En un artículo anterior bajo el mismo título publicado el pasado 8 de agosto en la serie Marcando el Norte de El Financiero, argumenté que la crisis del coronavirus debe aprovecharse para hacer un “reseteo”, con visión de largo plazo, de varias dimensiones y brechas de nuestro sistema económico y social, que incluyen pero no están limitadas a los retos de la sostenibilidad fiscal.
El reto fiscal es muy real y debemos resolverlo, pero es preocupante que esté ocupando casi toda la atención de las autoridades y del debate público en estos momentos, porque el país tiene ante sí el reto más amplio de lograr la reconstrucción luego de la devastación económica y del empleo provocada por la pandemia, a la vez que promueve las transformaciones estructurales necesarias para reducir las brechas que nos caracterizaban ya antes de la pandemia, algunas de las cuales amenazaban con resquebrajar el pacto social.
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Concretamente sugerí y comenté brevemente las siguientes ocho áreas como elementos básicos de la hoja de ruta para promover la reconstrucción con transformación: acciones para lograr la sostenibilidad fiscal y de la deuda; políticas de desarrollo productivo para activar motores de crecimiento y crear ecosistemas empresariales competitivos en todo el territorio nacional, no solo en la GAM; acciones para reducir brechas educativas y de calificaciones; acciones para mejorar las políticas de empleo y de inserción laboral; acciones para modernizar la legislación laboral y adaptarla a revolución tecnológica y sus impactos en el paradigma productivo; acciones para promover la transformación digital y ofrecer acceso a internet de banda ancha para todos; acciones para promover la formalización y acciones para la expansión de la protección social pero basadas en un repensamiento del estado benefactor.
Estamos en una era en la que numerosos organismos internacionales y analistas están haciendo llamados a los países a negociar nuevos “pactos sociales”. La idea es sin duda atractiva, y abundan los llamados al diálogo social con ese fin, pero ¿cómo?
El reconocido historiador Ian Morris define el desarrollo social (y económico) como “una medida de la capacidad de una comunidad o sociedad de hacer las cosas”. ¿Cuál será la capacidad de Costa Rica de hacer las reformas que se requieren en las áreas listadas? A continuación algunas sugerencias.
1) Para ser efectivo y productivo, es decir, con resultados concretos, el diálogo social que se organice debe ser participativo e iterativo. El proceso de diálogo “Costa Rica Escucha, Propone y Dialoga” es un paso en la dirección correcta pero insuficiente. Muchas personas y organizaciones enviaron propuestas, que fueron analizadas por las autoridades. Pero los procesos de diálogo social requieren iteraciones múltiples, reflexión y negociación. Esa dinámica no se puede obviar y requiere una muy intensa interacción de las autoridades con los principales grupos interesados y una gran labor didáctica, de comunicación y de persuasión.
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2) La experiencia aconseja evitar procesos de “concertación” con un enfoque holístico que integre muchos temas diversos, sobre todo si van acompañados de una regla de decisión que dice que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”. Esta sería una receta para el fracaso. Más bien lo aconsejable es dividir o segmentar los temas alrededor de problemas concretos a resolver, o áreas de política o de institucionalidad a reformar. Además, en tiempos de pandemia y recesión económica muchas decisiones y reformas urgen, no pueden esperar a procesos de diálogo social tradicionales que generalmente son de larga duración. Mi sugerencia es que cada uno de los ocho temas listados arriba sea sujeto de una negociación relativamente separada, aunque deben tomarse en cuenta las interacciones entre temas.
3) Todos los temas son técnica y políticamente complejos, por lo que es aconsejable que cada uno sea liderado por las autoridades competentes, tenga apoyos técnicos, e involucre a los principales actores con interés y experticia en el tema. Por eso es que tengo reservas sobre la utilidad de crear un Comité Económico y Social (CES), estilo los modelos europeos, en los tiempos excepcionales que estamos viviendo. Este modelo puede ser funcional en tiempos “normales”, y para ciertos fines. Pero dos de sus características le restan relevancia bajo las circunstancias actuales: tener una membresía y representación predeterminada para discutir todos los temas y una convocatoria y deliberaciones solo entre actores de la sociedad civil, sin presencia de autoridades gubernamentales.
4) No se debe poner como objetivo llegar a una visión compartida por todos los grupos, hay que aceptar que siempre habrá grupos con visiones diferentes y hasta opuestas. De lo que se trata es de ponerse de acuerdo de manera pragmática en soluciones concretas para retos concretos. Si en el proceso se genera la suficiente confianza para visiones colectivas compartidas, o alrededor de un “proyecto país”, todavía mejor. Pero ese sería un resultado feliz de la “magia del proceso” no debería ser un objetivo previo ni un pre-requisito. Con un proceso que resulte en soluciones concretas para problemas concretos nos podemos dar con una piedra en el pecho.
5) En todos los temas es importante que estén involucrados no solo los grupos representativos y con interés en el tema, y las autoridades del Poder Ejecutivo relevantes, sino miembros del Poder Legislativo y sus equipos técnicos. Esto porque muchas de las reformas que emerjan en cada tema requerirán aprobación legislativa.
6) En todos los países la pandemia es una prueba de estrés para los gobiernos y para el liderazgo de los presidentes y sus equipos de gobierno. Esta capacidad, o debilidades al respecto, plantea un reto de secuencia: ¿se puede organizar un proceso de diálogo significativo en todos los temas listados, o solo en unos pocos? ¿Es el tema fiscal y el paquete con el FMI en sí mismo tan intenso y complejo que con solo este está agotada por ahora la capacidad de negociación del sistema político costarricense? Yo espero que no sea así, porque las necesidades de reformas que necesita el país incluyen pero van más allá del tema fiscal.
Si el tema fiscal y el paquete con el FMI nos consume por completo habremos desaprovechado la oportunidad de hacer de la pandemia un punto de inflexión para hacer reformas estructurales pendientes desde hace mucho tiempo, y de hacer un muy necesario “reseteo” en varias áreas clave del modelo de desarrollo nacional donde tenemos claras debilidades.