia, parte de un mismo proceso. No puede lograrse lo uno sin lo otro.”
Es vital conocer y entender las principales causas de la desigualdad en Costa Rica, así como su importancia relativa, para poder definir una hoja de ruta y atacar este gran reto social, con acciones concretas y eficaces. Igualmente, es importante preguntarse ¿qué hacer para alcanzar los acuerdos políticos necesarios para la implementación de dicha agenda? Un reto político no económico.
Como corolario, debemos promover la igualdad de oportunidades y combatir otras causas de la desigualdad. Con ello estaríamos desarrollando el potencial de nuestro país y fortaleciendo el pacto social. Si no invertimos en bienes públicos, como educación y salud, por ejemplo, no estaremos potenciando nuestro principal recurso productivo -nuestra gente-, y, por ende, el crecimiento económico y un mejor uso de los recursos. Además, si combatimos exitosamente la desigualdad, estaremos haciendo de Costa Rica un país con una sociedad más eficiente y una economía más estable y sostenible a largo plazo.
El autor es el presidente del grupo Academia de Centroamérica.