Este pacto oscuro entre los autócratas de Managua y la teocracia de Teherán augura consecuencias negativas.
La vinculación orgánica de los ayatolas con el terrorismo de Hezbolá expone a nuestros estados al fanatismo islamista.
Irán no tiene nada que ofrecer en el terreno comercial y está sujeto a duras sanciones internacionales que limitan sus transacciones económicas.
La misoginia de los ayatolas debe ser rechazada. La opresión, represión y asesinato de mujeres, propiciada por esos gobernantes debe ser denunciada, cualquier acuerdo con ellos revela complicidad con su mentalidad cavernaria.
La cercanía de Teherán con Rusia es un peligro. Los ayatolas han suministrado drones a Moscú para consumar los crímenes de Putin en Ucrania. En América Latina esta hermandad se presta para colaborar en actividades de inteligencia y desinformación, promovidas por el Kremlin, con miras a desestabilizar a Washington, lo que nos inscribe con fuerza en el marco de la competición de Moscú con los norteamericanos.
El aislamiento de la dictadura lleva a que los déspotas de Managua quieran mostrar que no están solos, aunque sus amistades sean parias internacionales.
Iraníes en nuestro istmo anuncian sangre, misoginia, terrorismo e intolerancia.